Jordi Jarque
Las estadísticas muestran que cada vez más gente vive sola. Muchas personas no lo desean. Pero otras, cada vez más, lo han elegido y son felices con ello. ¿Ha perdido la soledad su estigma para pasar a ser un valor positivo?http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20120406/54280961957/cada-vez-vivimos-mas-solos-y-parece-que-nos-guste.html
Algunas consecuencias de vivir solo: “El sofá es para tu único uso y disfrute, y confirmas lo que siempre habías sospechado: estos muebles no están diseñados para sentarte, sino para estar tumbado”. “Puedes improvisar planes en tu casa sobre la marcha, sin avisar a nadie: cenas, copas de última hora, partidas de cartas o de Trivial…”. “Es la época perfecta para subir en el escalafón profesional. Sí, sí puedes hacer un viaje de negocios. Sí, sí puedes quedarte unas horas después del trabajo. Sí, sí te apuntas al curso de formación. Y claro que tendrás el informe listo mañana a primera hora”. “Hacer la compra en el supermercado es mucho más sencillo. Llenas el carrito con toooodo lo que quieres, tras pasearte libremente por los pasillos empleando el tiempo que consideres necesario”. “Sensación de libertad. Lo que hagas con tu tiempo libre depende sólo de ti. Cuando piensas en el camino que quieres seguir, no tienes que pensar por dos. Sólo tus circunstancias y tus deseos guían tus pasos”. Estas afirmaciones forman parte de una lista que la revista Impar publicó en marzo del 2001, donde recogían las ventajas de vivir solo. No todo el mundo que vive solo es porque quiere, pero también es cierto que cada vez hay más gente que vive sola y no repara en cantar las excelencias de esta forma de vida. ¿Qué hay detrás de esta tendencia? Los medios de comunicación acostumbran a hacer una valoración negativa y aluden a un individualismo nocivo. Pero la soledad ¿es tan mala?
Según las estadísticas sociológicas vivir solo es un fenómeno social que no para de crecer. Javier Elzo, catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Deusto, lo tiene claro. Según el Instituto Nacional de Estadística, a partir de los datos de los censos de la población española, cada vez hay más gente que vive sola. “Los hogares unipersonales, en la década 1991-2001, han aumentado un 81,9%”. Datos más recientes, también del Instituto Nacional de Estadística, pero a partir de la explotación de la Encuesta de Población Activa publicados en su informe Mujeres y hombres en España 2010, confirman esta tendencia. “El número de hogares unipersonales ha aumentado significativamente en el periodo 2000-2008, pero en mayor medida los hogares formados por un hombre solo, cuyo número casi se ha duplicado en este periodo”, aunque no hay datos oficiales hasta el 2012, cuando la crisis está afectando las economías personales y puede estar provocando que algunas personas que vivían solas se hayan reincorporado al hogar familiar. Volviendo al informe del INE del 2010, si en el 2000 había casi dos millones de hogares unipersonales, en el 2008 se sobrepasaban los tres millones.
Cristina López, socióloga, profesora de la Universitat de Barcelona, e Isabel Pujadas, catedrática de la misma universidad especializada en población y demografía, autoras del artículo Transformaciones sociodemográficas y territoriales de los hogares unipersonales en España, publicado el año pasado en el número 55 del boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, también certifican el aumento de personas que viven solas y explican que en las últimas décadas “los hogares unipersonales en España han crecido espectacularmente, han diversificado su composición y han dejado de ser exclusivos de las áreas rurales para convertirse en tipologías de gran peso en las grandes ciudades”. También se está produciendo una diversificación del perfil de las personas que viven solas. “Estos dejan de representar en exclusiva el envejecimiento de la población”. Y si bien ha habido un incremento del número de extranjeros residentes en España, acostumbran a compartir una misma vivienda porque no siempre pueden asumir los costes de vivir solos.
Pueden destacarse cuatro grupos de personas que viven solas: las mujeres mayores, viudas, inactivas; hombres y mujeres jóvenes, solteros, de condición socioeconómica media; hombres jóvenes-maduros, separados y/o divorciados, técnicos y profesionales cualificados (cuando hay hijos de por medio es frecuente que la madre mantenga la guarda y custodia de los mismos, lo que refuerza la sobrerrepresentación masculina de solitarios entre los 35 y 50 años); y otras situaciones complejas. En este último caso, se ha observado un incremento de las personas con pareja que residen en solitario. De todos estos perfiles, emerge con fuerza el de “hombres, jóvenes y solteros o maduros-jóvenes separados y divorciados con un nivel de instrucción elevado y categoría socioeconómica media o alta”, destacan Cristina López e Isabel Pujadas.
Según el informe Mujeres y hombres en España 2010 antes citado, en las edades jóvenes y adultas (hasta los 54 años) son más frecuentes los hogares unipersonales masculinos. Pero a partir de los 55 años sucede lo contrario y son más frecuentes los hogares unipersonales femeninos. A pesar del aumento de personas que viven solas, todavía está lejos de las cifras de algunos países europeos, como el caso de Francia, donde según el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee) hay más de ocho millones de hogares franceses compuestos por una sola persona adulta. Y según el sociólogo Ludger Veelken, de la Universidad de Dortmund, Alemania tiene el número más alto de hogares unipersonales en Europa, con más de doce millones de personas viviendo solas.
Cuando se buscan las razones de este fenómeno, los expertos, tanto sociólogos como psicólogos, aportan varios factores. Para el sociólogo Javier Elzo tras esta tendencia hay dos pilares: la individualización y la secularización de la sociedad actual. “Hoy vivimos un periodo de mutación histórica que se basa, cual trípode inestable, en tres dimensiones: la globalización, la revolución tecnológica y el nuevo papel de la mujer. Esto da lugar a una instauración de valores en los que prima la búsqueda del bienestar desde el modelo de la individualización”. Carmen Lora, psicóloga clínica, investigadora en salud mental comunitaria y coordinadora de un programa transversal de atención a las personas mayores, quiere matizar el peso de la individualización, porque “vivir solo no significa estar inmerso en un proceso de individualización, al fin y al cabo hay que aceptar que todos dependemos de los otros. No es tan habitual encontrarse con personas que no han intentado vivir en pareja. Vivir solo responde a momentos biográficos, desde el desengaño con la pareja unido a la independencia económica, a la búsqueda de identidad que algunos asocian con la elección de escoger voluntariamente vivir solos como viaje interior”. Las personas mayores que viven solas porque han enviudado serían un caso aparte en todas estas consideraciones.
Para Rafael Santandreu, psicólogo y autor de El arte de no amargarse la vida (Ed. Oniro), la gente está más sola que nunca por dos razones contrapuestas: “Porque no sabemos convivir en pareja y porque nos hemos dado cuenta de que no necesitamos hacerlo. Se trata de dos razones: una positiva y una negativa. La negativa es que muchas personas no saben convivir. Para hacerlo tienes que dejar de exigir al otro nada. ¡Ni siquiera cuando tienes razón! Si mi pareja viene enfadada del trabajo y rompe la vajilla, yo recogeré los trozos, bajaré a comprar platos de madera y prepararé una buena cena para los dos. Otro día, ya calmados, le diré: ‘Cariño, me gustaría que no rompieses nada en casa, pero si no puedes dejar de hacerlo, yo te querré igual siempre!’. Eso es sugerir en vez de exigir… La gente no sabe hacer esto y la vida en pareja se convierte en un intercambio constante de exigencias. La razón positiva: mucha gente se da cuenta de que no tienes por que vivir con nadie si no lo deseas, porque la soledad no es nada mala. Genial: ¡saber estar solo es también muy bueno! y una forma de no amargarse la vida”.
La visión que se tiene respecto a las personas que viven solas varía según los expertos y según los propios protagonistas de su ciclo vital. La mirada empresarial ha reconvertido la soledad en el término single, de connotaciones más placenteras o, como mínimo, asociado a la capacidad de hacer y decidir lo que se quiera sin tener que dar explicaciones a nadie. Según Carmen Lora, cada vez hay más mujeres que no tendrían ningún tipo de problema para entablar una relación de pareja pero que simplemente han decidido impulsar su carrera profesional y vivir solas. “Tienen claro que no se van a casar, que no van a tener hijos y que siempre vivirán solas. Tienen sus actividades y aseguran que con esto ya tienen bastante. Y actualmente la satisfacción sexual ya no es un problema o puede darse, sencillamente, que prescindan de ella”, señala. Según esta experta, los grupos singles se multiplican, sobre todo, en las grandes ciudades. “Personas que viven solas que hacen actividades con personas que viven solas”. No es de extrañar que proliferen los clubs de solteros y revistas on line dedicadas a este colectivo, como el club Impar (Revistaimpar.com) y Gente Single (Gentesingle.com). Conchín Para, fundadora del club Impar, explica que la sociedad actual, “lejos de asociar a los solteros con personas aburridas, los observa como unos afortunados que generalmente no se privan de nada y no cesan de hacer planes”.
¿Es así? ¿Realmente son más felices los que viven solos? Sílvia Díez, filósofa, terapeuta y coautora junto con la psicóloga y sexóloga Araceli Gutiérrez de A solas, la aventura de vivir (Ed. Luciérnaga), aporta un ejemplo de mujeres –no generalizable– cuya motivación para vivir solas nace de “una contradicción. Es bastante habitual que a partir de los 33 años se produzca una crisis de edad. Vienes de una pareja que no ha funcionado, y te planteas un proyecto de vida más personal. Te abocas más a esta soledad. La asumes. Ya no compartes proyecto común en tu vida. Haces más tu proyecto a partir de una experiencia negativa en pareja. Estás como resentida y acentúas el egoísmo”.
Jesús Madrid, psicólogo y presidente de la Asociación Internacional del Teléfono de la Esperanza, asegura que no toda la gente que está sola lo está pasando bien. “Las más de 300.000 llamadas anuales que se reciben en esta asociación hablan por sí mismas del grado de sufrimiento que la soledad causa en la sociedad española. El 70% de quienes llaman son mujeres. Algo en lo que coincidimos con Estados Unidos y el resto de países occidentales. Y no es porque a los varones les afecte menos: no lo cuentan. El 35% de la población de entre 25 y 40 años vive sola. El varón sufre de soledad tanto como la mujer, pero no lo cuenta y por eso se nota menos. Las mujeres comunican mejor su angustia y también por eso llaman más a nuestro teléfono”. Volviendo al caso concreto del colectivo anterior, Sílvia Díez asegura que poco a poco “te vas volviendo más exigente con la vida y con las posibles parejas. Ya no estás de la misma manera abierta. Hay una parte interior tuya que está cerrada. Tienes una creencia de que ya no puedes funcionar con nadie y acaba no funcionando bien”.
Rafael Santandreu asegura que esta creencia se puede cambiar. “Aunque parezca inverosímil, si dejas de creer en una creencia neurótica, dejas de sufrir la emoción correspondiente”. También asegura que sufrir en la soledad es una creencia. “Existe una creencia irracional muy extendida que dice ‘es muy mala la soledad’ y eso es una tontería. La gente que sufre la soledad es solamente porque se dice eso, defiende esa creencia y experimenta las emociones correspondientes. Si te convences a ti mismo con varios argumentos racionales de que la soledad no es mala, te liberas de la emoción de depresión asociada que sufren algunos. ¡Hazlo: reflexiona sobre ello cada día hasta convencerte de ello! La soledad para mí es maravillosa. Yo disfruto mucho de mis momentos de soledad –soy soltero y no tengo hijos–. La manera correcta de vivir la soledad es imaginarla como una pizarra vacía: la puedes ir llenando de todos tus nuevos proyectos de vida. Recuerda que los objetivos más gratificantes se consiguen a medio plazo y requieren cierta planificación y trabajo: ahí es donde entran tus momentos de soledad, son necesarios para ello”.
¿Y qué dice la ciencia? Los científicos no se ponen de acuerdo sobre si vivir solo es mejor o peor para la salud. Daniel Gilbert, psicólogo social, profesor de Psicología de la Universidad de Harvard, asegura que las personas con pareja son más felices. La Fundación Española del Corazón afirma algo parecido: “El amor influye directamente en la salud de nuestro corazón”. Y la Sociedad Española de Cardiología añade que para prevenir enfermedades cardiovasculares es bueno “favorecer la presencia de sentimientos positivos reforzando nuestros lazos afectivos con nuestro entorno”. En este caso no hablan de parejas. Pero otro estudio indica que la pareja no es garantía de felicidad y salud. Un estudio del Instituto Karolinska de Estocolmo demostró que las mujeres con matrimonios estresantes tenían tres veces más riesgo de ataque cardiaco que las que tenían buena relación de pareja.
Ante esta dicotomía, Rafael Santandreu asegura que amargarse la vida no depende de estar solo o no estarlo. “Yo tengo pacientes que viven solos o en pareja, con hijos o sin hijos y vienen igualmente amargados. Lo importante es ser fuerte a nivel emocional. Cuando lo eres, necesitas muy poco para estar bien y, entonces, sabes disfrutar de las pequeñas cosas que te ofrece la vida. Si no te comes el coco, tu mente se abre a las mil y una oportunidades de divertirse, amar, aprender… en cualquier situación: en Alaska o en Benidorm, incluso enfermo o en la cárcel… Yo trato a personas que acaban de sufrir adversidades importantes y les enseño a olvidarse de lo que han perdido y concentrarse en sus oportunidades… ¡Y lo hacen! Entonces… ¿de qué me están hablando los que se quejan de la soledad?”.
Sílvia Díez distingue entre estar solo y sentirse solo. Hay personas que aun viviendo con más personas (parejas o no), se sienten solas. En este sentido, el 26% de los estadounidenses se califica de solitarios crónicos. El 54% de los franceses afirma haber sufrido de soledad alguna vez. El 25% de los españoles dice sentirse solo con frecuencia. Hay tanta soledad entre los solteros como en los casados, según el Teléfono de la Esperanza.
¿Seguirá esta tendencia a vivir solos? Javier Elzo asegura que la proporción de jóvenes que se proyectan en el futuro viviendo solos no es tanta. Para muchos, vivir con alguien sigue siendo un deseo. Esto no quita que el estar solo forme parte de esta respiración entre lo externo y lo interno, entre lo social y el diálogo con uno mismo. “Si estando solo no estás bien, raramente estarás bien en pareja. Pero hay quien vive en pareja y es incapaz de ver al otro porque requiere la voluntad de conexión y la capacidad de vaciarse de uno mismo, una cosa a la que estamos poco acostumbrados, ya que estamos llenos de nuestros discursos internos”, termina por decir Sílvia Díez.
El peso de la personalidad
¿Es tan magnífico vivir solo? Mònica Lapeyra, psicóloga, experta en programación neurolingüística (PNL) y risoterapia, explica que le parece curioso, creativo y divertido encontrarse con personas entre los 40 y los 50 que, después de una ruptura sentimental y de vivir solas un tiempo, deciden buscar un compañero de piso, aunque bien es cierto que en ocasiones es por necesidad a consecuencia de la crisis. “En la juventud compartimos piso frecuentemente por motivos económicos.
En este nuevo fenómeno social también puede haber motivos económicos, pero también causas que no lo son. Por ejemplo, según cuentan los implicados, se trata de tener compañía y divertirse. Cuando no hay un imperativo dinerario y tampoco se trata de encontrar alguien con quien mantener una relación sentimental, el casting de los candidatos es más fácil. Las condiciones están definidas desde el principio”. Pero esta experta pone sobre la mesa otro aspecto que influye en la decisión de compartir piso o no. “Hay variables relacionadas con la estructura de personalidad de cada persona que influyen en que para unas sea más agradable vivir solas y para otras lo sea vivir acompañadas. En el Eneagrama (tradición sufí que describe nueve tipos de personalidad) podemos ver las diferencias entre los tipos de personalidades (eneatipos). Por ejemplo, el eneatipo Cinco, que se define como ‘el Observador’ y cuyo rasgo principal es la avaricia, es un personaje que disfruta de estar solo, en especial aquel en el que predomina el instinto de conservación o supervivencia, al que se denomina ‘Cueva’. En cambio, el eneatipo Seis, en el que predomina el miedo, a menudo está solo porque no se atreve a pedir por timidez, aunque a menudo le gustaría estar acompañado.
No todo aquel que vive solo lo hace por elección propia”. Mònica Lapeyra también explica que en muchas ocasiones se suele relacionar el vivir solo con ser independiente, “y eso puede ser cierto en algunos casos, pero también es cierto que hay personas que viven solas porque no encuentran compañía, porque no saben convivir y prefieren aislarse antes que tener que esforzarse, o porque no se atreven a cambiar su situación por la de vivir acompañados porque les parece que no sabrán hacerlo, que es más complicado que vivir solo. Y aunque eso puede tener una gran parte de verdad, también es cierto que las personas que viven solas pueden volverse hurañas, tiranas y maniáticas con el tiempo”. Esta experta señala que compartir es una experiencia que brinda la oportunidad de crecer como personas porque hay alguien, el otro, que pone límites, “que nos señala qué les gusta y qué no de nosotros, que nos pide y que nos da feedback a través de sus acciones o de las conversaciones que se mantienen de facetas propias que no se desarrollan viviendo solo”.
También hay ciclos vitales y de vida. “Hay temporadas en las que una persona necesita vivir solo para encontrar una parte de sí que no encuentra acompañado. Algunas personas deciden vivir solas en etapas de crisis existencial, porque eso favorece la reflexión, la concentración, a veces la práctica de la meditación, el autocuestionamiento, la introspección. Yo conmigo, y nadie más. Considero que es muy interesante para cualquier persona, con o sin crisis, pasar una etapa de la vida sola, porque facilita el encuentro con uno mismo”. Y para acabar propone una reflexión: “¿Por qué, si vivir solo se supone que es tan interesante, se vive desde la independencia y no hay que dar explicaciones a nadie, hay tantas personas que no ponen fin a su relación de pareja por miedo a estar solos, o ponen fin cuando han encontrado a otra persona?”.
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