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- Carta a Clara Campoamor en el 80 aniversario del voto femenino
La izquierda la ha hecho suya, pero ella declaró: "Nunca he sido socialista".http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/cultura/clara-campoamor-referente-izquierda-20140212
Google le ha dedicado a Clara Campoamor la portada (doodle) de su buscador. Lo hace en coincidencia con el aniversario de su nacimiento. Clara Campoamor no nació destinada a ser un personaje de los que hacen historia. Abrió los ojos en el popular barrio de las Maravillas, en Madrid, el 12 de febrero de 1888, hija de un empleado de un periódico y de una costurera de quien aprendió su primera profesión.
Sube pequeños peldaños en la vida: auxiliar de telégrafos, profesora de taquigrafía, secretaria de un diario… Clara Campoamor debe cada vez menos a sus manos y más a su privilegiada inteligencia, a la que alimentaba en cuanto tenía ocasión. En 1916 ingresaba en el Ateneo de Madrid, todavía un centro intelectual de primer orden, y que sería muy importante en su vida.
Una mujer hecha a sí misma
En sus ventitantos comenzaba a ser conocida en círculos feministas. Se estaba labrando una carrera que empezaba a ser prometedora. Pero aún tenía que volver atrás para seguir adelante. Su trabajo le impidió terminar el bachillerato y éste le impedía acceder a la universidad, que era un paso exigido para su inteligencia y ambición.
Y eso hizo. Con 33 años acude al Instituto Cisneros y, rodeada de púberes, se saca el bachillerato dos años más tarde. En 1924 era ya licenciada en Derecho. Ya tenía despejada su carrera por acelerar la historia y lograr el voto femenino en España. Abre su propio despacho y trabaja para la Academia de Jurisprudencia.
Fue una dictadura la que le robó a la democracia la que estaba llamada a ser una de sus conquistas: el voto femenino. Si bien Miguel Primo de Rivera comandó una “dictablanda” y que el voto se siguió prohibiendo a las prostitutas y a las mujeres casadas.
Llegó la II República, sobre la que se proyectaron infinitas esperanzas de cambio; era como si con la monarquía hubiesen caído todos los frenos, visibles e invisibles, para el progreso social en España. Campoamor vio el cielo, y la historia, abiertos.
El voto femenino
En julio de 1931, Camoamor fue llamada a la Comisión Constitucional. El voto no era universal, ya que se concedió a los varones mayores de edad, pero nuestra mujer quería que se extendiese a todos. Y eso incluía a las mujeres. Las izquierdas estaban, con excepciones, en contra, así como el Partido Radical, el de Campoamor. Creían que las mujeres estaban captadas por los curas y por la derecha.
Victoria Kent hizo de punta de lanza contra el voto femenino, pero las intervenciones de la jurista madrileña fueron decisivas para el "sí" final: 161 votos frente a 121 que rechazaban ese derecho a las mujeres. Tal fue la oposición y la inquina que produjeron su éxito, que para explicarlo tituló un libro El voto femenino y yo. Mi pecado mortal. Cometió otros "pecados", como luchar por la igualdad legal de los hijos tenidos fuera y dentro del matrimonio, o por el divorcio.
Crítica de la II República
El periodista Isaías Lafuente ha tenido el acierto de llamar la atención sobre su figura. La ha llamado La mujer olvidada. Pero él mismo se "olvidó" de su principal obra escrita. Quizás porque La revolución vista por una republicana, editada recientemente por el historiador Luis Español Bouché, es una dura crítica hacia el gobierno republicano en guerra.
Escrito entre octubre y noviemre de 1936, el libro no es una recolección de memorias, sino un juicio vivo, analítico y profundo al régimen del Frente Popular. El levantamiento, en julio de 1936, de "media España que no se resigna a morir", como llegó a decir Gil Robles en el Parlamento, tenía un "antecedente directo" en el golpe de Estado (o revolución) de 1934. Una idea expresada luego por Salvador de Madariaga y, más modernamente, por Pío Moa.
Lo que quedase de gobierno democrático del Frente Popular muy pronto se perdió con la guerra, dice Campoamor, pues los republicanos cedieron posiciones a la izquierda radical, lo que les permitió "la introducción pacífica de la dictadura del proletariado". Llega a decir Campoamor, no a pesar de ser republicana sino precisamente por ello, que "si ese era el acontecimiento a que los sublevados querían adelantarse, su preocupación no carecía de fundamento y esa idea de adelantarse a la revolución comunista se hace más clara".
Campoamor escribió antes de que se pusiera en marcha la brutal maquinaria de la muerte en Paracuellos: "Desde los primeros días de lucha, un indecible terror reinaba en Madrid, (donde) pasear a todo sospechoso o todo enemigo personal se convirtió en el apasionado deporte de los milicianos de retaguardia". Las consecuencias de esta política estaban a la vista de todos: "El Gobierno hallaba todos los días sesenta, ochenta o cien muertos tumbados en los alrededores de la ciudad"; por lo que estimó que habría 10.000 ciudadanos "asesinados durante tres meses, y sólo en la capital".
Exilio
Hubieran hecho falta miles de hombres y mujeres como ella para que la II República funcionara, pero eran los años 30', una década secuestrada por ideas totalitarias, brutalmente opuestas a lo que significaba Campoamor. A aquél fracaso dedicó su libro.
Pasó la guerra en aquél Madrid resistente y revolucionario, y tuvo que irse al exilio tras la contienda civil. Vivió lo suficiente como para ver fracasar la democracia en Argentina, uno de sus países de acogida, pero terminó sus días en Suiza. Una España intransigente y corta de miras no le permitió vivir su madurez en su propio país. Murió en Lausana en 1972.
Clara Campoamor fue una defensora de la democracia liberal. "Nunca he sido socialista", le dijo a Paulina Luisi. Su ideología, su trayectoria, eran prueba suficiente de ello. Pero el liberalismo histórico español no le ha prestado atención. Y, a fuerza de esconder o tergiversar su pensamiento, la izquierda la ha colocado en su panteón de heroínas.
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