Padres que no se divorcian por miedo a las consecuencias en los hijos. Aquí especialistas despejan las dudashttp://www.losandes.com.ar/notas/2012/4/4/pareja-crisis-decision-crucial-634006.asp
Gritos adultos, llanto infantil. Peleas de padres que devoran la mente de los niños. Es cotidiano que la pareja discuta sin tomar el recaudo de que los hijos no estén presentes, incluso muchas veces el intercambio de ideas llega a mayores y los chicos presencian la situación sin entenderla; desesperados por la ignorancia.
Los adultos saben perfectamente por qué discuten, y hasta saben cuál será el punto máximo del conflicto. Mientras que los niños se enfrentan a un mundo desconocido, ven en los padres reacciones inesperadas y desconocen hasta dónde puede llegar la situación, esto los desconcierta.
En ocasiones la pareja considera que lo mejor sería una separación, sin embargo no se anima a tomar la decisión definitiva por las ‘secuelas’ que pueda dejar en los hijos. Y no son conscientes de que un clima familiar perturbado puede ser igual, o más nocivo, para el chico que el divorcio en sí. Claro que, en ambas circunstancias, las consecuencias psicológicas son inevitables. Al respecto la licenciada en Psicología y Psicoanálisis Mirta Fornés explica: “Desde una perspectiva más adulta es más tranquila la separación (en un clima familiar signado por los gritos, las peleas, el desamor y el maltrato), pero esto no va a evitar una serie de conflictos”.
Dejar de vivir un calvario no implica que el sufrimiento deje de existir. “Una separación siempre deja secuelas que los chicos deberán ir superando paulatinamente. Generalmente los más grandes, alrededor de los nueve años, entienden que es mejor para todos los integrantes de la familia y lo aceptan de otra forma; aunque también tendrán que elaborar su duelo, que no se hace de un momento para otro”, explica Fornés.
Y amplía el concepto para otras edades: “Cuando el niño es muy chiquito, hablamos de los dos o tres años, siempre va a preferir que sus padres estén juntos; a pesar de todo”. Esto se debe a que el chico todavía no desarrolla por completo la capacidad de entendimiento.
“Entendiendo o no los motivos de la separación, generalmente el chico va a sufrir un conflicto de dualidad, de dudas, con respecto al tiempo y las vivencias que transita con cada uno. Esto muchas veces lleva a que, inconscientemente, cuando llega de la casa de uno de los dos, por ejemplo, muestre malestar, esté odioso. Esto es porque quiere demostrarle al padre que lo recibe que ‘no la pasó tan bien’, aunque no sea cierto; para evitar que se ponga celoso”, explica Fornés sobre una de las actitudes que pueden observarse en los chicos, generalmente menores de 11 años.
En tanto Malena Bertoldi, una joven de 27 años, apunta -después de relatar la separación de sus padres- que para ella que “se divorciaran fue lo mejor que me pasó en la vida. Lo que me acuerdo de mi mamá, y de mi papá, de cuando vivíamos juntos es a uno en el comedor y al otro en la cocina, por ejemplo, gritándose, siempre peleando. No me acuerdo de algún momento en que nos hayamos reído todos, o que yo estuviera contenta. Mi mamá siempre le echaba en cara a mi papá que no le ayudaba con nosotros, que se pasaba el día trabajando, y que ella tenía que hacerse cargo de todo; y yo trataba de hacer las cosas sola para que mi mamá no se enoje”.
Lo ideal a futuro
Fornés explica que la pareja, próxima a un divorcio, palpita lo que está pasando: sabe perfectamente lo que va a venir. En cambio, el hijo puede presentir un malestar pero no es consciente plenamente de la situación. Entonces, un día el chico se levanta y se desayuna con que los padres no están más juntos.
“Lo ideal es que si la pareja ya tomó la decisión de separarse maduramente, le informe a los hijos la situación -dice la especialista-, que ellos tengan un tiempo de maduración de la idea hasta que la acepten, y recién después concretar la acción”. Fornés aconseja ponerles un ejemplo a su altura: “Si con tu amigo no te sentís bien, lo mejor es que dejes de frecuentarlo”. Y remarca la importancia de explicarle que, aunque los padres estén separados, cada uno sigue siendo “papá” y “mamá”; y que eso no va a cambiar.
“En el caso de que la separación sea abrupta, por ejemplo, por una infidelidad, por violencia o por cualquier motivo que lleve a los padres a decidirlo de un momento para otro, hay que explicarle al hijo, siéndole claro y no negarle la realidad.
Y por supuesto, acompañarlo con la ayuda psicológica pertinente”, aclara la profesional; y agrega la importancia de no cometer los mismos errores dos veces: “Si no hubo tiempo de avisarle al chico sobre los proyectos de los padres, y vivió la separación de forma abrupta, es importante que no pase por lo mismo otra vez. Son ejemplos de violencia, también, cuando uno de los padres da por sentado que el otro lo irá a buscar al colegio y, al final, no va ninguno de los dos. O cuando pasan a retirarlo más tarde de lo acordado por la casa de mamá o papá. O cuando escucha a mamá diciendo ‘tu padre no deposita lo que corresponde en el banco’”.
Un punto fundamental es que el chico entienda que los padres seguirán cumpliendo sus roles a pesar de la separación.
Por Luciana Guzmán - lguzman@losandes.com.ar
Reunión de los lunes
miércoles, 4 de abril de 2012
Pareja en crisis: la decisión crucial
Miércoles, 4 de Abril, 2012
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