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lunes, 25 de marzo de 2013

LA RESTAURACIÓN DE LA FIGURA DEL PADRE COMO SIGNO DE LOS TIEMPOS

Lunes, 25 de Marzo, 2013
Lic. Luis Alberto Jorge
1-A Imagen de la Trinidad

Siempre es necesario partir de una visión fundante, de premisas axiomáticas, que nos indiquen el sentido y la dirección de las herramientas que queremos proponer, y que nos regalen a su vez un sustento más hondo a la propuesta que queremos presentar.
Ésta visión se puede sintetizar así: Padre – Madre – Hijo (s), constituyen la imagen más originaria y primigenia de Dios en el mundo, son la imagen viviente de la comunidad de Vida y Amor que Dios es: el Misterio de la Santísima Trinidad.
Romper el movimiento circular en donde las tres Personas divinas constituyen la unidad de un Único Dios, es perder también la vida del Amor que define la relación entre ellas. Del mismo modo perder la propiedad de la diferencia de roles, en la relación padre – madre – hijo, es dañar, a veces de modo irreparable, esta unidad viviente, en donde los principales damnificados, que se verán privados de éste amor originario, serán los hijos.
Solemos escuchar que el hombre fue creado “a imagen y semejanza de Dios”, y sabemos que esto da luz al misterio central de todo aquello que hace digno de respeto y amor al hombre, por la sola evidencia de su misma existencia. Pero olvidamos que esta imagen solo se hace plena y tangible en la unidad del varón y la mujer, que en una comunidad de vida y amor, se abren a la fecundad del hijo. El tres aparece entonces como la cifra originaria, como la imagen plena de Dios que reside oculta en la belleza de su luz, cuando se decide formar una familia.
Trinidad de roles y papeles, primera vivencia de la santidad, experiencia originaria, principio básico de la sanidad e integración humana.
Esperamos se haga evidente la función paterna en su importancia y urgencia para el momento actual. Por función paterna entendemos todo lo que hace al rol y a la tarea del papá varón, para el sano desarrollo y crecimiento de los hijos. Resumamos primeramente entonces, desde lo psicológico, cuál es la función del padre, para que esto nos permita luego vislumbrar los costos de su ausencia.

2 – La Función Paterna
Para muchos pensadores actuales nos encontramos hoy ante lo que podemos denominar “el ocaso del padre”. Con ello intentan poner de manifiesto las graves dificultades y falencias que encuentran hoy los varones para concretar y realizar su rol de papá. Poner el centro de la crisis de la familia en la actualidad en “la defección estructural de la figura paterna”i , no hace más que confirmar este diagnóstico. Una mirada a las consecuencias de esta situación evidencia gravísimos costos en la vida del hijo si “se prescinde del padre”ii . Un poco más adelante nos detendremos específicamente en estas consecuencias.
Siguiendo las enseñanzas del psicoanálisis podemos encontrar tres funciones esenciales por las cuales el varón abandona el lugar de mero genitor, y se convierte en “padre”, con todo lo que este título significa. El padre al presentarse como ley modelo y promesa para el hijo, lleva a cumplimiento el Complejo de Edipo, por el cual el hijo logra salir de la simbiosis con la madre, y se abre finalmente al mundo exterior. Aquí es el padre quien toma el lugar del tercero, funcionando como cuchillo separador que circuncida el corazón de la madre, para que ésta pueda dedicarse más libremente al cuidado nutricional de su hijo. Para esto es fundamental que la pareja parental funcione previamente, en la plenitud de la intimidad, como pareja sexual. A su vez el padre da al niño el mensaje clave: “mamá es mía, vos tendrás que buscar en el futuro en otro/a la realización plena de este amor”.
El padre es ley en la medida en que es capaz de poner límites claros a su hijo y, saliendo de toda ambigüedad, de sostener el no originario tanto en esa puesta de límite cuanto en las consecuencias que el hijo tendrá si lo transgrede. Él funciona así como “regulador” externo de la conducta de su hijo, y le permitirá, gracias a su amorosa función, ir internalizando poco a poco esa ley, que luego pasará a ser principio autónomo de su comportamiento.
El padre como modelo para el hijo se adapta a la misma ley que él impone. Difícilmente puede transmitir un código normativo al que él mismo no está sometido en su existencia cotidiana. Esto lo coloca en el lugar del “representante” de la ley, en la medida que invita a ver los valores que esta representa por la persuasión con que la dirige su propia conducta en su vida diaria.
El futuro se abre entonces para el hijo como esperanza de cumplimiento de una vida plena, a imagen del padre. El amor mismo del padre es la promesa de que esa vida puede ser alcanzada por el hijo. Marca generalmente inconsciente, pero que determina el color optimista de sentido para la vida en perspectiva del hijo. El mundo externo, el futuro, el otro, el sentido luminoso de la existencia y la responsabilidad, son el
corolario de un cierre exitoso del tal mentado Complejo de Edipo. Papá es, desde esta perspectiva, quien ayuda fundamentalmente a la autorregulación y opera como propulsor de la emancipación de los hijos.

3 – Déficit de la Función Paterna
El padre que no funciona como tal es aquel que, básicamente, no puede cumplir su función de “representante” de la ley. Es el padre “demasiado bueno”, que por ser débil no vive el emblema fálico de su virilidad, y deja al hijo expuesto a sus propias pulsiones informes. Es un papá que no alcanza a representar la ley, bonachón, impotente en su cobardía para cumplir el papel originario al que fue llamado. Su contrario es “el padre que se cree la ley” –olvidando que es solo su representante-, déspota cruel y autoritario que impone a los hijos una carga que no esta dispuesto a
llevar.
Culturalmente hablando hemos pasado de la predominancia del segundo, a la casi generalizada presencia del primero, la mencionada defección estructural de la figura paterna antes enunciada. Pasamos de un padre autoritario, a un padre sin autoridad, quedando expuestos a la urgente necesidad de un padre que vuelva a ser “autorizado”.
Con el abandono de su función por parte del padre el hijo queda ahora encerrado en el circulo chico del amor materno. La tríada originaria se pervierte, y el rol tripartito queda ahora sujeto a un tipo de funcionamiento que será prácticamente omnipresente en toda manifestación psicopatológica. Para sintetizar este modo de operar tomamos tres descripciones de este modelo de importantes terapeutas de nuestro país y del exterior –aunque se podrían tomar muchos otras-: Madre sobre involucrada – hijo transgresor – padre periférico (Jay Haley); Madre facilizada – hijo con patología de acción –padre pasivizado (José Milmaniene); Madre sobre-exigida – hijo maternalizado – padre satelital (Ricardo Chouhy).
Como vemos la madre y el hijo son ahora quienes toman el rol protagónico, mientras el padre brilla por una ausencia que se transforma en violencia psicológica para el hijo, aquella del amor que estando presente no se hace cargo del reconocimiento emocional y espiritual del propio hijo. La madre queda sola, sobre exigida frente a la presencia sintomática del hijo, y sintiendo crecer en ella una fuerte desvalorización del hombre que tiene al lado, incapaz de confrontaciones claras y de decisiones propias.
No entra dentro de la intención de la presente exposición poner de manifiesto las múltiples razones socio-culturales de la presencia de este fenómeno, pero si quizás presentar los resultados de algunos de los muchos trabajos científicos hechos al respecto. Ellos son una muestra elocuente de lo que hasta aquí hemos presentado mas bien desde la teoría, y serán expuestos a continuación.

4- Consecuencias Del Déficit
De los diversos estudios se desprenden eminentemente para los hijos no paternados, –entre muchas otras consecuencias-, la presencia sintomática de dificultades de autorregulación y de serios conflictos para lograr la emancipación.
La autorregulación se presenta en la simultaneidad de dos extremos sintomáticos –si bien suele haber una predominancia activa de uno de ellos-: la inhibición y la compulsión. Inhibida es toda conducta que no logra desarrollarse en su tendencia hacia su normal finalidad, quedando presa de temores, fobias, conductas a-sociales, con fuertes bajas de rendimiento normal en los distintos ámbitos de la vida del hijo (escolares, deportivos, etc.). Compulsiva es toda acción que se impone por su propia
necesidad, escapando de algún modo a la libertad del que la ejecuta, exponiendo al hijo a conductas violentas y agresivas, alcoholismo, drogadependencia, adicciones sexuales o cibernéticas etc., pudiendo terminar en conductas de tipo delincuencial.
La emancipacióniii se prolonga en el tiempo de manera exasperante, trayendo consigo dificultades para irse de la casa, para hacer una proyección de futuro, para elegir de manera saludable un compañero sexual, para adquirir una independencia económica. Es la permanencia en un estado previo a la salida definitiva del hogar, en donde el joven adulto permanecerá de un modo u otro al servicio del mal funcionamiento de la díada parental, dejando de asumir como propias las vicisitudes de su destino personal. Incluso habiéndose casado un hijo/a puede no haber concluido su proceso de emancipación, lo cual traerá enormes dolores de cabeza a un cónyuge que deberá vérselas no solo con su nueva pareja sino con la presencia intrusiva de los padres de esta.
Sociólogos, psicólogos, criminólogos y economistas han intentado estudiar este fenómeno y su impacto a nivel individual, familiar y social, y de alguna manera evaluar cuantitativamente el costo de la ausencia del padre. Probablemente el trabajo de investigación más extenso y metodológicamente riguroso es el que realizaron los sociólogos Sara McLanahan (Princeton University) y Gary Sandefur (University of
Wisconsin), cuyos resultados fueron publicados en el libro Growing Up with a Single Parent en 1994iv.
Este trabajo de investigación se basó en un seguimiento de más de 70.000
adolescentes y adultos jóvenes de ambos sexos a lo largo de casi 20 años. Se estudiaron las siguientes variables: 1) riesgo de interrumpir estudios secundarios, 2) riesgo de permanecer sin estudiar ni trabajar por períodos prolongados (idleness) y 3) riesgo de embarazo en la adolescencia, comparando a jóvenes que crecieron con un padre, con aquellos que crecieron sin un padre. Se neutralizó estadísticamente el efecto de otras variables como raza, sexo, nivel de educación de la madre, número de
hermanos, lugar de residencia y nivel socioeconómico. Los resultados obtenidos fueron: a) el riesgo de permanecer sin estudiar ni trabajar por períodos prolongados es un 50% más alto para jóvenes que crecieron sin su padre, b) el riesgo de interrumpir estudios secundarios es un 100% más alto, y c) el riesgo de embarazo en la adolescencia es también un 100% más alto (las consecuencias de este fenómeno trascienden lo individual y familiar: el costo de asistencia federal a madres solteras
adolescentes en Estados Unidos es de cuarenta mil millones de dólares por año). Es importante destacar que el aumento de riesgo para estas tres variables no aparece en el caso de muerte del padre.
Diversos estudios muestran además correlación entre déficit de función paterna e ítems asociados de manera significativa, como ser: capacidad de empatía, desempeño académico, índice de autoestima, inserción social, criminalidad, toxicomanía, déficit atencional e hiperactividad, entre otros.

5- Hacia la Restauración de la Función Paterna
Volver a recuperar la autoridad paterna supone trabajar a nivel terapéutico básicamente con dos elementos que tienden a una auténtica restauración de la función paterna: por un lado la reconexión emocional padre-hijo, y por el otro la recuperación de la capacidad de poner límites.
La reconexión emocional se logra solo con el tiempo a solas con los hijos, un tiempo que previamente debe ser auténticamente deseado por el padre. Sin tiempo a solas, no hay posibilidad de establecimiento del vínculo con el padre. Todos los hijos tienen necesidad de tener un vinculo afectivo y una conexión emocional fuerte con su padre. El hijo tiene una necesidad de sentirse querido y cuidado por el padre, tiene necesidad de sentir que el padre desea compartir momentos a solas con el, y tiene necesidad de tener momentos a solas con el.
Por otro lado, como sostiene Díaz Usandivaras, la capacidad de poner límites, que desarrolla la tolerancia a la frustración y la capacidad de controlar sus impulsos, se expresa en que el niño necesita recibir del padre:
1 – La experiencia del límite, 2- una clara enunciación de la norma, 3 –una clara enunciación de las consecuencias de la transgresión, 4 – el cumplimiento de la norma y la sanción por la transgresión, y por último un ingrediente esencial por parte del que pone el límites de mantener el vínculo afectivo en todo el proceso Padre es aquel que, podemos sintetizar, en la intimidad del amor frustra adecuadamente a su hijo. Este es el reconocimiento esencial que todo hijo necesita, no solo para saberse tal, sino para experimentar de manera originaria, el maravilloso misterio de la filiación.
El desarrollo intentó exponer la urgente necesidad de tomar conciencia de que el ejercicio de la paternidad es hoy un signo de los tiempos, no solo debido a las gravísimas consecuencias del oscurecimiento de su rol, sino sobre todo para devolver al mundo la imagen plena del amor trino de Dios, aquella que viene de la asombrosa unidad viviente de amor que constituyen padre madre y niño. Esa imagen es el signo vivo de la esperanza de que la vida es bella, y merece ser vivida en su sentido pleno
como amor. Sin olvidar que ser papá es la experiencia masculina espiritualmente más rica, estimulante e integradora para un varón. Es algo sagrado.


iMilmaniene, José E., “La Función Paterna”, Ed. Biblos, Buenos Aires, marzo 2004, pag.
51
ii Chouhy, Ricardo, “Función Paterna y Familia Monoparental: ¿Cuál es el Costo de
Prescindir del Padre?, en Perspectivas Sistémicas, Abril 2001.
iii Lo citado en este artículo puede encontrarse desarrollado en la obra de Jay Haley:
“Trastornos de Emancipación Juvenil”, Ed. Amorrortu.
iv McLanahan,S. & Sandefur,G.(1994) Growing up with a single parent. Harvard
University Press, Cambridge, Massachusetts.
Para comunicarse con el autor de este artículo llamar al Tel: 4706-3365 O vía e-mail:
luisfrodo@yahoo.com
http://www.institutosanpiox.edu.ar/funcion_paterna.pdf

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