Los grupos feministas más radicales llegaron a negar su
existencia, pero psiquiatras y psicólogos se ocuparon de devolvérselo a
las mujeres. Ahora que por fin se reconoce, el instinto maternal, esa
fuerza que une a la madre con su criatura desde antes incluso de nacer,
resulta que también es cosa de hombres. Lo ha dicho un grupo de
investigadores franceses, que ha demostrado que los padres que se ocupan
de sus hijos con la misma dedicación que tradicionalmente lo han hecho
las mujeres acaban por desarrollar la misma capacidad para distinguir a
su bebé entre un millón. La relación entre el padre o la madre y sus
hijos no es solo, según dicen, una cuestión relacionada con la cantidad
de tiempo que se pasa con ellos, sino también con la calidad de ese
tiempo.
Los especialistas en esto de las relaciones humanas hablan
del instinto maternal como un vínculo especial, hasta ahora único de las
mujeres, que conecta a la madre con su hijo desde el momento mismo de
la concepción. Es una fuerza irracional, que lleva a una mujer a
ocuparse de su bebé y a intervenir si es necesario incluso sin
reflexionar sobre el alcance y las consecuencias de la acción.
Un estudio británico llegó a relacionarlo con un gen
hereditario que necesita de ciertas vivencias positivas para activarse.
Eso explicaría, según concluía aquel trabajo, por qué sigue habiendo
abandonos de niños por parte de sus madres. Sencillamente, porque el gen
no se había activado. Pero según ese trabajo, que puede leerse en la
web de la Guía del Niño (
www.guiadelniño.com),
determinadas experiencias como un embarazo placentero y el apoyo de la
familia ayudan a desarrollarlo. La investigación llevada a cabo en
Francia echa por tierra estas teorías.
El equipo de Nicolas Mathevon ha publicado un estudio en
‘Nature Comunications’, recogido por el Servicio de Información y
Noticias Científicas (SINC), que demuestra que los hombres son igual de
buenos que las mujeres a la hora de reconocer a su hijo con sólo
escuchar su llanto. Cuestión de tiempo, según concluyen los autores.
"Hasta ahora, había estudiado la comunicación entre padres y crías en
varias especies animales y me sorprendió muchísimo cuando vi lo poco que
sabemos sobre el bebé humano", argumentó el experto.
¿Cómo se llegó a esta conclusión? Los investigadores
pidieron la colaboración de 29 familias francesas y de El Congo y
grabaron los llantos espontáneos de sus hijos. El objetivo era que las
diferencias culturales no influyeran en los resultados del trabajo.
Después pidieron a los padres, a hombres y mujeres, que reconocieran
entre todas las grabaciones el lloro de sus respectivos bebés. No hubo
diferencias, ni en función de la la nacionalidad, ni por la edad, ni el
sexo de la criatura, ni por el número de hijos de la pareja. Nada.
Cuestión de testosterona
Quedan aún muchas cuestiones por aclarar, pero los
investigadores sospechan que en el caso de los hombres, como en el de
las mujeres, las hormonas desempeñan un papel fundamental. La naturaleza
provoca que los niveles de testosterona de los varones también
disminuyan cuando se convierten en padres. Es algo demostrado, que el
grupo de Nicolas Mathevon se propone analizar en profundidad en estudios
posteriores.
Las conclusiones obtenidas con este trabajo, a su juicio,
permiten conceder un papel importante a la experiencia humana entre los
progenitores y sus vástagos, más que "a las predisposiciones innatas
específicas de cada sexo". Las investigaciones anteriores a ésta, las
que se desarrollaron en la década de los años 60 y 70 del siglo pasado,
fallaron según Mathevon porque ninguna tuvo en cuenta el tiempo que cada
uno de los miembros de la pareja pasa con la criatura.
Pero, ¿quién de los dos interpreta mejor por qué llora el
bebe? ¿Quién de los dos sabe con solo oírle si es por hambre, porque
necesita un cambio de pañal o porque se encuentra malo? ¿Ella o él? Eso
será materia para un nuevo trabajo, anuncia el investigador galo.
Palabra de científico.
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