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jueves, 21 de marzo de 2013

La guerra de los Rose

Jueves, 21 de Marzo, 2013
Fotograma de la película 'La guerra de los Rose'

Me atrae observar las conductas de los seres humanos. Me sorprendo atónita con determinadas actitudes. Siempre me ha producido estupor la evolución de las relaciones de pareja, que empezaron alabando a Dios por darles la oportunidad de cruzar sus vidas y terminan haciendo fuegos en el infierno pidiendo a Lucifer complicidad para ahogar al otro. Qué bonito. Cuánto amor. Y cuánta armonía.
El padre de tus hijos –tus hijos, aquello que más amas en este mundo, que podrían robártelo todo con una sonrisa, cuyo dolor te resulta insoportable y su angustia multiplica por tres la tuya- es hoy el enemigo público número uno, tu peor pesadilla, quien provoca tu rabia, tus desvelos. La hez.
Me cuesta comprender cómo estalla la tormenta y lo llena todo de odio. Y sobre todo, me cuesta comprender que una mujer, que cree en la dignidad, en la igualdad, en la libertad y en la verdadera independencia, entienda que debe sangrar a su expareja por encima de cualquier ética. Luchamos por obtener respeto y consideración, reconocimiento a tanto esfuerzo, y a la vez, queremos compatibilizarlo con la mayor injusticia.
Padres separados que viven contra la pared, asfixiados por relaciones anteriores que les obligan a pagar los errores -de ambos- con cantidades desorbitadas que impiden que puedan rehacer su vida o cualquier intento de acercamiento hacia una conversación templada.
No dudo de que las heridas son muchas. Lo son. Es muy duro tirar media vida por la ventana. Los partos, los amigos, las promesas, los sueños. Debemos protegernos, sí, pero no abusar de la circunstancia con la excusa que da esa protección, como si fuéramos inválidas desamparadas. Porque no lo somos. Y se hace flaco favor a otras pretensiones más justas. Ante situaciones terribles, e inesperadas, la ley intenta cubrir todas las posibilidades. Pero no siempre es el más débil quien lo parece. Y no siempre los fuertes -ni moral, ni física, ni económicamente- son ellos.
Que los hijos sigan teniendo la misma vida, es condición imprescindible. Y tampoco debe sufrir diferencias quien lo ha dado todo para construir una familia y hoy tiene que amamantarla sola. Pero tampoco es fácil para quien se va. O no siempre debe serlo. Y encontrar las palabras debería ser siempre el mejor camino. Con hijos por medio, a quienes sin duda, dibujamos su vida con nuestras actitudes, nuestra responsabilidad debe ser mayúscula. Imprescindible. Incluso a pesar de la ley.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2013/03/17/la-guerra-de-los-rose.html

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