01/09/2008
Sorprende oír a una mujer lamentarse de que muchas denuncias de malos tratos son falsas y de que, por eso, bastantes hombres acaban condenados injustamente. Helena Echeverri Aznar es abogada desde hace quince años y no tiene pelos en la lengua a la hora de hablar de los casos que lleva.
No hay tradición en su familia pero Helena decidió matricularse en Derecho y no estudiar Antropología, como quería en un principio, porque le pareció que era una buena manera de juntar sus dos vocaciones: tratar de defender la justicia y conocer de cerca el comportamiento de la gente. Helena, que también hizo cuatro años de Criminología, ha visto mucho. Y mucho malo.Fuente:
“Una mujer me planteó que qué me parecía poner una denuncia por abusos sexuales contra su hijo por parte de su ex marido. Era mentira pero ella quería hacerlo para quedarse con la custodia. El problema en asuntos de malos tratos es que el uso del Derecho se ha convertido en un abuso. Hay infinidad de denuncias falsas y lo peor es que los medios no hablan de ello”, puntualiza Helena. Ojo, que nadie vaya al Ministerio de Igualdad a señalarla con el dedo. Helena defiende también a muchas mujeres maltratadas. Lo único que trata de explicar es que no todo es lo que parece: “A veces los jueces son ingenuos y piensan que lo que cuenta la policía es verdad y que lo que dice la persona que va esposada es mentira y no hay que darle credibilidad”.
Pone un ejemplo. Un caso de una mujer rusa acusada de tráfico de cocaína. Ella rogó al juez que le tomara declaración de nuevo, aseguraba ser inocente y avisaba de que su abogado, su suegro, no era de fiar. Nadie le prestó atención hasta que unos policías de la Audiencia Nacional le dijeron al juez que tenían unas escuchas que demostraban que todo era un complot entre el abogado y unos policías para que él se pudiese quedar con la custodia de sus nietos.
A Helena sus clientes le hablan de policías que golpean a detenidos sin motivo y que roban drogas. De abogados que aceptan pagos en especie (cocaína) o que colaboran con delincuentes convirtiéndose en cómplices y contraviniendo su código deontológico. Luego están los medios: “Es lamentable que se hagan series de casos famosos antes de que tenga lugar el juicio. Es una forma de predisponer a la sociedad contra una persona y de quitarle la posibilidad de tener un juicio justo”. Helena disfruta de su trabajo, pero no acepta todo lo que hay alrededor. Y no se calla: “A mí el jurado me parece lamentable. La justicia se tiene que impartir por profesionales. Igual que yo no corto chuletas de vaca, entiendo que los ciudadanos no pueden decidir si una persona es culpable o inocente en función de la bonita retórica de un abogado”.
Helena es apasionada al hablar y parece llena de energía. Y de siempre ha sido muy despierta: nada más licenciarse, entró a trabajar en el departamento de recursos humanos de un hospital. Allí se enteró de que habían ingresado a un abogado muy conocido. Quizá algún cliente insatisfecho le había pagado con cinco puñaladas. Helena, en cualquier caso, le mandó una tarjeta deseándole una pronta recuperación. El hombre se lo agradeció ofreciéndole trabajo. En año y medio con ese abogado de cuyo nombre prefiere no acordarse vivió muy de cerca casos tan famosos como el del mendigo asesino o el de la dulce Neus.
Cuando se sintió preparada, abrió despacho propio, en el que defiende desde asuntos de familia hasta a cultivadores de marihuana. Helena es abogada de la AMEC (Asociación Madrileña de Estudios sobre el Cannabis), por compromiso, por convicción: “Me quedaría sin trabajo, pero se deberían legalizar las drogas. Al menos el hachís y la marihuana. Lo otro no lo tengo tan claro, pero sé que la legalización evitaría mucha delincuencia; aunque también quebrarían más inmobiliarias de las que están quebrando y mucha gente que blanquea en restaurantes y tiendas se quedaría sin actividad”.
Además de ser profesora de Derecho Penal, Helena es abogada del turno de oficio, que es donde de verdad puede observar esos comportamientos humanos que tanto le interesan. En dicho turno ha defendido a acusados de pertenecer a Al Qaeda o a un camionero rumano que atropelló a ocho guardias civiles y mató a seis. Y, también, al llamado asesino de la baraja. Vuelve a hablar claro: “Tengo grandes dudas de que Alfredo Galán fuera el asesino de todos los crímenes que le imputaron. Estoy convencida de que al menos en dos no era él”.
Escuchando a Helena, puede dar la sensación de que se acaba generando una empatía entre el acusado y su abogado y de que por eso no sólo los defiende en un juzgado sino ante una grabadora y una coca-cola. Ella lo admite, pero con alegaciones: “Muchas veces sí me implico personalmente. Incluso sabiendo que son culpables. Pero con muchos otros, no. Sabes que son unos cabrones y que tú tienes que hacer tu trabajo pero que no les vas a invitar ni a un cigarro”.
También admite divertida ciertos momentos peliculeros, de ésos en los que el recluso y su abogada pueden acabar en un doble final feliz de libertad y matrimonio, valga el oxímoron. “Si estás solo en la cárcel y la única persona que va a verte es una chica, pues puede pasar que algún cliente se enamore de ti. Yo alguna vez me he fijado en alguno, pero más que con sentimientos amorosos, con ganas de salvarlo, de llevarlo por el buen camino”.
En la vida, de todos modos, no abundan los finales felices. Sí hay, en cambio, situaciones que superan el esperpento. Sobre todo cuando está de por medio la burocracia: “Recuerdo a un hombre al que acababan de notificar en los juzgados un auto de alejamiento y le dio un ataque al corazón. Cuando llegó la ambulancia para llevárselo, el secretario del juzgado se plantó diciendo que no se podía ir hasta que no hubiera firmado la notificación del auto... ¡Y el tío se estaba muriendo!”.
Helena se termina un refresco y se dispone a marcharse a los juzgados de plaza de Castilla. Tiene que defender a un rumano acusado de apuñalar a otro. Parece que él sólo intentaba ayudar y que los que lo acusaron son cómplices del agresor. Pero no hay testigos y el asunto parece complicado: “El último caso siempre es el más difícil”. Ya va aprendiendo, por lo menos, a separarse un poco de todo eso malo que ve y que vive: “Ahora intento que me afecte lo menos posible, pero no sé si es bueno. Cuando te dedicas al derecho penal social, hay que poner corazón en lo que haces”. Es algo duro y exigente, pero le gusta. No se ve haciendo otra cosa: “De alguna manera, pienso que ayudo a la sociedad sacando libre a un inocente o logrando la condena para un maltratador”.
Yo abogada... "En malos tratos se abusa del derecho"
http://www.interviu.es/verano-2008/articulos/yo-abogada-en-malos-tratos-se-abusa-del-derecho
1 comentario:
Y también defiende a asesinos en serie
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