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01.03.11 - INMACULADA MONTALBÁN
VOCAL DEL CGPJ Y PRESIDENTA DEL OBSERVATORIO CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO
El relato 'Es así como mueren las mujeres' (Didier Decoin 2011) refleja la soledad de la joven italoamericana Kitty Genovese. Acuchillada por la espalda, durante unos largos treinta minutos aguantó con la esperanza de ser socorrida, se arrastró hasta el portal de su edificio, sangraba. Cuando ya se creía a salvo, el hombre que la había seguido terminó de quitarle la vida con el arma y el alma con la violación. Era un padre de familia que salió a la calle con un simple motivo: matar a una mujer, «.son más fáciles y no pelean», dijo según las crónicas. Era una gélida noche del Nueva York, año 1964, Kitty salía de trabajar y deseaba llegar a su pequeño apartamento, encontrarse con su amiga. No pudo ir más allá del portal del edificio. Al doloroso vacío que sufrieron sus padres y su amiga, mi mente añade el duelo de las hijas e hijos de las mujeres víctimas de la violencia machista en España.
Los diarios neoyorquinos refirieron que treinta y ocho vecinos vieron u oyeron algo relacionado con el ataque sufrido por Kitty, pero ninguno de ellos bajó a la calle ni llamó a la policía. Ninguno asumió la responsabilidad de la intervención. Quizá sea una fábula o una exageración; pero lo cierto es que, a partir de entonces se creó un único teléfono policial de urgencias y una línea de investigación conocida como el bystander effect o efecto espectador.
Han pasado más de treinta años. En el barrio de El Palo de Málaga Susana Galeote acaba de dejar a su hija pequeña en el colegio. Presuntamente, su ex marido la golpea y apuñala hasta causarle la muerte. Estaba condenado por malos tratos y el juez le había prohibido acercarse a ella, cosa que no le importó. Ambos casos, tan separados en el tiempo y en el espacio presentan coincidencias y diferencias. La especial intencionalidad o decidida intención de acabar con la vida de la mujer, pase lo que pase, y sin miedo a las consecuencias, suele ser una coincidencia. También existen notorias diferencias. Afortunadamente, hoy la sociedad española (espero que también la estadounidense) está más sensibilizada que nunca contra esta violencia. Tenemos ejemplos de ciudadanos que han intervenido para defender a mujeres en riesgo, a pesar del peligro que corría. Lo que antes era un problema privado, sobre el que se aconsejaba no hablar («hija mia tienes que aguantar, eso es así»,) hoy es un problema público en el que trabajamos muchas personas e instituciones, día a día, intentando perfeccionar la protección a las víctimas.
Cada asesinato de mujeres provoca dolor y sufrimiento a familiares y amigos. Si hubo denuncia previa, como ocurrió con Susana, con frecuencia se nos interroga acerca de si debemos seguir animando a las mujeres a denunciar o si disponemos de suficientes recursos para protegerlas. La respuesta es clara y sincera: la denuncia permite salvar vidas y son muchas las mujeres que han conseguido una nueva oportunidad de vivir libres, con el apoyo social y económico de las instituciones. Contamos con órganos judiciales especializados y profesionales que han despejado la sensación de impunidad que existía respecto de estas violencias; y contamos con un sistema de protección que funciona, pues más de 20.000 órdenes de alejamiento se dictaron el año pasado.
No podemos buscar culpables más allá de la persona que ha cometido el asesinato. No hay otro culpable distinto al que mata. La violencia machista nos lleva siglos de ventaja y nadie podría creer que la sola aprobación de una ley como la Integral del 2004 acabaría con los asesinatos de mujeres de un día para otro. Es una ley necesaria porque ofrece un diagnóstico e instrumentos para el camino y nosotros trabajamos para ponerlos en marcha e idear medidas que ayuden a una mejor protección de la víctima,
En febrero se ha firmado un convenio entre Consejo General del Poder Judicial y Ministerio de Justicia para que los jueces puedan compartir información de la base de datos policial, que contiene las circunstancias de la victima y una inicial valoración policial del riesgo de nuevas agresiones. Sabemos que el riesgo puede variar súbitamente y que no existe certeza, solo cabe aproximación. No se puede saber al cien por cien si una persona volverá a delinquir; pero nos esforzamos en mejorar nuestros elementos de conocimiento. Lamentablemente, no siempre los esfuerzos vienen acompañados del éxito. En cualquier caso no caeremos en el desánimo.
Como tampoco nos desmoralizan las resistencias y obstáculos que surgen y reaparecen, una y otra vez, ya sea en forma de dudas de la fiabilidad de los testimonio o denuncias de las mujeres; ya sea en forma de amenazas de privarles a sus hijos por considerarlas malas o maliciosas manipuladoras (supuesto síndrome de alienación parental, que tanto daño está causando).
Hoy, como en los años sesenta la violencia machista es una manifestación de la desigualdad y muestra cómo algunos hombres exhiben su poder de distintas formas; unas veces a través de las violaciones y otras. arrancando de la vida a la mujer que decide alejarse de su dominio. La violencia machista nos lleva siglos de ventaja, pero ya no hay punto de retorno. La lucha contra el maltrato sigue, día a día.
http://www.diariosur.es/v/20110301/opinion/contra-sensacion-impunidad-20110301.html
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