En Andalucía, como en muchas cosas, fuimos pioneros en la implantación de los Puntos de Encuentro de Familia, y en Andalucía, como también suele ocurrir, años después hemos quedados relegados a la cola, a gran distancia de otras Comunidades, en lo que concierne al desarrollo y mantenimiento de tan importante recurso social, que hoy depende de la Consejería de Justicia de la Junta de Andalucía.
Aquí no se apuesta por evitar la confrontación entre los progenitores en claro detrimento de los hijos menores, no se invierte en erradicar las guerras sangrantes que, en el ámbito familiar, provocan que unos hijos se vean privados de su derecho a relacionarse con normalidad con el progenitor no custodio, que suelen ser los padres. En Sevilla, mal pagado y dotado, sigue sobreviviendo, a duras penas, el único que se inauguró en el año 1999. En Valencia existe ya una regulación normativa sobre su funcionamiento y existen creados más de veinte. Lamentable comparación discriminatoria y que evidencia que en España las mayores desigualdades las marca la propia política y el territorio en que se aplica. Porque resulta indignante que hoy en día muchos padres, y en menor medida madres, tengan que mendigar que se les brinde amparo para ejercer su derecho y obligación a no divorciarse de sus hijos. La respuesta oficial es que no hay presupuesto para atender esa justa reivindicación, porque lo importante es seguir invirtiendo en programas contra hombres maltratadores y violentos que, en ocasiones, demasiadas y nunca reflejadas en la estadística de género, son calificados como tales porque se confunde sus actitud reivindicativa con prepotencia machista. Un panorama real, que conocen quienes sufren la infamia y quienes quieren ver un poco más allá de la mentira que a veces de repetirla se convierte en verdad, como ya dijera el propio Goebbles, ministro de propaganda de la Alemania Nazi.
FRANCISCO SERRANO CASTRO
Aquí no se apuesta por evitar la confrontación entre los progenitores en claro detrimento de los hijos menores, no se invierte en erradicar las guerras sangrantes que, en el ámbito familiar, provocan que unos hijos se vean privados de su derecho a relacionarse con normalidad con el progenitor no custodio, que suelen ser los padres. En Sevilla, mal pagado y dotado, sigue sobreviviendo, a duras penas, el único que se inauguró en el año 1999. En Valencia existe ya una regulación normativa sobre su funcionamiento y existen creados más de veinte. Lamentable comparación discriminatoria y que evidencia que en España las mayores desigualdades las marca la propia política y el territorio en que se aplica. Porque resulta indignante que hoy en día muchos padres, y en menor medida madres, tengan que mendigar que se les brinde amparo para ejercer su derecho y obligación a no divorciarse de sus hijos. La respuesta oficial es que no hay presupuesto para atender esa justa reivindicación, porque lo importante es seguir invirtiendo en programas contra hombres maltratadores y violentos que, en ocasiones, demasiadas y nunca reflejadas en la estadística de género, son calificados como tales porque se confunde sus actitud reivindicativa con prepotencia machista. Un panorama real, que conocen quienes sufren la infamia y quienes quieren ver un poco más allá de la mentira que a veces de repetirla se convierte en verdad, como ya dijera el propio Goebbles, ministro de propaganda de la Alemania Nazi.
FRANCISCO SERRANO CASTRO
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