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domingo, 13 de octubre de 2013

"Miss Andria"

Domingo, 13 de Octubre, 2013
Enlaces:
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Como si fuera un concurso de belleza de esos que tanto les gustan para mantener las tradiciones y el ego, y para retener a las mujeres dentro de su estereotipo, no sólo en su tipo, además de tomar las medidas de siempre, entre otras las famosas 90-60-90 (para que luego digan en el informe de la OCDE que los españoles no saben matemáticas ni de cálculos), los posmachistas no paran de ampliar su campo de acción e influencia con esa estrategia que ya hemos explicado en otros posts. Y para ello insisten mucho en presentar a los hombres como víctimas de la “conspiración jodida-feminista” (también conocida como “feminazista” o “hembrista”), pero al comprobar que no es suficiente buscan el ataque directo a las personas que defendemos la igualdad, de manera muy especial a los hombres que lo hacemos.
El machismo y posmachismo siempre han tenido fácil la crítica a las mujeres, de hecho si no hubiera sido así no estaríamos reivindicando la Igualdad en estos finales de 2013. Para ellos las mujeres “o eran tontas o eran malas”, les bastaba con desacreditarlas en lo personal hablando de su incapacidad, y en lo social al decir que pretendían acabar con la familia, los hombres… o al plantear que buscaban un interés personal para conseguir a través de ayudas lo que no eran capaces de conseguir “en igualdad” con los hombres. De este modo sus críticas bloqueaban parte de las acciones y propuestas que se hacían desde los movimientos de mujeres, y todo seguía como siempre.
Pero eso de que haya hombres que reivindiquen la Igualdad y trabajen por ello y en contra de las manifestaciones de la desigualdad, entre ellas la violencia de género, les produce mucha inquietud y ansiedad al romper su principal argumento, ese que dice que todo es una estrategia de las mujeres para quitarle cosas a los hombres. Por eso arremeten con tanta intensidad contra nosotros, y de manera muy especial contra mí, quizás por llevar muchos años en esta lucha y por trabajar desde la ciencia y con la palabra para poner en evidencia sus mentiras y estrategias. Los ataques que recibo de mis “per-seguidores” están ahí escritos en los comentarios de este blog y en Twitter, y aunque siempre lo he dicho, vuelvo a repetir que son la mejor ayuda que puedo tener al demostrar con sus intervenciones lo que explico en mis textos.
Y como ven que su estrategia no tiene repercusión más allá del eco en las paredes de sus propios ambientes, tratan de ir un poco más lejos en esos ataques y críticas. En el fondo se hablan a sí mismos a través de mensajes dirigidos a otros, como en las sectas o en los grupos cerrados, que cada uno intenta demostrar a los demás que es el más fiel, el más leal, el más convencido… y como no tienen forma de hacerlo dentro del propio grupo dada la vacuidad de sus planteamientos, lo hacen atacando a los de fuera.
Entre los calificativos que me han dirigido buscando el doble efecto de la crítica y del victimismo masculino, está el de misándrico, para transmitir el mensaje de que mis planteamientos parten de un “odio a los hombres” y que me mueve el sectarismo.  Y no deja de ser gracioso e ilustrativo de su desorientación que recurran a este tipo de argumentos. Les adelanto que por mí pueden seguir utilizándolo y buscar nuevos adjetivos e intereses ocultos en lo que hago, seguro que aportaran más luz a mis explicaciones y que quedarán más en su estrategia .
Ya he recogido en más de una ocasión que no tengo nada contra los hombres, incluso lo he escrito en un post de manera específica ("Nosotros los hombres") y lo he repetido en numerosas ocasiones, pero una vez más me dan la oportunidad de poner en evidencia sus ideas y valores.
No deja de resultar curioso que hablen de “odio a los hombres” quienes defienden la identidad histórica de los hombres que lleva a la violencia contra las mujeres, contra los niños y niñas, contra los ancianos, contra otros hombres… que justifiquen la hombría que hace que la inmensa mayoría de hombres asesinados lo sean por otros hombres, eso sí, muy machos. Que amparen que mujeres y niñas sean violadas en todo el mundo, que sean asesinadas a manos de sus propios padres porque han “deshonrado a la familia”, que sufran mutilaciones genitales para mantener la “traición” de su cultura. Que quieran a unos hombres que pasean el ser machos por prostíbulos, aceras y cunetas, y que se crean superiores por pagar por sexo a otros hombres que trafican con ellas y las explotan sexualmente, o que no digan nada de los hombres que explotan a otros hombres también víctimas de trata. Yo no quiero esa masculinidad ni esos hombres, no los odio, pero no quiero esa identidad para mis hijos ni para ningún hombre.
Y sorprende que los posmachistas minimicen a los hombres que con “su personalidad, criterio y profesionalidad” abusan de sus trabajadores y trabajadoras, que engañan al que se acerque a ellos para sacar más beneficios, que no les importen los problemas mientras no les afecten, que destruyan la naturaleza para siempre por unos euros para hoy. Insisto, yo no quiero esa masculinidad ni esos hombres, no los odio, pero no quiero esa identidad para mis hijos ni para ningún hombre.
Y no quiero una identidad “made in macho” que ha alejado a los hombres del cariño, del afecto y del ejercicio responsable de la paternidad. Que les ha dicho que un buen sentimiento es el que no se muestra, que les repite que los hombres no lloran, que llorar es de niñas, ni una conciencia que les susurra que las emociones revelan debilidad. Una identidad que lleva a los hombres a una carrera hacia la meta de la frustración y la soledad por la vía del materialismo y del reconocimiento hueco… Una identidad que hace de los hombres olvido para sólo recordar sus “obras”.
Sinceramente, creo que es el posmachismo y el machismo quien odia a los hombres. Es el machismo y el posmachismo el que utiliza a los hombres y su identidad para defender unos privilegios cargados de ideología y de poder, de ventajas y de beneficios en lo inmediato y material, pero que sólo genera desengaños.
Y como no quieren enfrentarse a esa realidad definida por una cultura patriarcal y androcéntrica, juegan con sus estrategias para generar la confusión, la duda, la distancia y la pasividad. Que nada ni nadie se mueva para que todo siga igual.
Quizás por ello sus argumentos son cada vez más simples y muestran cada vez más su impotencia. Ya es típico del posmachismo coger un argumento y darle la vuelta pata intentar volverlo en contra, pero la torpeza los lleva a creer que cuando hablamos de Igualdad como un valor y de Derechos Humanos estamos hablando sólo de mujeres, como si los hombres no se beneficiaran de la Igualdad, y que cuando hablamos de cultura como el escenario de conocimiento y significado creado sobre la referencia de los hombres sólo hablamos de ellos, dejando al margen a las mujeres que han crecido en esa misma cultura y que asumen sus mandatos como parte de su identidad.
A partir de ese desconocimiento profundo de la realidad que planteamos, su estrategia es tan pueril que cuando se produce un caso de violencia de género su argumento es que "también hay casos de violencia ejercida por mujeres", y como alumnos aplicados se ponen a buscar alguno de ellos, aunque sea de hace años o de países lejanos, lo importante es el efecto de contrarrestar la realidad de la violencia de género y crear esa confusión que necesitan. Del mismo modo, como ha ocurrido estos días atrás, cuando se critica la forma de abordar los homicidios machistas por algunos medios, ellos buscan un titular similar en el que la víctima sea un hombre, creyendo que el significado de la realidad viene en la literalidad de la frase y no en el contexto, y en lo que se refuerza o contrasta con las palabras. Para ellos sería igual un titular que dijera “Un marroquí roba una joyería” que otro que recogiera “Un vecino de Getafe roba una joyería”, argumentado que los dos hacen referencia al origen de la persona que comete el robo, y obviando que el primero refuerza los sentimientos racistas y xenófobos que existen en la sociedad.
Todo ello es reflejo de su desconocimiento, de su impotencia y de la rabia que les produce el que se vayan desenmascarando situaciones que hasta ese momento beneficiaban a sus posiciones.
No creo que ellos quieran a los hombres, quizás se quieren mucho a sí mismos, pero no a otros hombres.
Lo dicho, yo no quiero la masculinidad que ellos defienden ni que los hombres la ejerzan, no los odio, pero no quiero esa identidad para mis dos hijos ni para ningún hombre.
http://blogs.elpais.com/autopsia/2013/10/miss-andria.html

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