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domingo, 1 de junio de 2014

No soy mandona, soy la que manda

Domingo, 1 de Junio, 2014

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Todo empezó con una frase: "Búscate otra amiga que sea una mejor influencia para ti. A nadie le gustan las chicas mandonas". Se la dijo un profesor de su instituto a la mejor amiga de Sheryl Sandberg. Alrededor de 30 años después, a la directora operativa de Facebook, una de las ejecutivas más importantes del mundo, todavía no se le ha olvidado. Y esa ha sido la semilla de la impactante campaña norteamericana 'Ban Bossy' (Prohíbe la palabra mandona) liderada por la cantante Beyoncé. El objetivo: terminar con los estereotipos negativos asociados a las mujeres que ocupan puestos destacados y animar a las jóvenes a ser ambiciosas.
En España, YO DONA ha propuesto a ocho mujeres lideres en distintos ámbitos profesionales plasmar en un vídeo el mensaje: 'No soy mandona. Soy la que manda'. Y Elena Valenciano, Judit Mascó, Cristina Cifuentes, Rosa Díez, Agatha Ruiz de la Prada, Carme Chaparro, Amparo Moraleda y Samantha Vallejo-Nágera no se lo pensaron dos veces. Tú también puedes participar. Esperamos tus comentarios en yodona.com y en las redes sociales. Deja tu mensaje con el hashtag #nosoymandona.
Para Elena Valenciano, vicesecretaria general del PSOE y cabeza de lista para las elecciones europeas, "mandar es organizar, liderar, dirigir, hacerse cargo de los equipos, anticiparse. Habría que prohibir la palabra mandona", afirma. Un término que, por cierto, solo se conjuga en femenino. "A los jefes nunca se les llama mandones, solo a nosotras", se queja Rosa Díez, líder de Unión Progreso y Democracia (UPyD). Diferentes lenguajes llevan implícitas connotaciones despectivas que limitan las opciones femeninas y disuaden a las niñas de querer tomar las riendas y ser, ellas también, líderes. "Sheryl Sandberg ha descubierto lo que nos decían cínicamente las madres y abuelas a las chicas de mi generación: no demuestres que eres inteligente o no te casarás... Más de una vez se ha denunciado cómo, de forma inconsciente, en la propia escuela se atiende más a los chicos que a las chicas. Hay que hacer un esfuerzo para que las niñas y jóvenes aumenten su autoestima y manejen con naturalidad su capacidad, su carácter, su poder", reivindica la experta Eva Levy, senior advisor en Diversidad en Atos, compañía internacional de servicios de tecnología de la información. Las que han aceptado el desafío de empeñarse (y lograr) llegar a lo más alto, lo han vivido en su propia piel. "Según empezaba a escalar posiciones tuve que hacer frente al diferente vocabulario empleado para describir cualidades similares en hombres (seguro, entregado, resolutivo) o en mujeres (mandona, agresiva, emocional)", relata en sus memorias la ex secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright. Michelle Obama describe su experiencia en la primera línea de la esfera pública: "La imagen que se ha tratado de pintar de mí desde el día en el que Barack anunció su candidatura es la de una mujer negra enfadada". Otras escuchan a diario cosas peores. Los medios americanos definen a Anne Wintour, directora de la edición americana de la revista Vogue y una de las personalidades más influyentes del mundo de la moda, como "una Darth Vader con vestido" y hay quien se refiere a ella como jefa tirana (o directamente una "zorra", 'bitch' en inglés ).
Y es que las palabras importan. Claro que importan. Así lo asegura Margarita Mayo, profesora de IE Business School y vicepresidenta de la European Academy of Management: "Las mujeres son mucho más sensibles al 'feedback' negativo de sus compañeros, porque lo interiorizan y se ven a sí mismas como los demás las perciben. Sin embargo, ellos mantienen sus percepciones exageradas de liderazgo a pesar de las críticas negativas". Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, matiza: "No se puede generalizar. La percepción de las mujeres es positiva o negativa en función de cómo desempeñen sus responsabilidades en cada caso concreto. Igual que los hombres. Pero cuando cometen un error, a veces la crítica es más feroz solo por ser mujer".
Las cualidades de líder suelen ser innatas, tanto en unos como en otras. Sin embargo, con frecuencia es necesario animar a las niñas a alzar la mano, a expresar sus opiniones, a perder el miedo a ser juzgadas, a ponerse al frente de equipos y tareas, a destacar. Impulsar, fomentar y entrenar las aptitudes y la motivación para el liderazgo desde la infancia y así permitir su acceso a todos los estratos de la pirámide de poder es una cuestión de justicia. Pero también una forma de aprovechar mejor el talento de la mitad de la población: "El futuro de la humanidad depende de la capacidad de dar a las mujeres la competencia para la instrucción y el liderazgo", dice Rosa Díez citando a Rita Levi-Montalcini, bióloga y política italiana que, siendo mujer y judía en los años de la II Guerra Mundial, se enfrentó a la doble discriminación, rompió barreras, despreció las normas establecidas y logró la excelencia a pesar de las dificultades. O gracias a ellas.
¿Pero existe realmente un modelo de liderazgo femenino? Los estudios parecen dejar claro que sí. Hudson, compañía de gestión del talento, ha realizado una investigación para conocer las características de los líderes emergentes en Europa. Comparadas con los hombres, ellas tienden a organizarse mejor, tienen una visión más conceptual de las cosas (mayor pensamiento abstracto) y son favorables al cambio. Además, adoptan un estilo de comunicación más abierto, tienen un enfoque humano y prestan atención a las relaciones sociales. Esa es la teoría, pero la práctica la confirma. "La jefatura es unipersonal, mientras que la idea de liderazgo es más colectiva, más creativa, más cómplice. Ese concepto colectivo es femenino", dice Rosa Díez.
Nadie duda ya de la valía femenina, de su preparación y de su capacidad para hacer, alcanzar y desempeñar las mismas funciones que los hombres. Lo dijo Mafalda, por seguir citando a mujeres célebres: "Podemos hacer lo mismo que ellos... y con tacones altos". Y conseguir mejores resultados, por cierto, podría añadirse hoy. "Ser jefa es tomar la última decisión", afirma la periodista Carme Chaparro, "pero una inteligente la toma después de haber oído a todo el mundo". Su receta para convertirse en una buena líder, con o sin tacones, es simple: "Confiar en una misma, ser ambiciosa, escuchar y mostrarse libre, asertiva y flexible".
Y es que los estudios de consultoras internacionales demuestran que las empresas con consejos de dirección mixtos tienen más beneficios. "Las mujeres pueden aportan un estilo que favorece la creatividad, la innovación y la adaptación al cambio. Todo lo cual mejora la ventaja competitiva de las organizaciones", subraya la profesora Margarita Mayo. "Si tuviera que citar un rasgo diferenciador del liderazgo femenino, diría que la intuición para detectar los problemas, la sensibilidad a la hora de abordarlos y la perseverancia cuando hay que encontrar soluciones", añade Cristina Cifuentes.
Lo de la indumentaria y la mención a los tacones no es un asunto tan baladí como pudiera parecer. Hubo un tiempo en el que copiar el estilo, el comportamiento, incluso el aspecto exterior era algo obligado entre las féminas con poder. Vestir como ellos, ocultar las emociones, adoptar sus maneras de mando y sus costumbres era necesario para hacerse un hueco en una cumbre históricamente masculina. Pero los tiempos van cambiando. "Un ejemplo que lo refleja es que ya no se habla del traje de profesional al que nos referíamos hace años con humor (el dos piezas riguroso) y vemos estilos de vestir más libres", reflexiona Eva Levy. "Por supuesto que se puede ser una gran ejecutiva sin renunciar a mostrarse femenina", afirma tajante Amparo Moraleda, consejera independiente. "Mi consejo es: no autolimitarse y seguir adelante cuando los demás tiran la toalla".
Para la modelo Judit Mascó, la pelota ahora está en el tejado masculino: "Las mujeres están muy bien preparadas y cuando deciden asumir puestos de responsabilidad es porque se sienten seguras y capacitadas de llevarlo a cabo con éxito. Se trata de ser una misma, y de actuar como una cree que debe hacerlo, no según los estereotipos marcados. Hemos dado un paso firme en asumir responsabilidades en el mundo empresarial. Ellos deben hacer lo mismo y asumir las responsabilidades que les tocan en el hogar".
¿Copiar a los hombres? No. Pero sí aprender de ellos. "A menudo tenemos un problema a la hora de delegar funciones y una tendencia al perfeccionismo (ambos aspectos son caras de una misma moneda) que debemos combatir para ser más eficaces y sentirnos cómodas. Son tics que hay que superar, fruto seguramente de la necesidad de demostrar siempre que estamos a la altura", explica Eva Levy, y añade: "Hay ambientes muy machistas donde una mujer, simplemente, y no digamos una que es poderosa, irrita. Sin embargo, creo que hoy en día tenemos mucho campo de juego y podemos llegar muy lejos. Pero hay que creérselo, desearlo, buscar aliados y desarrollar estrategias inteligentes. A veces la discreción femenina forma parte de esa estrategia, pero en otras ocasiones hay que desplegar el plumaje del pavo real".
Volvamos, para poner el punto y final, a la sabiduría de Mafalda, esa niña de pelo alborotado e ideas alborotadoras: "¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto?".
http://www.elmundo.es/yodona/2014/05/17/537601bce2704e94208b457d.html?cid=MNOT23801&s_kw=no_soy_mandona_soy_la_que_manda

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