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http://www.elmundo.es/yodona/2014/07/27/53ce6a84ca474111338b4578.htmlDesde el lenguaje a las bromas, pasando por la publicidad, los actos cotidianos están impregnados de machismo. Un fenómeno extendido, como demuestra el proyecto Sexismo Cotidiano, que invita a mujeres de todo el mundo a dejar constancia en una web y en un perfil de Twitter de actitudes que la sociedad ha normalizado. Ya son 40.000 los testimonios reales recogidos.
Muy graves son las conclusiones de la primera encuesta sobre violencia sexual llevada a cabo por la Unión Europea entre 42.000 mujeres. Señalan que una de cada cinco la ha sufrido. Aunque no cabe comparar ésta con el sexismo, la doctora en sociología Mercedes Durán apunta que «éste predice la justificación de la violencia cuando se percibe que se actúa en contra de lo que se esperaría de acuerdo a los roles tradicionales de género». Yo Dona ha preguntado a 50 mujeres ejemplos de sexismo cotidiano y aquí están los resultados. A veces no nos damos cuenta de que están ahí. Pero haberlos, haylos.
- «Todavía hay camareros que, sin preguntar quién prueba el vino, se lo ofrecen directamente a él». Alba, 39, informática, Madrid
- «Cuando vienen a reparar algo a casa preguntan: '¿No está su marido?'. 'No, el pobre ya murió', les contesto». Tere, 56, profesora de gimnasia, Pamplona
- «Me compré unas botas de esquí y las tuve puestas cerca de 45 minutos, pero toda la explicación técnica se la dieron a mi marido». Mar, 43, ingeniero técnico, Barcelona
- «Como ingeniero, joven, mujer y con aspecto aniñado, casi cualquiera a quien digo que lo soy reacciona con sorpresa». Silvia, 33, ingeniero, Pamplona
- «Cuando vas a comer con un hombre, él pide agua y tú cerveza o vino. Siempre te ponen a ti el agua. No falla». Leire, 28, dependienta, Pamplona
- «La organización de las fiestas infantiles. En el colegio de mis hijos se crean chats exclusivamente de madres». María, 40, funcionaria, Madrid
- «Cuando ceno con mi marido le dan la cuenta a él el 99% de las ocasiones. O somos todas unas mantenidas o es él quien maneja el dinero». Marta, 34, asistente social, Madrid
- «Tengo una furgoneta. Un día nos rompen la luna trasera y vamos, mi pareja y yo, al taller. El encargado le pregunta: '¿Te lo cubre el seguro?', y yo le digo que es mía y que sí lo cubre. Sigue explicándole a él. Inaudito». Aitziber, 31 años, Pamplona
- «Cuando voy por Barcelona en bicicleta en verano, con pantalón corto o falda, te hacen sentir incómoda, te silban, se permiten todo tipo de comentarios». Bea, 35, publicista, Barcelona
- «Los padres y las madres en muchas ocasiones opinan sobre sus propias hijas que son mucho más pesadas que los niños. Si uno es complicado es porque parece diferente y especial, pero si se dice de una niña es por ser mujer. Indignante». Alejandra, 42, dministrativa, Barcelona
- «He estado en varios procesos de selección, en los que he llegado hasta la última ronda. Han acabado dando el trabajo a hombres». Nerea, 37, economista, Bilbao
- «En Baby TV ponen unos dibujos animados que siempre siguen la misma fórmula: mamá osito acuesta al niño osito, que le cuenta las peripecias que ha vivido con papá oso. Es decir, mamá ama de casa y todo lo chulo se hace con papá». Inés, 37, diseñadora de moda, Barcelona
- «Cuando practicas deportes extremos, las propias mujeres te dicen: 'Es que eres diferente'. Absurdo. A veces nosotras mismas somos sexistas». Mireia, 33, entrenadora, Barcelona
- «Somos siempre las que hacemos la reducción de jornada para atender a los hijos y sacrificamos la carrera. Mi caso». María José, 44, consultora, Andorra
- «Si el mal humor de una mujer es constante es que necesita un revolcón. Jamás se dice eso de un hombre. Se dirá que es un cretino o un borde, pero no se relacionará con su vida sexual». Esther, 35, abogado, Alicante
- «Entre los niños de la edad de los míos (11 y 8 años) un insulto muy típico es decirse 'niña'. Como si ser mujer fuera la peor de las ofensas». Marta, 37, administrativo, Barcelona
- «Nos conocíamos de hacer deporte y nos escribíamos 'mails'. Cuando me casé dejaron de escribirme. Pasé a ser 'la mujer de'». Silvia, 39, puericultora, Madrid
- «Si un día una mujer está de mal humor es que tiene la regla. Cuando le pasa a un hombre, pobre, es por sus muchas preocupaciones». Georgina, 36, arquitecto, Barcelona
- «La cara de asombro el año pasado, cuando me tocó conducir un camión plataforma. Miraban como si hubiera un mono al volante». Eli, 36, producción de eventos, Barcelona
- «Un compañero me dijo que lo hacía todo muy bien, pero tenía un fallo: no sonreía lo suficiente. ¿Se lo habría dicho también a un hombre?». Eva, 39, periodista, Zaragoza
- «Nadando en la piscina un día un poco nublado en 'topless'. Un amigo me dice: '¿Pero no tienes frío?'. 'Pues igual que tú, ¿no?', le respondo». Alicia, 28, trabajadora social, Barcelona
- «La expresión 'se te va a pasar el arroz'. La odio. Es como si tuviéramos fecha de caducidad». Cristina, 42, economista, Jaén
- «Voy a comprar material de montaña. El dependiente: '¿Es para regalarlo?'. Como si estuviera descartado que fuera para mí por ser mujer». Loli, 40, maestra, Lérida
- «Tengo un compañero que hace trabajos manuales, pero no tiene estudios superiores, cuando vamos juntos le hablan a él y dan por hecho que es el arquitecto». Laia, 32, arquitecto, Barcelona
- «Vas a elegir algo de decoración con tu pareja pero el dependiente te habla a ti por ser mujer». Beatriz, 28, profesora, Madrid
- «De vacaciones, siempre vamos cuatro amigas en una furgoneta, y en los pueblos alucinan cuando nos ven llegar, no a una ni a dos ni a tres, sino a cuatro mujeres al volante. Nos preguntan dónde hemos dejado al conductor, y respondemos que está en casa, limpiando». Susana, 35, fotógrafa, Barcelona
- «Una vez tuve que trabajar con un director de cine con fama de malhumorado y la gente o se iba o él la largaba. Conmigo todo fue como la seda y tuve que oír cosas como: '¿Qué le hiciste a fulanito que no se ha quejado de ti?', 'Vaya, qué bien te has llevado con fulanito, ¿eh?'». Maite, 39, guionista, Madrid
- «En el mundo del cine casi no hay mujeres. Ahora más, pero antes o estabas en producción o eras script o eras actriz, y si llegabas a algo te habías tirado a alguien». Marian, 39, productora, Madrid
- «Si el portero tiene que decirnos algo que no le gusta («por favor, no dejes la basura fuera al mediodía»), se dirige a mí en tono de papá. Parece que soy yo la que tengo que dejar la basura, o quizá es a la que se atreve a echar las minibroncas». Laura, 43, profesora de español, Madrid
- «Reclutando a camareras para un negocio en el que estaba involucrada, el responsable de esta tarea solo buscaba 'tías buenas' en Facebook, con mucho pecho y rubias. En el caso de los hombres el físico casi no contaba. Si eres atractiva y el que selecciona es un hombre, te darán el trabajo antes que a una mujer preparada». Daniela, 42, empresaria, Ibiza
- «Muchos hombres, cuando me conocen, me comentan que me costará mucho tener pareja porque soy muy independiente. ¡Te hacen sentir culpable en cierto modo! Esto quiere decir que ellos prefieren mujeres sumisas y que se adapten». Adriana, 32, diseñadora gráfica, Barcelona
- «Los comentarios que se hacen si una mujer le lleva años a su pareja, como en mi caso. Siempre acaba siendo objeto de debate, sobre todo si la diferencia de edad es mucha». Mariana, 37, ama de casa, Madrid
- «Cuando hay que hablar con un alto mando de alguna empresa, van ellos porque imponen más respeto que nosotras». Inma, 30, química, Zaragoza
- «Queríamos contratar una empresa para el pupilaje de la barca. Quedé con el dueño para que la mirara y me hiciese presupuesto. Le fui explicando detalles y lo que necesitábamos. Apenas me hizo caso, cogió cuatro datos y me dijo que ya llamaría a mi marido para quedar con él y cerrar el tema. Me dejó patidifusa». Mercé, 46, bióloga, Barcelona
- «Los 'chats' en el Whatsapp. Los estamos utilizando para reproducir los comportamientos de siempre». Nuria, 35, encargada de una empresa de limpieza, Madrid
- «Me ha pasado varias veces en la reserva natural en la que trabajo que un visitante me está pidiendo información, llega mi compañero y dejan de hablarme para dirigirse a él. Ha ocurrido incluso con mi marido, ¡que ni siquiera trabaja allí!». Laura, 40, guía medioambiental, Huelva
- «Hace años fuimos a abrir nuestra primera cuenta conjunta en un banco. El empleado ni siquiera me miró a la cara, se dirigía únicamente a mi marido, como si yo no existiese... Total, una mujer, ¡qué sabe de intereses y comisiones!». Aranzazu, 35, empresaria, Navarra
- «El año pasado tuvimos la visita de un jardín de infancia. Éramos tres guías, un hombre y dos mujeres. Una de las maestras dijo a los críos: 'Ahora vamos a visitar el parque y nos van a acompañar este profesor y estas dos maestras. ¡El machismo se aprende en la escuela!». Nieves, 33, profesora, Huelva
- «Conducir con un hombre. Es un suplicio: 'Cuidado que vienen coches' o 've más despacio' o 'era por ahí'. Te explican todo lo que tienes que hacer. Insufrible. Sigue existiendo el prejuicio de que las mujeres conducimos mal». Juliana, 37, arquitecto, Barcelona.
- «Me pasó con un padre de la escuela. Le dije que tenía que poner unos focos y comentó que la electricidad es complicada. Le expliqué que debería saber hacerlo, soy ingeniero, y me preguntó tres veces si era verdad. No sé si le extrañó porque soy mujer o rubia». Rebeca, 39, ingeniero, Pamplona
- "Practico el surf hace años. Cada vez que sale en una conversación por algún motivo, me preguntan en qué condiciones de mar me meto. Y siempre observo las caras de escepticismo». Miren, 32, dependienta, Santander
- «Mi pareja y yo trabajamos los dos, somos de la misma generación y nos entendemos bien. Pero el peso de la casa sigue recayendo en mí. Es como si, inconscientemente, él pensara que ya hay una mujer ocupándose. No hay manera de cambiarlo». Victoria, 35, traductora, Barcelona
- «La diferencia salarial que sigue habiendo en España, y lo difícil que es promocionarse en el trabajo. Lo he vivido en propia piel. En igualdad de condiciones, para cargos de responsabilidad siempre eligen al hombre». Maider, 39, ingeniero técnico, Barcelona
- «Salimos dos parejas a cenar o de viaje. Si vamos en coche, los hombres se sientan delante y las mujeres detrás. Puede parecer una tontería, pero a mí me molesta. Ellos mandan, ellas obedecen». Silvia, 45, secretaria, Barcelona
- «Tengo que salir del trabajo a recoger una pieza, y un compañero me pide que le recoja otra a él. Cuando llego al lugar en cuestión y les doy el recibo, me preguntan: '¿Eres su secretaria?'». Maribel, 32 años, diseñadora industrial, Madrid
- «Avería en el coche. Insistía en que hacía ruido como de algo suelto en el motor. Entiendo un poco, porque mi padre era mecánico. Ni caso. Se rompió la junta de la culata». Isabel, 43, secretaria, Madrid
- «Estoy viendo la tele. El mando no funciona y empiezo a desarmarlo. Mi marido me lo quita. 'Deja, deja, ya lo hago yo'». Cristina, 39 años, periodista, Sevilla
- «Tengo la sensación de que mi jefe repasa más mi trabajo que el de mis compañeros». Julia, 45, contable, Madrid
- «He tenido que trasladarme por trabajo a otra ciudad. Que una mujer lo haga por un hombre es lo normal, está aceptado. En cambio, que él, aunque pueda, lo haga por ti, que llegue a planteárselo, es muy complicado. Al final aceptó, a regañadientes». Ana, 37, consultora, Barcelona
- «Trabajo en una multinacional y soy la única mujer de 12 hombres en el epartamento. La conversación del café gira, muchas veces, en cómo está esta o aquella. Cierto día me dijeron que se me estaba poniendo un culo como el de una veinteañera. No es agradable saber que ven al otro género siempre con los mismos ojos». Nora, 38, ingeniero, Pamplona
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