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sábado, 1 de febrero de 2014

Misandria en el diario El País

Sábado, 1 de Febrero, 2014
La misandria está tan instalada en nuestra sociedad que muchos encuentran difícil verla y denunciarla aunque se encuentre delante de sus narices. De hecho, un periódico de tirada nacional como El País puede publicar un artículo cuyo único objetivo es difamar al varón y recibir como respuesta el silencio de la sociedad, con la excepción de algunos comentaristas. El ensayo en cuestión fue escrito por José Ignacio Torreblanca y se titula “El varón, arma de destrucción masiva”.
Aquellos que lo han leído quizá se pregunten “¿acaso es misandria señalar que el 90% del crimen violento es cometido por varones y que también han sido en su inmensa mayoría el brazo ejecutor de los conflictos bélicos?” Mi respuesta en este caso es que no. Citar esos datos no constituye un acto de misandria, en cuanto a que son, con algunas puntualizaciones, ciertos, y yo mismo los he utilizado en mis discusiones (sus cifras sobre la victimización femenina, sin embargo, son discutibles). Lo que constituye misandria en este artículo son la ausencia intencionada de contexto y el objetivo que el autor persigue con este escrito.
Torreblanca no quiere entrar en las causas de la violencia masculina, que podrían haberse explicado aunque fuera superficialmente. ¿La razón? Con su artículo lo que pretende, y en eso es bien explícito, es que se señale mucho más el sexo de quien comete la violencia cuando hay un debate público sobre este tema. Cito (el subrayado es mío):
La cruda realidad es que, desde la noche de los tiempos, el ser humano ha mostrado una increíble capacidad de matar, y de hacerlo en masa y sostenidamente, y para ello se ha servido de cualquier cosa a su alcance: un machete, un AK-47, explosivos convencionales o bombas atómicas. Un momento: “¿el ser humano?”. No exactamente. La práctica totalidad de todas estas muertes tienen en común un hecho tan relevante como invisible en el debate público: que fueron varones los que los cometieron (…).
Existen muchas posibles, y complejas, explicaciones sobre estos hechos. Tampoco son fáciles las respuestas que debamos dar, y mucho menos las medidas a adoptar. Pero los hechos están ahí, y son incontestables: los varones matan y se matan, mucho, y ejercen mucha violencia contra las mujeres. Sin embargo, el debate público sobre este hecho es inexistente. Antes que repuestas, este debate requiere preguntas, en realidad una sola pregunta: ¿son los varones armas de destrucción masiva?
Claro que si no queremos empezar este debate por las causas del problema, ¿qué se pretende lograr exactamente con las preguntas, o mejor dicho, su única pregunta (que por cierto él responde en su artículo)?. Voy a mostrarles lo que pretende con un ejemplo en el que también los datos son “incontestables”. Ya que Torreblanca ha utilizado estadísticas del crimen en Estados Unidos para hacer su caso, voy a utilizar las mismas fuentes en mi ejemplo.

Imaginen que yo hubiera escrito un artículo donde señalo que los americanos negros han cometido desde 1980 hasta 2011 el 52.5% de los homicidios (p. 12), siendo sólo un 12,6% del total de la población (p. 4). Imaginen ahora que escribiera:
Un momento: “¿los estadounidenses?”. No exactamente. La mayoría de todas estas muertes tienen en común un hecho tan relevante como invisible en el debate público: que fueron americanos negros los que los cometieron (…).
Existen muchas posibles, y complejas, explicaciones sobre estos hechos. Tampoco son fáciles las respuestas que debamos dar, y mucho menos las medidas a adoptar. Pero los hechos están ahí, y son incontestables: los americanos negros matan y se matan, mucho, y ejercen mucha violencia contra otros grupos. Sin embargo, el debate público sobre este hecho es inexistente. Antes que repuestas, este debate requiere preguntas, en realidad una sola pregunta: ¿son los negros americanos pistolas ambulantes?
Imaginen que para colmo titulara mi artículo: “el negro americano, pistola ambulante”, pusiera la foto de uno de ellos amenazando con una pistola a alguien de otra raza, y añadiera las cifras de la violencia que otro grupo sufre por sus acciones. Además, en el artículo hablaría largo y tendido de cómo han cometido crímenes contra dicho grupo.
Si yo hubiera escrito algo así, esperaría que mis lectores me llamaran racista con todas las letras. Porque los datos serán lo incontestables que se quiera, pero la intención del artículo, así como la deshumanización llevada a cabo al compararlos con armas, tendrían una intención muy clara: fomentar el odio y la sospecha hacia el grupo criticado (y la simpatía por el grupo afectado). No es casualidad que yo haya subrayado en su texto “las medidas a tomar”, porque Torreblanca también nos dejó una frase que indica cómo percibe que habría que tratar a los varones (el subrayado es mío):
Reconozcámoslo: los varones son el mayor arma de destrucción masiva que ha visto la historia de la humanidad, y hay unos 3.500 millones de ellos por ahí sueltos.
Imaginen, una vez más, que escribiera que hay americanos negros “por ahí sueltos”, como si se tratara de animales. A este comentario sumemos también la deshumanización de comparar a los hombres con armas, y tiendo a pensar que cuando Torreblanca habla de “medidas”, no van a tratarse de aquellas que realmente vayan dirigidas a mejorar la situación del varón. Al fin y al cabo lo opuesto de “suelto” es “controlado”, y cuando hay iniciativas de paz, las armas de destrucción masiva son controladas o destruidas.
Alguien que realmente se preocupara por los americanos negros no se limitaría a arrojar estadísticas y retirarse sin dar explicaciones, como hace Torreblanca con los varones. Comenzaría aclarando, por ejemplo, que pese a su alta representación en los homicidios, sólo una pequeña parte de la población americana negra comete estos crímenes, que es la verdad tanto en este caso como en el del varón.
También exploraría causas adicionales para explicar por qué constituyen un porcentaje tan elevado de los presos, aunque fuera de forma superficial. Por ejemplo leyes injustas que terminan encarcelando a más negros que blancos, o a más varones que a mujeres, como en el caso de LIVG. La mayor predisposición de la fuerza policial a detener a unos grupos que a otros o de la justicia a imponerles condenas más largas. Todo esto por no mencionar causas profundas como la pobreza (su correlación con crímenes violentos es clara), problemas educativos, falta de apoyo familiar (más del 82,7% de los sin techo son hombres), su larga historia como género desechable, etc.
No, Torreblanca no ve valor alguno en explorar nada de esto. Cito nuevamente su artículo (el subrayado es mío):
No hace falta adentrarse en las sutilezas de la discriminación política, económica y social, en sí un hecho muy revelador de la subordinación generalizada de la mujer: el nivel de violencia física contra las mujeres que hay en el mundo lo dice todo.
A Torreblanca, como a todos los reaccionarios, no le interesan las causas de la violencia masculina, porque eso significaría examinar los problemas del varón, y la única víctima permisible en el discurso de género sólo puede ser la mujer. Lo que le interesa es señalar quién es el artífice de dicha violencia y hacer preguntas al respecto como “¿son un arma de destrucción masiva?”.  El objetivo, una vez más, es que se señale al sexo masculino cuando se habla de violencia, sin más. Es obvio que dichas intenciones están lejos de ser constructivas y sólo buscan instigar la misandria.
Por supuesto alguien podría decir “pero es distinto porque los hombres están en el poder, vivimos en una cultura patriarcal”, etc. No sé cuántas veces habrá que explicar que existe una diferencia en que haya hombres en el poder y que los hombres como grupo estén en el poder (el inmigrante deportado seguro que puede decirnos algo al respecto). De hecho una característica de aquellos en el poder es que rara vez han necesitado ejercer la violencia personalmente, salvo que así lo desearan. La teoría del patriarcado se ha convertido en la mayor fuente de pereza intelectual de la época contemporánea, porque explorar estos problemas además de no ser políticamente interesante también requiere algo de pensamiento crítico.
Parafraseando a Pelle Billing, quienes consideren que la mujer no ha contribuido en las artes, las letras y la ciencia como el varón por falta de oportunidades, deberían igualmente concluir que tampoco han contribuido como el hombre a la violencia cometida por la misma razón. Quienes piensen de otra manera, lo que sostienen es que un sexo es superior a otro. Algo que según la definición de diccionario, el feminismo no defiende, ¿o sí?
Voy a llevar el ejemplo de Billing un poco más lejos. El feminismo se caracteriza por considerar que los roles de género son meras construcciones sociales. Si así es, imaginen por un momento que el rol de protector y proveedor hubiera sido asignado históricamente a la mujer, otorgándole a ésta la autoridad en las decisiones bélicas. Pongámonos en la piel de un grupo prehistórico cuyos recursos han sido agotados y cuyas opciones son la de enfrentarse a otra tribu para apropiarse de su territorio (porque dicho grupo tampoco tiene mucho y no lo quiere compartir) o dejar a sus hijos morir de hambre. ¿Qué decisión habrían tomado?
Imaginen una historia donde todas las guerras son libradas por mujeres, ya que el reclutamiento de hombres está prohibido (por las pocas mujeres en el poder). E imaginen también que generalmente estas mujeres son obligadas a luchar contra su voluntad, so pena de ser ejecutadas, o llevadas encadenadas al campo de batalla, como ocurrió a numerosos varones argentinos durante la Guerra de la Triple Alianza. En esa historia paralela, se las educa para ser el sexo desechable, utilizando horribles ritos de paso, impulsando una feminidad estoica donde se penaliza expresar sentimientos de debilidad y donde la única forma socialmente aceptable de ahogar las penas es intoxicándose con alcohol. Piensen ahora que, pese a los avances en derechos y libertades, las mujeres continuaran realizando los trabajos más duros, constituyeran el 96% de los fallecidos en accidentes laborales, el 78% de los suicidios, el 82.7% de los vagabundos, etc. Que los hombres prefirieran como pareja a mujeres agresivas sobre las no agresivas, y que las ridiculizaran si no ejercían la violencia cuando era socialmente aceptable que lo hicieran. ¿Serían las mujeres más proclives a mostrar tendencias violentas? ¿Consideran que la violencia ejercida contra este grupo y aquella que se le ha inculcado siempre iba a estar perfectamente controlada?,  ¿qué no terminaría en algunos casos volviéndose contra el resto de la sociedad? Claro que afortunadamente también habría otras mujeres dispuestas a controlar a aquellas que hubieran desviado su violencia a donde no debían (cuerpos policiales, etc.).
Piensen que ahora llegara una ideología que afirmara que la culpa de todo es de las mujeres, porque como quienes están en el poder son mujeres, aquellas que fueron brutalizadas para matar y morir en la guerra comparten la misma culpa que quienes las enviaron. Porque ambos grupos tienen vaginas. Independientemente de que su sacrificio en la guerra constituyera una función necesaria para la supervivencia del grupo/sociedad o que estas mujeres fueran obligadas a luchar para satisfacer los caprichos o intereses de aquellas en el poder so pena de muerte. Todas tienen vaginas. No hace falta esgrimir argumentos más elaborados.
Imaginen que finalmente, en un alarde de cinismo, se afirmara en un periódico de tirada nacional que es necesario señalar el hecho de que quienes cometen la mayor parte de la violencia en sociedad son mujeres. Y que no hace falta explorar las causas, que lo importante es señalarlas con el dedo y compararlas con armas de destrucción masiva. Este artículo sería, sin lugar a dudas, el colmo de la crueldad, y tocaría techo en la historia de la misoginia. Pues sí, eso es exactamente lo que hace el artículo de Torreblanca.
Y por favor no intenten ahora decirme que imaginemos un mundo donde los hombres pasaban las mismas penurias que las mujeres. Nadie ha negado aquí el sufrimiento ni la opresión femenina (de hecho existe toda una industria que cuyo único propósito es denunciarla), pero ignorar la opresión masculina y señalar la culpabilidad del varón se están convirtiendo en prácticas rutinarias de los medios de comunicación, instituciones académicas y gubernamentales.
Por supuesto alguien podría argumentar, en su creencia de que las mujeres son moralmente superiores, que el sexo femenino habría actuado de otra manera si se hubiera encontrado en la misma posición, estando más abiertas al diálogo, la negociación, etc. A ello he de responder que ninguna reina, cuando ha tenido que adoptar el papel de rey, se ha comportado de forma sustancialmente diferente. También es necesario recordar, como ya hice en otra entrada, que aunque las mujeres no se mancharan las manos de sangre como los hombres, también han apoyado los conflictos bélicos. Cito de nuevo este fragmento del libro Guerra y género, de Joshua S. Goldstein:
Las mujeres son a menudo participantes activos en avergonzar a los varones para incitarlos a que luchen en la guerra. Recordemos las mujeres rusas que durante la I Guerra Mundial tomaron acciones desmedidas para avergonzar a exhaustos soldados y hacer que así lucharan de nuevo (ver p. 73-75) (…).
El uso de la vergüenza por parte de las mujeres para incitar a los hombres a luchar ha sido observado en una [amplia] variedad de escenarios. Antes del golpe militar en Chile de 1973, por ejemplo, las mujeres conservadoras arrojaban maíz a los soldados y se burlaban de ellos llamándolos “gallinas”. Las mujeres apache recibían a los guerreros exitosos con “canciones y regocijo”, pero a los fallidos con “mofas e insultos. Las mujeres se alejaban de ellos con fingida indiferencia y desprecio”. La cobardía e incompetencia por parte de los guerreros zulúes, castigada en tiempos de Shaka con la muerte, ganó más tarde “humillación y desgracia… Las mujeres sentían que todavía era su deber avergonzar a un hombre que no se comportaba con bravura… A veces desnudándose en público para mortificar a un hombre que se había comportado mal.” Incluso los guerreros que habían sobrevivido a una feroz batalla donde los zulúes habían luchado con increíble bravura y habían perdido, se enfrentaban al bochorno. Las mujeres los ridiculizaban cruelmente (…).
Una vez durante la rebelión Mau Mau, cuando un líder fue encarcelado por las autoridades coloniales, se formó una multitud y varios líderes africanos varones intentaron dispersarla. “Las mujeres se enfurecieron ante la actitud de compromiso masculina. Una mujer expuso sus genitales a los hombres invocando un insulto tradicional que en la cultura kikuyu era “el último recurso de aquellos consumidos por sentimientos de furia, frustración, humillación o venganza”” (Las mujeres !Kung también se burlan de los hombres que se desvían de las normas del grupo utilizando “la exposición de los genitales femeninos… como muestra de falta de respeto”). Apoyada por los aullidos de otras mujeres en la multitud, reprochó a los hombres diciéndoles “tomen mi vestido y denme sus pantalones. Ustedes hombres son unos cobardes… Nuestro líder está ahí. Dejen que vayamos a por él”. Como resultado, la multitud avanzó y la policía dio muerte a 17 hombres y 4 mujeres.
El caso de las Plumas Blancas, también tratado en este blog, es bastante ilustrativo al respecto ya que incluye mujeres feministas y no feministas que humillaron a los hombres para empujarlos a las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Tampoco es menos destacable el hecho de que el partido nazi consiguiera más votos entre las mujeres que entre los varones, que George W. Bush saliera reelegido con un electorado mayoritariamente femenino o que la Feminist Majority Foundation apoyara la ocupación estadounidense de Afganistán. Dudo mucho, por tanto, que las mujeres hubieran actuado de forma diferente a los hombres si se hubieran encontrado en la misma situación.
En una segunda entrada refutaré otros argumentos y datos de este escrito, típico cóctel feminista que mezcla verdades con mentiras, medias verdades, verdades incompletas y fabricaciones de su propia maquinaria institucional. El objetivo de mi presente respuesta ha sido demostrar que este artículo de El País es una pieza de propaganda misándrica donde las haya.
Para terminar, sólo diré que voy a dejar de leer un periódico que propaga la misandria de forma activa e irresponsable, y considero que todo varón adulto con algo de respeto por sí mismo debería hacer lo propio. Si este periódico no tiene problema alguno en afirmar que la mitad de la población mundial debe ser señalada con el dedo por cosas que unos pocos han hecho, quizá se pueda apañar sin ellos, y sin las mujeres que los aman.
http://quiensebeneficiadetuhombria.wordpress.com/2014/01/30/misandria-en-el-diario-el-pais/

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