Es significativo observar cómo afrontan el debate los partidarios de esa ideología. Ante la constantación de que hay determinadas profesiones hacia las que hombres o mujeres sienten una mayor inclinación, y de que hay pruebas que demuestran que las diferencias de carácter entre hombres y mujeres tienen una causa no sólo social y cultural sino también biológica, los ideólogos de género apelan a la mera especulación: pero si se hiciese tal cosa, o se hiciese tal otra, entonces… Es un argumento inmune al contraste con la realidad, como ocurre con todas las utopías: prometen un paraíso futuro sólo existente en el mundo de las ideas. Lo inalcanzable de su meta les anima a no reconocer su error jamás -pues siempre habrá que ir un poco más allá-, y con el pretexto de alcanzarla algún día, se llevan por delante todo lo que se les interpone, empezando por la verdad. Prueba de ello es que cuando les muestran los resultados de estudios científicos que contradicen sus tesis, los ideólogos de género los descalifican sin más.
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