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miércoles, 20 de marzo de 2013

La matraca de las denuncias falsas

Miércoles, 20 de Marzo, 2013
 
El dato oficial no admite ninguna duda: el número de denuncias falsas por violencia de género en España representa el 0,0141 por ciento del total, según la Memoria de la Fiscalía General del Estado, que emplea datos del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial. Es decir, que de las 134.002 denuncias interpuestas en 2011, tan solo 19 fueron falsas. Estos dos organismos difundieron hace tres semanas estos datos para rebatir las declaraciones infundadas del diputado de UPyD Toni Cantó, que aseguró en Twitter que «la mayoría de las denuncias por violencia de género son falsas». Frente a los prejuicios, las estadísticas son contundentes, y el propio Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad subrayó que las estadísticas oficiales españolas son «las más completas de Europa». De hecho, esos números no dejan de ser la punta del iceberg de un problema colosal que miles de mujeres sufren en silencio y que la mayoría ni siquiera denuncia, una situación que sin embargo y de forma paradójica ignoran muchos profesionales cuyo trabajo está relacionado con la violencia de género. Lo más preocupante es que haya policías, guardias civiles, jueces, abogados, fiscales, psicólogos o trabajadores sociales que antepongan sus propios prejuicios y creencias a la realidad, y sigan alentando con sus comentarios sin ninguna base la falsedad de que muchas mujeres se inventan malos tratos para sacar beneficios: quedarse con la casa, los hijos o, en definitiva, fastidiar a su marido/pareja. Otra variación de esta leyenda urbana basada en la mala leche natural de la mujer, arraigada desde que a Eva se le ocurrió complicarle la vida a Adán con la dichosa manzanita (aunque todavía ningún científico ha identificado a qué gen está asociada esa mala baba femenina), es que hay extranjeras que denuncian malos tratos inexistentes para regularizar su situación.
Al igual que pasa con toda leyenda urbana (la de la chica muerta en accidente que hace autostop en la curva donde se estrelló; la del caimán cuyas fauces salen repentinamente por la taza del váter en el momento más inoportuno...), quien la difunde no da datos ni cifras ni detalles que permitan comprobarla y a menudo, ni siquiera se identifica cuando suelta estas barbaridades en los medios de comunicación. La última vez fue el pasado domingo, en un reportaje publicado en este periódico sobre el Servicio de Atención a la Familia (SAF) del Cuerpo Nacional de Policía en Ibiza, un equipo que se dedica precisamente a atender los casos de violencia de género: agentes del SAF, sin nombres ni apellidos, comentan que una parte de las denuncias de malos tratos son falsas y dan a entender que algunas extranjeras buscan así conseguir papeles en regla; y añaden que «más del 60%» de los malos tratos denunciados son reales. Sin embargo, no explican de dónde se sacan ese porcentaje, que lo que está diciendo al mismo tiempo es que el 40% de las denuncias son falsas, ya que no dan ni una sola cifra ni un solo detalle más. No es el resultado de ningún estudio, simplemente se trata de una apreciación personal de un policía cargado de prejuicios e ideas preconcebidas sobre el problema de la violencia machista, que hace su propio cálculo, a ojo de buen cubero, y lo difunde sin atenerse al más mínimo rigor ni seriedad. ¿Qué quiere decir exactamente? ¿Se refiere a denuncias que prosperan y se tramitan, a denuncias en las que no hay pruebas o a otras que las mujeres retiran después? ¿Son casos que siguen su curso judicial pero acaban en absolución?
Una absolución a menudo es el resultado de que no se han podido probar los hechos, no significa que no hayan existido. En muchos casos no es posible demostrar los malos tratos, en ocasiones debido a que la propia policía no ha hecho bien su trabajo y no ha seguido los protocolos adecuados. No es lo mismo decir que una mujer se ha inventado una denuncia a decir que la ha retirado por miedo: no hay que olvidar que vive con su agresor, que su hogar es el infierno y si no tiene adónde ir y encima hay hijos, la situación se convierte en una trampa sin salida. Hay otras razones que explican que las mujeres renuncien a iniciar un proceso judicial: es muy difícil denunciar al padre de sus hijos o al hombre al que quieren y al que desean dar la enésima oportunidad para que cambie (lo que jamás ocurre; en la mayoría de las ocasiones ellas se dan cuenta demasiado tarde). Es muy complicado convencer a los demás, incluso a la misma familia, de que ese hombre ejemplar, educado y que no tiene problemas con nadie es un monstruo en cuanto cierra la puerta de su casa.
El miedo a que nadie las crea es una losa que hace que muchas mujeres víctimas de malos tratos decidan no seguir adelante con la denuncia, o que ni siquiera se planteen esa posibilidad. De hecho, bulos infundados como los de Toni Cantó o el policía del SAF solo sirven para perpetuar la impunidad de los agresores y para que las víctimas decidan no denunciar ni pedir ayuda: al fin y al cabo, quién las va a creer. Ni siquiera los propios policías que deben protegerlas.
http://www.diariodeibiza.es/opinion/2013/03/20/matraca-denuncias-falsas/610033.html

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