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Jueves, 4 de Abril, 2013
Carlos Arroyohttp://blogs.elpais.com/ayuda-al-estudiante/2013/04/es-la-educacion-cosa-de-hombres.html
Supervisar cómo van los hijos en el instituto o el colegio parece una tarea con el sello femenino marcado a fuego, lo mismo que la crianza de los niños. Cuando uno asiste a las reuniones de centro, enseguida le surge la sospecha que muchos padres deben de tener cosas mucho más importantes que hacer que ocuparse de los pequeños detalles de la educación de sus hijos. El predominio de madres es evidente, y lo malo es que muchos ya se han acostumbrado a ello y apenas reparan en este preocupante desequilibrio.
Al comentar esta cruda realidad con hombres y mujeres, he constatado la abundancia de malas excusas, sobre todo en ellos (aunque debo reconocer que, a veces, ellas los eximen de responsabilidad). Un viaje profesional, un horario criminal, una reunión trascendental o cualquier compromiso insoslayable podría llegar a ser creíble en términos individuales, cualquier día suelto, pero adquieren una apariencia diferente cuando se ponen en un contexto estadístico más amplio (sea en grandes términos sociológicos sea en el plano de la reincidencia personal). Porque lo que sucede una vez tiene la explicación que más nos guste. Lo que sucede siempre tiene una explicación muy distinta.
He oído muchas veces frases del estilo de “Yo no me puedo ocupar de esto, porque tengo mucho trabajo y, además, mi mujer lo maneja mucho mejor que yo”. A mí me suena parecido a “Yo no me puedo ocupar de hacerme un café cuando me apetece, porque no manejo bien la cafetera y, además, mi mujer me lo hace mucho mejor que yo. Y ella lo hace con mucho gusto”. El problema del café podríamos describirlo simplemente como tener morro (o ser machista, según se prefiera), pero lo de dimitir de todo el proceso de acompañamiento y control de la marcha educativa de los hijos es algo bastante más serio. ¿Qué demuestra? ¿Qué consecuencias tiene?
No pretendo ni mucho menos hacer una crítica universal. Como es natural, queda a criterio del lector (varón), considerarse o no aludido por estos comentarios según sus condiciones y su propia historia personal. Pero creo que, hablando en términos sociológicos, hay muchos padres que se preocupan, pero no se ocupan, y algunos otros que parecen considerar que su implicación en la educación académica de sus hijos casi termina en el hecho de pagarla. Algo necesario, pero que queda muy lejos de ser suficiente. En contraste, las madres también lo hacen y con ello no dan por terminadas sus obligaciones.
A partir de ahí, algunos padres (varones) ponen en juego un ingenuo comportamiento de jefe a la antigua usanza: “No quiero saber cómo, pero haced que esto funcione perfectamente y no me vengáis con problemas: resolvedlos antes de que lleguen a mí”. Es decir, ya se ocuparán los demás, como si estuvieran a sus órdenes.
El problema es que la educación de los hijos no funciona como una especie de caja negra de avión, en la que no habría por qué indagar hasta que no ocurre un accidente catastrófico. La evolución de los hijos, y especialmente su formación académica, requiere un proceso de monitorización permanente, ágil y activo. Además, para que los hijos se desarrollen como personas y vayan modelándose a sí mismos, necesitan sentir confianza, saber que disponen de la ayuda, el consejo, la orientación y también la eventual reconvención de sus progenitores (si tienen la suerte de tener a los dos), pero no de uno sí y otro no.
La dimisión académica de algunos padres suele ampliarse y generalizarse a veces hasta convertirse en una abdicación educativa en todo su esplendor. Y una de las consecuencias es que la riqueza de matices compartidos y la mutua corrección y mejora de estrategias que se da cuando la educación y el cuidado de los hijos es cosa de dos, desaparece por completo, para dar lugar a este lamentable reparto de papeles: monitorización y control cotidiano por parte de la madre; silencio y estentóreos volantazos ocasionales por parte del padre.
En estos casos, suelo recordar un diálogo cinematográfico, creo que era en Ópera prima, de Fernando Trueba (cito de memoria). Una pareja discutía sobre la educación de su hijo y ella decía que, habida cuenta de lo poco que se ocupaba él, tuviera en cuenta que era mejor una educación que una educación y media. Eso es lo que genera un padre que solo interviene investido como miembro eventual del gran comité de crisis: una educación y media (o una educación y apenas unas decimillas).
También me he encontrado también el ambiguo argumento de que, para ejercer bien el papel de padre, hay que mantener cierta distancia. No puedo estar más de acuerdo, si definimos “mantener cierta distancia” como evitar el colegueo a partir de cierta edad. Pero ignoro qué misteriosa relación biunívoca puede haber entre evitar el colegueo y ocuparse o no de la marcha educativa de los hijos.
Estoy convencido de que algo va mal cuando un padre o una madre y un hijo o una hija tienen una relación idéntica a la de dos amigos. En esta entrevista de Joaquín Soler Serrano, director del extraordinario programa de entrevistas A fondo, el gran escritor Ernesto Sábato habla (entre el minuto 4.17 y el 5.33) de la imposible amistad entre padres e hijos, y afirma que un buen padre es mucho más que un amigo y, al tiempo, mucho menos que un amigo. Pero no es un amigo. (Recomiendo encarecidamente a entrevista completa a todo aquel que tenga tiempo).
Termino apelando a la necesidad de una reflexión sobre el papel del padre en aquellos casos que brillan por su ausencia en el día a día de los hijos. Para ser sincero, los padres que se esfuerzan en ser simultáneamente madres (en el sentido holista del término: siempre pendientes del colegio, de los desayunos y la cena, de la ensalada que les conviene y de la comida basura que deben limitar, de la consulta del médico y de la fiesta de cumpleaños, de escuchar a los hijos o de darles un buen consejo, sin dejarse abducir mental y emocionalmente por su propio trabajo y sus compromisos personales) son una rara bendición para los hijos. Ese es un esfuerzo que siempre merece la pena, porque no he conocido a un chico ni a una chica que no se dé cuenta y lo valore de verdad.
Nota.
Me permito trascribir la dedicatoria de mi libro Somos padres de un estudiante y necesitamos ayuda: “A todas las madres, que ni en las peores circunstancias profesionales o vitales se olvidan jamás de pensar en cómo les irá a sus hijos en el colegio. Y a aquellos padres que se esfuerzan en ser madres”.
LOS 11 COMENTARIOS PUBLICADOS HASTA AHORA:
"Hace falta una tribu para educar un niño" Ken Robinson. La educación de los niños es cuestión de todos. Los padres y madres podrían implicarse mucho más aplicando los principios de la educación personalizada. Para mi no hay goce mayor que ver a tus hijos compartiendo sus ilusiones y proyectos con toda la familia e interactuando con su entorno.
Si quieres saber más sobre Ken Robinson, la educación personalizada o cómo entrenar el talento de los niños, visita mi blog www.silviagirones.com
Siempre me llaman la atención las advertencias contra la amistad entre padres e hijos. Principalmente, porque no tengo muy claro de qué padres se está hablando. No conozco absolutamente ningún padre que defienda dicha amistad. Tampoco he encontrado jamás, en un foro en el que se mente la bicha de la amistad paterno –filial, a un forista que la defienda. Entonces, ¿quiénes son esos padres que practican la amistad con sus hijos? ¿Existen de verdad? Yo sé que existen, por ejemplo, madres que dan el pecho durante años, o que paren en sus casas, padres que escolarizan en el hogar, o que duermen en la misma cama que sus hijos. Y lo sé porque veo sus blogs y sus webs. Pero no tengo la menor noticia de los padres-amigos. ¿No serán una invención de los demás padres? ¿Un vano ejercicio de auto escándalo auto creado para la propia y onanista autosatisfacción?
En realidad, miento: yo sí que conozco a un padre que intenta ser amigo de sus hijos: soy yo. Lo que pasa es que me niego a meterme en el mismo saco fantástico en el que se mete a todos esos padres-amigos imaginarios. Recuerdo que el tópico más habitual contra ellos es: “tú no puedes fumarte un porro con tus hijos”. En efecto: yo no hago semejante cosa. Sin embargo, me sigo considerando amigo de mis hijos. Al final, lo que concluyo es lo siguiente: mi concepto de la amistad no coincide con el concepto de la amistad que tienen los detractores.
Y hay otra cosa que comprendo muy bien (porque soy padre y conozco las vicisitudes y los retos), y es que si “eliges” ciertos métodos pedagógicos, como el cachete, el castigo, la represión, el grito, el insulto, la falta de respeto, la manipulación, el chantaje, el engaño, la dominación, si niegas a tus hijos tus brazos, tus mimos, tu presencia, tu mirada, si no aceptas como real su absoluta necesidad de ti, si no aceptas sus errores… entonces, en efecto, no puedes presentarte como su amigo y a la vez mirarle a la cara.
Aquí van algunas cifras para que el articulista se replantee sus ideas: Sólo una de cada 35 mujeres gana más dinero que su esposo. Esta cifra se deriva del 15% de mujeres casadas que pertenecen al 20% de hogares españoles sustentados por mujeres. El 85% de los hogares restantes sustentados por mujeres corresponde a viudas, divorciadas, madres solteras o solteras. Insisto: En 34 de cada 35 hogares intactos el salario principal es el del esposo. Por tanto, es el salario que hay cuidar con más esmero. La asistencia o no asistencia de los padres a las reuniones, en estas condiciones, no puede ser entonces utilizada como indicador de que no se involucren en la educación de sus hijos. Del mismo modo que la asistencia de la mujer a dichas reuniones tampoco indica mayor preocupación, ya que la mayoría de ellas acuden allí en gran parte como transmisoras de información hacia sus esposos. ¿De verdad es absolutamente necesario que acudan padre y madre, cuando uno de ellos puede contarle las cosas al otro? Los hombres comenzarán a ir a las escuelas cuando más madres se esfuercen por hacer de padres, no tenga la menor duda.
María Carnicero "no entiende" y le "huele mal". Resulta que los divorciados estarían excusándose de visitar a los maestros sin que esté claro por qué. Y le explico... Mire, podría ocurrir que el centro escolar no tuviera el detalle de informar al padre de las notas o de cualquier otra cosa. A menudo los centros escolares confunden la custodia con la patria potestad, y se imaginan que sólo tienen obligación de informar a la madre custodia. Es un grave error, pero sólo resoluble, me temo, a base de denuncias a los centros.
En la misma línea, no es nada raro que un centro escolar ponga impedimentos a la información debidos a posibles objeciones de la madre para que se informe al padre, de las que podría derivarse una denuncia al centro. Para curarse en salud el centro podría exigir al padre que entregase una prueba de poseer la patria potestad. Nada de esto se le exigirá en ningún caso a la madre. Finalmente, si su hijo ha cumplido ya los 18 años, entonces una directora de instituto podría (doy fe) negarse a darle a usted información sobre su hijo con la excusa de que se trata de un mayor de edad. Y ello sin que, por supuesto, este mayor de edad hubiera puesto la menor objeción a esa información. Resumiendo: se trata de un trato discriminatorio amparado en normas legales, y padecido por unos padres que ven a sus hijos 4 días al mes.
Ya quisieran muchos de ellos verles a diario y estar al tanto de su educación... Pero encima tienen que vivir bajo sospecha de ser unos jetas por tener pene. Porque "las fotos no mienten"...
Hay algo que no entiendo y me huele mal. ¿Como se divorciaron ya no puede ir a la escuela para hablar con los maestros? y lo mismo vale respecto al médico.
Las fotos no mienten.
Algo dice el artículo con lo que estoy completamente de acuerdo:
“Estoy convencido de que algo va mal cuando un padre o una madre y un hijo o una hija tienen una relación idéntica a la de dos amigos.”
Pero también van mal otras cuestiones, como por ejemplo: vender una subcultura en la que se pretenden cambiar los roles dando supremacía total-legal a la mujer; y total es una sobrevaloración de sus derechos hasta para lo que no les corresponde. Y lo que va del todo mal es una inversión total en los valores familiares en lo que viene siendo una guerra continua para destruir el matrimonio y la familia.
Lo que no me gusta es la tendenciosidad del artículo. Un matrimonio se basa en el respeto. La vida es demasiado dura para que, a estas alturas, venga nadie a plantearse cuestiones sobre si la educación es cosa de uno u otro, cuando está claro que es cosa de dos; esto hablando de situaciones normales, en las anormales, con la ayuda del estado estas, además, la tendencia es excluir al padre de forma forzosa de la educación de los hijos, obligándolos en muchos casos a ejercer una perseverancia también anormal , en la que esa “preocupación” no se convirte en implicación porque no les dejan.
La complementariedad no implica hacer creer a las mujeres que son el centro del universo, independientemente de que muchos deban acudir a una escuela de padres; también ellas.
LA EDUCACIÓN ES COSA DE PERSONAS, NO DE HOMBRES NI MUJERES. Cualquier diferenciación entre ambos sexos es un golpe a la desigualdad.
Si este periodista se ha informado bien antes de escribir su artículo, descubrirá que se deja muchos flecos (demasiados para mi gusto) como para opinar "a la ligera". Un par de datos bastarán para explicar una pequeña parte del por qué se ven a más mujeres que a hombres en los colegios: en España hay más de 100.000 divorcios cada año (http://www.ine.es/prensa/np735.pdf). El 95% de los divorcios con hijos menores tienen el régimen de CUSTODIA MONOPARENTAL MATERNA (lo que supone que la mujer suele estar con sus hijos 26 días al mes y el hombre tan solo 4).
Si añadimos otros factores (el 80% de las titulaciones universitarias son de mujeres, lo que conlleva que éstas ocupen puestos más especializados con menor carga laboral) y así vamos añadiendo poco a poco otros muchos, nos podríamos formar un mapa más detallado y menos sesgado del por qué las mujeres acuden más a centros educativos que los hombres.
Pero claro, esto requiere un esfuerzo de investigación que no todo el mundo está dispuesto a aceptar, a la par de que puede arrojar datos que no todo el mundo esté dispuesto a asumir.
Es más una cuestión de familia. No es o padres o madres, sino más bien, padres y madres.
http://www.infanmusic.com/
Muchas veces achacamos al hombre comportamientos que somos las mujeres las que los provocamos. Lo que tal vez SI es de los hombres es dejarse llevar....(¿abandonar?) cuando las mujeres transformamos nuestra personalidad por alguna causa justificada o NO. Hay muchos hombres que se abstienen porque las mujeres decimos que "ese es nuestro espacio". ¿Es que hay un espacio diferente para madres y padres? Para mi realmente NO.
Por lo tanto, hay que ver más allá para saber si hoy en 2013 y en España (nuestro contexto) es machismo, comodidad u otros factores de personalidad de hombres y mujeres....leyes vigentes....que dejo en tus manos o a tus inteligentes comentarios para un nuevo artículo.
Me parece muy interesante el artículo, pero creo que hay muchos matices que hacer. Aquí en Cádiz, donde yo vivo, donde el paro es una lacra terrible y la mayoría de los padres no tienen consejos de administración que atender, ni jornadas maratonianas que atender, si que se ven padres con vocación de madres (y me imaino que habrá las correspondientes madres con vocación de padre). Yo me crié con un padre ausente y lomtengo muy en cuenta a la hora de criar a mi hija yprocuro estar presente en todas las facetas de su vida.
http://cocinarconciencia.blogspot.com.es/2013/03/huevos-de-arsenio-revuelto-meloso-de.html
Si este periodista se ha informado bien antes de escribir su artículo, descubrirá que se deja muchos flecos (demasiados para mi gusto) como para opinar "a la ligera". Un par de datos bastarán para explicar una pequeña parte del por qué se ven a más mujeres que a hombres en los colegios: en España hay más de 100.000 divorcios cada año (http://www.ine.es/prensa/np735.pdf). El 95% de los divorcios con hijos menores tienen el régimen de CUSTODIA MONOPARENTAL MATERNA (lo que supone que la mujer suele estar con sus hijos 26 días al mes y el hombre tan solo 4).
Si añadimos otros factores (el 80% de las titulaciones universitarias son de mujeres, lo que conlleva que éstas ocupen puestos más especializados con menor carga laboral) y así vamos añadiendo poco a poco otros muchos, nos podríamos formar un mapa más detallado y menos sesgado del por qué las mujeres acuden más a centros educativos que los hombres.
Pero claro, esto requiere un esfuerzo de investigación que no todo el mundo está dispuesto a aceptar, a la par de que puede arrojar datos que no todo el mundo esté dispuesto a asumir.