Hispanidad, sábado, 28 de noviembre de 2009
No se trata, no sólo, de que la mujer actual sea mucho más violenta que el hombre ni que la mayor violencia actual sea la que ejerce la mujer en el aborto, al asesinar a su propio hijo, en muchas ocasiones sin que el padre se entere. Es que, además, el socialmente acosado es el varón marginado por leyes y por el Estado a partes iguales. Produce un asfixiante reconcomio contemplar a la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, lloriquear ante las 45 víctimas de violencia machista, cuando 48 horas antes defendía una ley de aborto, realidad que ocasiona más de 112.000 muertes al año, masacre de los seres más inocentes y más indefensos que pueblan la tierra.
Pero dejando a un lado tan impresionante fenómeno, lo inquietante es que mientras la verdad oficial clama contra la marginación femenina la realidad exhibe una marginación masculina no menos preocupante que aquélla.
Veamos:
1.Se ha impuesto la paridad, enorme parida, en lugar de la igualdad, de tal forma que la mujer se lleva la mejor parte mientras el hombre se ve relegado en la vida pública.
La única marginación natural que sufre la mujer con respecto al varón en el mundo laboral es la de la maternidad, es decir, una marginación no impuesta por el machismo sino por la naturaleza y es sabido que a la naturaleza es muy poco democrática y no se aviene al sentir mayoritario.
Pero no se preocupen: esa minusvaloración natural es muy poco frecuente, porque la maternidad se ha convertido en una actividad en peligro de extinción en Occidente.
Por tanto, el problema es problema escaso.
En cualquier caso, la solución estriba en el salario maternal, que es la medida que equilibraría la situación entre ambos sexos pero que no gusta a las feministas dado que lo que odian las feministas no es la presunta marginación del varón sino la nada presunta maternidad de la mujer.
2.El varón no decide el número de hijos que va a tener la pareja. Lo decide la mujer quien, además, utiliza a los retoños como defensa en caso de ruptura. Una injusticia de tal calibre que nubla la convivencia, destroza la familia y, con la familia, pone en jaque a la sociedad entera. El poder que la idiocia feminista y los anticonceptivos han otorgado a la mujer resulta tan tiránico que terminará por volverse contra ella, porque naturalmente, pocos varones pueden aguantar una humillación permanente por una vía tan íntima.
3.En caso de separación o divorcio, la ley otorga a la mujer todas las ventajas, pues en los juzgados anida la prevaricación permanente, animada por la vileza habitual de las feministas y de las mujeres inoculadas del virus feminista: inventarse malos tratos para quedarse con la custodia de los niños, utilizados para fastidiar al ex, con el patrimonio común, la pensión o, si fuera menester, disfrutar la venganza de que el padre de sus hijos termine en prisión.
4.Mucho más importante. En el siglo XXI, el virus feminista ha provocado que sean más las mujeres que toman hoy la decisión de divorciarse. Eso ocurre porque la mujer actual es menos madura que el varón –antes sucedía lo contrario- y, por tanto, más incapaz de comprometerse y servir a los demás, que es la manera de desarrollar la propia personalidad.
5.¿Qué por qué hay más hombres que matan a mujeres que mujeres que matan a hombres? El feminismo se empeña en esquivar la realidad y por eso no acierta con una respuesta que está delante de sus ojos: pues porque el hombre es más fuerte físicamente que la mujer, pero eso no significa que sea más violento. Es más, suele ser la mujer quien más hiere, sobre todo cuando utiliza la lengua. La violencia física es más objetivable ante un tribunal, pero eso no significa que sea ni la única violencia ni tan siquiera la más dañina. Sólo la que más castiga la ley.
Resumiendo: no hay un problema de violencia machista, pero lo habrá, porque la situación del varón es la de un gas cada minuto más concentrado y a punto de estallar. Lo grave en el siglo XXI no es la degeneración del hombre sino la degeneración de la mujer. Mujeres desamoradas, incapaces de darse, egoístas como siempre pero más soberbias que nunca, que se sienten perpetuamente agraviadas porque no reciben –ni tan siquiera saben lo que quieren recibir-. En suma, una mujer que sabe amar y que entra en el ciclo habitual: Por desamorada, degenerada, por degenerada, desquiciada. Es el adjetivo clásico de la mujer de hoy: desquiciada.
Botón de muestra de todo lo anterior. Escuchemos a Bibiana, la potencia intelectual del Zapatismo:
Según este pozo de sabiduría, los síntomas de comunicación, fruto larvado de la violencia machista ya se experimentan en la adolescencia. Diagnosis: el novio envía SMS continuos a la novia para controlarla (cuando Bibiana pronuncia estas palabras resulta electrizante). A lo mejor es porque se preocupa por ella. En cualquier caso, tengo entendido que resulta complejo controlar a alguien por teléfono móvil. Si al menos fuera fijo.
Aído aún se enerva más cuando denuncia que el susodicho macho dominante le induce a vestirse de esta o aquella manera, una violación inadmisible de la intimidad femenina. Pero la experiencia de muchos cuarentones induce a concluir que es la hembra, dominante o no, quien decide cómo viste ella y cuál debe ser el atuendo de su compañero, sin que los varones lo consideremos violencia feminista.
La prueba del nueve está muy clara. Si un varón denunciara, en sentido contrario, estas sublimes chorradas, le llamarían cursi y hortera, para empezar, y provocaría la carcajada para terminar. Sin embargo, lo dice la señora ministra y los más importantes medios informativos se rinden a la idiocia.
No, aún no existe un problema de violencia machista peor lo habrá. Tanta estupidez y tanta marginación no se pueden soportar de forma permanente.
En el entretanto tenemos un problema grave, que no es machismo, sino el feminismo
Eulogio López eulogio@hispanidad.com
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