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viernes, 18 de octubre de 2013

La vida después del divorcio

Viernes, 18 de Octubre, 2013
- Cuantos más hermanos, menos posibilidad de divorciarse
La primera sensación tras el divorcio es la desorientación. Esto genera angustia y un poco de temor. Pero por mucha tristeza que se albergue se sabe que si algo terminó es porque no funcionaba y poner fin a una relación “insalubre”, siempre es para bien.
La primera sensación tras el divorcio es la desorientación. Esto genera angustia y un poco de temor. Pero por mucha tristeza que se albergue se sabe que si algo terminó es porque no funcionaba y poner fin a una relación “insalubre”, siempre es para bien.
Cuando una persona decide divorciarse necesita valor para comunicarlo y también siente dolor, tristeza y hasta culpabilidad.
El que está del otro lado y recibe la noticia, generalmente no está muy convencido o muy de acuerdo con la decisión.
Especialistas en el tema señalan que una mujer que se acaba de divorciar, debe recapacitar acerca de cómo reorganizará su vida.
Tampoco debe dejar de tener en cuenta que si hay hijos de por medio, deberá intentar, junto al padre de los mismos, que éstos sufran la ruptura lo menos posible.
Una separación, ya sea de mutuo acuerdo o no, genera siempre un “duelo” que deben elaborar los miembros de una familia. Todos pierden algo, pero también ganan en otros aspectos.
Después del divorcio, la mujer debe necesariamente reorganizar su vida. Si no trabajaba, debe hacerlo y si lo hacía debe aumentar la carga de responsabilidades, dado que ya no compartirá sus finanzas y economía del hogar con su ex pareja.
En cuanto al tiempo libre, es normal que una persona que acaba de divorciarse se sienta algo perdida. Muchas personas en esas condiciones, en pos de no aceptar que están solas y les sobra tiempo, si no tienen hijos o ya son adolescentes, programan salidas constantemente.
Pero es importante que cada uno aprenda a estar a solas consigo mismo. También es igualmente importante no caer en depresiones ni refugiarse todo el tiempo en la casa.
Todo en su justa medida; tiempo para reencontrarse con uno mismo y tiempo para reencontrarse con amistades o terminar una profesión que estaba postergada.
Volver a formar pareja
Volver a formar pareja después del divorcio no es nada fácil, pero tampoco es imposible. Sólo hay que darse tiempo. Aprender de aquellas situaciones en las que se ha fallado para no repetirlas.
Aun cuando la vida se trata de un eterno aprendizaje y nadie nace maduro, es fundamental tener la mente abierta y ser flexible. Una mujer debe tener claro qué espera de su nueva pareja, qué está dispuesta a dar y qué va a conseguir y qué cosas no está  dispuesta a ceder. 
La clave es tomarse tiempo, el que sea necesario, para conocer a su nuevo compañero. No hay que correr a los brazos del primero que se presente y hay que poner especial cuidado cuando una relación se afianza y se decide presentar a sus hijos.
Hombres y mujeres viven el divorcio de manera diferente. Si bien no se puede generalizar, las mujeres que vivieron en función de la atención del hombre experimentan una fuerte sensación de fracaso personal, disminución de la autoestima y angustia extra cuando no se sienten preparadas como para seguir adelante solas.
En cambio, aquellas cuya propia valoración depende de logros obtenidos en otras áreas, como laboral, profesional, etc., se encuentran mejor equipadas para cuidar de su hogar y sus hijos, si los tienen.
Los hombres, por su parte, experimentan al comienzo marcados sentimientos de desarraigo y con frecuencia enfrentan una seria posibilidad de perder a sus hijos.
Es cuestión de tiempo y de repensar todas las posibilidades. Aunque esto puede parecer sencillo, no resulta fácil para una pareja decidir ponerle fin a su relación. A menudo, antes de decidir separarse, se toman un largo tiempo para intentar resolver los problemas que existen. Sin embargo, en ocasiones no lo pueden hacer y deciden que la separación es la mejor solución.
En ciertos casos, cuando existen niños, ambos padres desean igualmente divorciarse, en otros uno de ellos realmente lo desea.
Por lo general, ambos se sienten desilusionados porque su pareja no duró para siempre, incluso cuando uno de ellos desee separarse más que el otro.
Algunos niños tienen sentimientos encontrados acerca del tema, en especial cuando saben que sus padres no eran felices juntos. Y otros chicos pueden llegar incluso a sentirse aliviados cuando sus padres se separan, en especial si se peleaban cuando vivían juntos. Es muy importante que los niños sepan que el hecho de que sus padres se hayan separado no significa que se han separado de sus hijos.
Si bien es cierto que un niño cuyos padres se han separado suele vivir con uno de ellos, pero siguen siendo su padre y su madre. Vivir en pareja nunca fue fácil, sin embargo sigue siendo la mejor oportunidad para desarrollarse. Así se la considera la mayor aventura afectiva que se puede atravesar.
Si uno de los hijos de padres separados pasa la mayor parte del tiempo con uno de ellos, también puede suceder que uno de los padres visite al hijo en la otra casa o vayan de paseo.
Causas
Diversas investigaciones determinaron que el 50 por ciento de los matrimonios finaliza en divorcio. ¿Cómo se llega a semejante proporción? Muchas causas: haberle dado más importancia a la pasión que a la razón, haber tenido más ilusiones que certezas, etc.
El caso es que muchas parejas que se juran amor eterno no terminan de la mejor manera. No hay duda de que el divorcio es uno de los hechos sociales más difundidos en el mundo. Para muchos es la corporización del fracaso personal, para otros porque la gente cambia y eso es tomado por algunos como algo negativo, cuando, en realidad, la vida es cambio permanente, crecimiento, pero este proceso tiene consecuencias diversas: desde el mejoramiento en el nivel de vida del matrimonio al rompimiento de la pareja porque si el crecimiento fue desparejo se fueron creando diferencias que llegan a ser insalvables.
Diversas investigaciones se han abocado a tratar de determinar cuáles podrían ser las variables que presentan un mayor riesgo de divorcio, aunque no necesariamente se puede presumir que son aquellas las causales directas de éste.
Entre estos factores, se pueden mencionar: matrimonios a corta edad, pobreza, desempleo, bajo nivel educacional, convivencia con otra (o la misma) pareja antes del matrimonio, tener un hijo o hija antes del matrimonio ya sea propio (de ambos) o de alguno de los contrayentes, diferencias raciales, tener un historial de otros matrimonios anteriores, divorcio en la familia de origen.
Otros estudios indican que una de las potenciales causas en el incremento de las tasas de divorcio ha sido el cambio de roles dentro del matrimonio, principalmente asociado a la incursión de las mujeres en el mercado laboral gracias a crecientes oportunidades en educación y empleo en conjunto con políticas más activas de inclusión, indicándose que en muchos casos, la relación entre un mayor número de horas dedicadas al trabajo.
La probabilidad de divorcio es más fuerte en aquellas familias de ingresos medios y en las que el marido desaprueba el trabajo de la esposa, o bien, en las que el marido trabaja menos horas que la esposa haciendo que la interacción de pareja disminuya,  especialmente en el caso de los primeros años del matrimonio.
Causas bastante más raras pero a veces no menos frecuentes son el ronquido insoportable de uno de los cónyuges, falta de higiene personal, adicciones diversas, incluso distracciones, política, deportes o hobbies.
El divorcio no es el problema, sino el resultado de un conjunto de inconvenientes, desavenencias y problemáticas vividas en el contexto del matrimonio que puede radicar con uno u ambos cónyuges.
Un sinnúmero de investigadores lo catalogaron como el segundo proceso más estresante durante la edad adulta, inmediatamente después de la muerte de uno de los cónyuges.
Algunos autores, tomando como elemento de análisis al adulto divorciado que es padre y/o miembro de la familia, indican que el divorcio es el gran responsable de las profundas alteraciones que sufre el sistema familiar post divorcio, obligando a sus  subsistemas a reorganizarse estructuralmente.
En efecto, para el caso de los hijos por ejemplo, se señala que la capacidad que estos tienen respecto a su funcionamiento adaptativo dependen no solo de las características del sistema familiar existente durante el matrimonio, sino que también de las relaciones co-parentales que se dan después de finalizado el proceso de divorcio.
Por otro lado, varias investigaciones afirman que el proceso de divorcio impactaría en el bienestar de los niños, pudiéndose asociar a algunos problemas que éstos externalizan, tales como comportamientos agresivos o tendencia a quebrar reglas, mientras que a nivel interno, con problemas de ansiedad y depresión.
Historia
La institución del divorcio es casi tan antigua como la del matrimonio, si bien muchas culturas no lo admitían por cuestiones religiosas, sociales o económicas.
La mayoría de las civilizaciones que regulaban la institución del matrimonio nunca la consideraron indisoluble, y su ruptura generalmente era solicitada por los hombres. Aunque en algunas de ellas, el nacimiento de un hijo le otorgaba al vínculo el carácter de indisoluble.
En muchas sociedades de hace milenios también era motivo de muerte, como en la antigua Babilonia, donde el divorcio podía ser pedido por cualquiera de los cónyuges, pero el adulterio de las mujeres era penado con la muerte.
En América, los Aztecas solo podían tener una esposa y se la denominaba Cihuatlantli, Nociuauh o Áhuatlantli (esto es mujer legítima), y aunque se aceptaba la poligamia, solo ésta podía solicitar divorciarse.
El cambio de rol en el matrimonio figura entre las principales causas que lleva a las parejas a divorciarse. En Gran Bretaña, la Reforma de Lutero admitió el divorcio aunque en casos graves. Esta reforma resolvió una situación delicada; su rey, Enrique VIII, deseaba divorciarse de Catalina, y la Iglesia de Roma no se lo permitía.
En 1970 llegó a Italia. Fue el año en que la península se convirtió en uno de los últimos países europeos que lo aprobó en su legislación. En 1796, Francia lo aprobó. Su modelo sigue vigente.
http://www.diariodemocracia.com/notas/2013/10/13/vida-despues-divorcio-67327.asp

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