MÉXICO
Tradicionalmente se asume que las víctimas primarias de los divorcios son los hijos menores; aun siendo ello cierto, la verdad es que con mayor frecuencia los hijos que se mantienen en familias disfuncionales en las que la violencia no es un fenómeno aislado o infrecuente sufren indudablemente más que los hijos de padres separados.http://www.excelsior.com.mx/opinion/felix-cortes-camarillo/2014/07/29/973364
Félix Cortés Camarillo
La estadística no es precisa, pero en el México actual alrededor de 20% de los matrimonios termina en divorcio. Alrededor de un cuarto de millón de parejas divorciadas documenta no solamente la evolución de las mujeres insertas cada vez más en los procesos de producción, sino al mismo tiempo el fracaso de la institución matrimonial tradicional entendida como de un sometimiento total al machismo dominante.
Tradicionalmente se asume que las víctimas primarias de los divorcios son los hijos menores; aun siendo ello cierto, la verdad es que con mayor frecuencia los hijos que se mantienen en familias disfuncionales en las que la violencia no es un fenómeno aislado o infrecuente sufren indudablemente más que los hijos de padres separados. Una investigación reciente pone al descubierto una realidad más lacerante, la industria del divorcio.
En la Ciudad de México el número de jueces de lo familiar no llega a cinco docenas; para atender, tramitar y resolver con presteza alrededor de cien mil casos de divorcio son insuficientes. Pero eso no es lo peor. El uso establece casi en automático que la custodia de los hijos menores se entregue a la madre. El caso contrario se da sólo por excepción. Ahora, la letra de la ley determina que ambos progenitores tienen igual responsabilidad de aportar recursos para la manutención y desarrollo de los infantes, que deben, siempre según la ley, conservar el nivel de vida que tenían en el matrimonio íntegro. Por lo general, nuevamente, el juez dictamina que el padre varón deje a su esposa y los hijos el hogar que compartían y entregue a su expareja una cifra mensual de pensión alimenticia que nunca es menor a 50% de su ingreso y que puede llegar incluso al setenta u ochenta por ciento.
La industria del divorcio, en el régimen maternalista de derecho familiar que predomina en México, convierte a los hijos menores en herramientas de un chantaje singular. Un gran número de madres se niega a trabajar y utiliza a los hijos, más bien dicho al derecho a visitarlos por parte del padre, como instrumentos de chantaje, a cambio de sumas adicionales a las que ya los jueces determinaron, y ordenaron al patrón del marido a descontarle de su nómina. Hay casos en que la deducción llega a 90% del salario.
Más allá del daño patrimonial, se ejerce una crueldad mental incomprensible. Los menores son sometidos a sesiones de adoctrinamiento en las que se les describe a sus padres como irresponsables, desatentos y desinteresados por el desarrollo de los hijos. Con frecuencia, los menores son obligados a repetir la letanía ofensiva delante de las autoridades de la justicia familiar.
Me queda claro que el sistema jurídico mexicano hace aguas por todas partes, que la justicia penal y la mercantil suelen estar inmersas en los mares de la corrupción generosa, que propicia liberaciones injustas y prisiones de inocentes según el monto de los estipendios. Pero cuando las víctimas directas de ese atraso son los niños, eso debería movernos a una reflexión.
Qué digo reflexión, a una acción directa y decidida.
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