21/11/2011
Elias es apodado el cara de rata por los bullies de su escuela. Vive en
Dinamarca y tiene 14 años, un hermano pequeño y padres médicos al borde de una
separación por la infidelidad del padre. En un momento crucial, la madre le dice
al padre: “Estaba tan orgullosa de no ser como los otros estúpidos que se
divorcian, estaba tan orgullosa de nosotros, hasta que comenzaste a pensar en
ella todo el tiempo”…. Anton, el padre, es una especie de Gandhi posmoderno,
creyente del poder de la resistencia no violenta, congruente y conomovedoramente
compasivo. Trabaja en algún país de Africa en medio de una cruenta guerra civil,
donde como médico cirujano lucha para salvar a una pequeña comunidad de la
crueldad de un grupo terrorista. Y en Dinamarca, enfrenta el drama de la posible
separación de su mujer y su esfuerzo por ser un padre amoroso, congruente y
pacífico para sus 2 hijos varones.
Elias conoce a Christian en la escuela, que ha llegado recientemente de
Londres después de haber perdido a su su madre, víctima de cáncer. El padre de
Christian es casi un zombie que no sabe qué hacer como viudo con este hijo que
sólo parece furioso, inexpresivo la mayor parte del tiempo y con un insospechado
y a ratos incomprensible monto de ira y deseos de venganza. Christian golpea
brutalmente al lider de los acosadores escolares que humillaban y denigraban a
Elias cotidianamente. Christian y Elias se vuelven inseparables a partir de este
momento. Christian está enfocado casi exclusivamente en detectar todas las
injusticias del mundo y siente la necesidad de hacer algo al respecto mediante
la venganza.
Una tragedia se avecina cuando Christian invita a Elías a fabricar una bomba
casera cuyo instructivo encontró en internet. Christian no expresa nada más que
rabia y desprecio por su padre, porque supone dejó morir a su madre, dándose por
vencido sin luchar por mantenerla con vida. Un drama se desencadena cuando
Christian y Elías deciden volar en pedazos el coche de un hombre que golpea a
Anton a causa de un pleito de niños en el parque. Los niños no entienden la
actitud de Anton, quien no se defiende del agresor y sólo habla de la inutilidad
de la venganza. El desenlace de todas las tragedias podría resumirse de la
siguiente forma: Marianne logra perdonar la infidelidad de Anton al darse cuenta
de que aún lo ama y de que es el mejor padre que pudo haber elegido para sus
hijos. Elías se da cuenta de que a pesar de haber sido víctima de acoso escolar,
la violencia sólo genera más violencia y termina reaccionando en un momento
crucial como un héroe lleno de humanidad, tal y como su padre le ha modelado
toda la vida.
Christian logra llorar al verse al borde de la muerte y al derramar esas
lágrimas, se da cuenta que toda su furia y sus deseos de venganza surgen del
desgarro de haber perdido a su madre y de extrañarla cada segundo de su vida.
Todo esto ocurre en Dinamarca, pero podría pasarle a cualquiera porque todos
somos simples seres humanos enfrentando dilemas éticos a cada momento. El
sinsentido de la violencia, la dificultad de ser un agente de paz, congruente y
sólido pase lo que pase es la invitación central de esta historia. Podemos
elegir la guerra o la paz.
http://blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle15220.html
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