Hoy me corro el riesgo de que no se me entienda. De ser tachado de machista o de intentar estigmatizar a un sector del País. Pero es un riesgo que asumo con total conciencia y con la certeza de que los datos que les presento a continuación hablarán por si solos.
En lo que va de año, la Isla ha visto con pesar 13 casos de muertes violentas de niños y niñas, que han sido clasificados por el Departamento de la Familia como "con fundamento de maltrato". Afortunadamente, otros logran sobrevivir ante la saña de los adultos. Quizá el caso más dramático es el del pequeño de 6 anos que fue encontrado en medio de una escena inverosímil. Agonizante. Bañado en sangre y con cada uno de los centímetros de su frágil cuerpo marcados por golpes que, sin lugar a dudas, buscaban arrebatarle la vida. Vivos o muertos, al final del camino son pequeños que se han convertido en el centro de la atención publica por su dolorosa realidad. Pequeños que en sus cortas y frágiles vidas se convirtieron en victimas de la rabia de los adultos. Pero una parte preocupante del problema es el descubrir quienes, con una rabia inexplicable, les convirtieron en víctimas de la violencia.
Una entrevista reciente que le realizara a la secretaria del Departamento de la Familia para mi programa en Radio Isla 1320 arrojó luz sobre este particular. El escuchar los datos me dejo sin aliento. No se trataba de una valoración subjetiva ni era el producto de la opinión. La titular, Idalia Colón, citaba los resultados de un estudio que llevaron a cabo los técnicos de su agencia con fecha del 26 de septiembre. De allí se desprende que los 13 niños muertos en lo que va de año estaban bajo el cuidado de sus madres. La mayor parte de ellas solteras o convivían con una figura a la que más de uno ha insistido en llamar padrastro.
En 5 de estos 13 casos, la madre fue identificada como la victimaria. En otros 2 casos, fue el padre el agresor. Cuatro de los 13 menores habrían sido asesinados por mamá y papá en colaboración. Otros dos por mamá y su compañero consensual. ¿Hace esta realidad algún sentido?
Trece niños murieron a manos de aquellos que se supone les protegieran, incluso con sus vidas. Trece criaturas encontraron en sus cuidadores a sus asesinos. ¿Qué puede haber llevado a mamá o papá a convertirse en verdugos de la sangre de su sangre? ¿Por qué las madres de estos casos confiaron en parejas de paso...virtualmente desconocidos, la vida de sus hijos e hijas? O, peor aun, ¿Qué les llevo a consentir que alguien siquiera osara poner en peligro las vidas de sus pequeños?
Pero hay más para añadir a la ecuación de la muerte. Según el mismo estudio del Departamento de la Familia, el 46 % por ciento de estas mujeres se encontraban entre los 21 y los 29 años de edad. El 23 % de estas madres tenían menos de 21 años en el momento de ocurridos los hechos. A lo anterior hay que añadir que el 100 % de los casos de muertes de menores reportados hasta el 26 de septiembre tuvieron lugar en comunidades desaventajadas. Lugares como Barrio Obrero, Barriada Venezuela, Coto Laurel o el barrio Lavadero de Aibonito se convirtieron en el escenario del crimen. Los datos de este estudio deben llevarnos no solo a la indignación tras descubrir los rostros de los perpetradores del crimen contra nuestros más pequeños, sino también nos deben mover– a los ciudadanos y al Gobierno- a buscar respuestas que al final del camino logren frenar esta dramática racha.
¿Es casualidad que la totalidad de los niños muertos en casos de maltratos hallan estado bajo el cuidado de sus madres? ¿Es casualidad que sean jóvenes que no superen en su mayoría los 29 años? ¿Es coincidencia que, de paso, sean residentes de comunidades deprimidas? Estos datos, lejos de ser tomados como un esfuerzo de estigmatización, deben ser objeto de un profundo análisis nacional.
Rechazar la existencia del problema y el perfil de los asesinos, asesinas y sus cómplices no nos llevará a algo que no sea enajenarnos –una vez más- de la realidad que tenemos ante nuestras narices.
Si el País quiere detener la racha de violencia que se ensaña contra nuestros más pequeños, entonces debe intentar contestar las preguntas que lanzamos hoy desde esta esquina. De las respuestas que logremos articular dejaremos clara nuestra dirección en esta lucha. Ojala y no sigamos chocando con nuestra sangrienta realidad.