Una madre despechada con su ex tuvo ayer la feliz idea de incordiar a su hijo para fastidiar al padre con lo que más le duele: salir en El Silencio. El niño ha salido de paje varios años, pero en el reparto vacacional de los divorciados esta «Madrugá» le toca estar con su madre. Y ésta ha solicitado por escrito una información que no pediría ni un periodista del New York Times para uno de esos reportajes antropológicos de la Semana Santa. El niño sólo saldrá en la cofradía de su padre si ella está conforme. Lo que el chaval quiera no importa
POR ALBERTO GARCÍA REYES
Martes , 30-03-10
Si Pedro Lazaga viviera, le haría una película con Paco Martínez Soria de protagonista. Con el chaparrón que cayó ayer cuando los cautivos de Sevilla retaron al hombre del tiempo, no se le ocurrió a una triste divorciada otra cosa que atormentar a su hijo cofrade para fastidiar al padre. Resulta que el chiquillo sale de paje en El Silencio. Y que la mujer lo ha sacado de la mano en los años de esplendor matrimonial. Pero ahora anda a la gresca judicial con su ex, que es el que ha legado a su hijo la herencia penitencial, y la señora ha exigido a su abogado una serie de datos muy cofrades para ver si incordiando al niño logra hostigar al padre. Quiere conocer los estatutos de la cofradía, cosa clave; quién ha decidido apuntar al chiquillo, que ella ahora tiene amnesia; los horarios del recorrido, que ya no se acuerda del año pasado; el lugar de salida, que no se fijó la última vez que estuvo allí: y el alimento que su hijo va a tomar, que por lo que sea el bocadillo que ella le dio el año pasado no le debió de gustar mucho. Qué cruz. Pero esto también es Semana Santa de Sevilla. Ahora que tantos padres divorciados se dejan a los niños por horas como si fueran paquetes de Seur, esto hay que contarlo. Porque otra de las cosas que esta señora necesita saber para sacar a su niño en El Silencio es cuántas mujeres ocupan cargo en la hermandad y si se hace exclusión de su acceso a la cofradía. Parece ella muy preocupada por inculcar a su pequeño los valores de la igualdad. Pero en todo lo que ha exigido para ponerle al chiquillo el antifaz, y que conocimos durante los parones de la lluvia de ayer gracias a que el abogado del padre es Joaquín Moeckel, falta un dato bastante más relevante. ¿Esta mujer le ha preguntado a su hijo si para él es importante salir de paje?
El asunto fue la comidilla de los palcos. Eso y el viaje que le pegó el del bombo al pellejo cuando La Redención cogió la Avenida. La bola de la baqueta rebotó en el escaparate de Pilar Burgos y se perdió entre las sillas. Tenía gana el muchacho de arrearle al instrumento después de que la mañana se hubiera puesto tan «malaje». Porque la única hermandad que aguantó en la calle al mediodía fue Las Aguas. Pero no la de Dos de Mayo. Las aguas de arriba. En el Tiro daban ganas de cantar por sevillanas de Los Marismeños: «Un capote de agua te pusieron / pa que tú no te mojaras». Ay, qué rato más malo. Cuando el Cautivo se dio la vuelta en Felipe II y salió escopetado para atrás, la capucha estaba ya demasiado empapada. Y si el cielo estaba negro, más truenos salían por la boca de la gente: «Esto es una locura, se tendría que haber quedado en su iglesia». Era lo mismo que se escuchaba desde el Polígono hasta El Salvador. Un grito que se entendió bien en el barrio León. Y en San Andrés. Así que a media tarde sólo estaba una en la calle. Aunque los guiris se creían que eran tres. Palabrita del Niño Jesús. Uno que iba escuchando la radio le preguntó al policía de la puerta del Ayuntamiento: «¿Me puede decir por dónde va la Redención?». El municipal respondió. «¿Y El Rocío?». Le explicó que era la misma. «¿Y el beso de Judas?». Ahora ya no responde el policía: el beso de Judas es el que algunos padres —en gramática progre habría de decirse padres y madres— le dan a sus niños en estos días de aguacero moral.
http://www.abcdesevilla.es/20100330/nacional-sevilla-semana-santa/cofradia-triste-divorciada-201003300325.html
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