Cuando yo era niña era muy poco frecuente, de hecho recuerdo perfectamente el primer niño que conocí y que era hijo de divorciados. Por suerte ahora el número de cárceles sentimentales se ha reducido, está más y mejor asumido que no hay que permanecer unidos por el bien de los niños (los niños solo estarán bien si lo están sus padres), por la vergüenza de la separación o el miedo a complicarse la vida.http://blogs.20minutos.es/madrereciente/2014/07/23/divorcios-y-vacaciones-con-ninos-algunos-consejos/
Hay muchos niños cuyas vacaciones dependen de dos adultos que se quisieron pero cuya relación ha terminado. No es nada que no sepáis. Lo ideal es que esa separación implique una entente cordial, un reparto racional del periodo de vacaciones, sin volcar rencores en ellos, sin guerras de guerrillas. No es fácil para los adultos, tampoco muchas veces para los niños, que tienen que gestionar emocionalmente mucho siendo muy pequeños.
Me ha gustado un texto de Superpadres.com que habla de qué conductas evitar y qué reacciones pueden generarse y cómo actuar. Aquí os lo dejo:
Cristina García Desplat, psicóloga miembro de Psicocat Orientació y colaboradora de Superpadres.com, afirma que “cada uno lleva su “mochila” de presión, en gran medida inconsciente, y no la podremos eliminar fácilmente, aunque reflexionar sobre algunos puntos clave nos puede ayudar a llevarla mejor”.Y sí, ya lo sé, la teoría es siempre más sencilla que la práctica. Es fácil dar consejos de forma aséptica y no tan sencillo cumplirlos en caliente. Pero es a lo que hay que aspirar.
- García Desplat propone tres conductas a evitar por parte de los padres:
- Por una parte, huir de las “grandes expectativas”. Para la psicóloga y asesora familiar es importante “no obligarse a disfrutar, ni reprochar a los hijos que no disfrutan lo suficiente”. La actitud correcta consistiría en “aceptar las cosas como vengan y olvidarse de las grandes expectativas porque siempre sale algo mal. Puede llover, los transportes se retrasan, los niños se pelean, dicen que se aburren o se pasan el día llorando. Son situaciones normales y también pasarían si los padres no estuvieran separados”. Por eso advierte que “no tiene sentido reprocharles que no disfrutan lo suficiente y menos echarles en cara lo mucho que ha costado o lo duro que se ha trabajado para conseguirlo”, afirma.
- El segundo punto a evitar es “un exceso de mimos”. Cristina García Desplat explica que “es habitual compensar nuestras inseguridades colmando al niño con todos sus caprichos o consintiendo comportamientos tiránicos para que pase unas “felices” vacaciones”. Para la psicóloga, “lo sano es ayudarle a comprender y aceptar que hay un orden en las cosas y ese orden no lo deciden los hijos, aunque se pueden tener en cuenta sus opiniones si las expresan con corrección”. Una buena receta podría ser: “amabilidad, respeto y mucho cariño, pero siempre con firmeza”. También recuerda la importancia de “no ceder ante las pataletas y tener mucha paciencia para no responder con gritos a sus gritos”, premisa que “se debería aplicar siempre”.
- El tercer punto, no menos importante: “Evitar meter al niño en nuestras guerras”. Según la colaboradora de Superpadres.com, “cuando el otro progenitor no quiere o no puede cumplir los planes pactados para las vacaciones debemos tener presente que para los hijos es importante no sentirse rechazados ni abandonados”. En este sentido, recomienda “ayudar a aceptar, comprender y perdonar, para que el niño pueda superar la frustración, ya que echar leña al fuego daña a todos”.
- La psicóloga informa también de algunas reacciones que “no esperábamos en nuestros hijos” y que pueden surgir durante las vacaciones.
Cristina García Desplat aporta un último consejo: “debemos intentar comprender cómo se sienten y evitar la represión severa, ya que esto solo aumentaría la distancia y el resentimiento”. “Se puede ser cariñoso, firme y flexible al mismo tiempo. Aunque la flexibilidad no debe ser arbitraria, ni una rendición, sino un camino para comprenderse y mejorar”.
- Por una parte, nos podemos encontrar con “retrocesos”. Con los cambios de rutinas “pueden reaparecer problemas que parecían ya superados, como enuresis, lloros o miedos”. Ante estos pequeños retrocesos, García Desplat recomienda “comprensión y paciencia”. “No hay porqué alarmarse, es normal”. Se trata de “acompañar al niño y tratar de neutralizar los sentimientos de culpa o vergüenza que pudieran aparecer”, aclara la psicóloga.
- Por otra parte, puede surgir la “rebeldía”. Ahora que llega el reencuentro de las vacaciones, tan anhelado por los padres, resulta que a los hijos no les gusta nada de lo que se propone; solo buscan defectos a las decisiones de los adultos y, a la que pueden, desobedecen o sabotean los planes. Ante esta actitud, la psicóloga explica que “posiblemente estén dolidos”. “Es habitual, y hasta cierto punto normal, que sientan que los adultos han decidido romper la familia y “destrozarles su mundo” por lo que se rebelan con toda su energía contra uno de los progenitores, los dos, o el mundo entero”, afirma. Según la colaboradora de Superpadres.com, en estas situaciones los hijos “necesitan expresar su impotencia y su enfado, hasta que, poco a poco, vayan asumiendo que en la vida a todos nos ocurren muchas cosas que nos cuesta entender y no podemos cambiarlas”. “Lo único que podemos hacer es adaptarnos nosotros para sentirnos mejor”, concluye.
Reunión de los lunes
jueves, 24 de julio de 2014
Divorcios y vacaciones con niños, algunos consejos
Jueves, 24 de Julio, 2014
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