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domingo, 21 de febrero de 2010

Más de 200 separados viven un calvario cada año en Gipuzkoa para buscar un nuevo piso


AGIPASE ALERTA DE QUE LA SITUACIÓN SE HA AGRAVADO DE MODO PREOCUPANTE EN 2009
Un irundarra separado hace un año confiesa que duerme en el colchón de una habitación alquilada a un amigo
JORGE NAPAL - Sábado, 20 de Febrero de 2010
DONOSTIA. Hace una semana que el cartel ya no cuelga del balcón. El irundarra Txema Crespo se separó de su mujer hace un año y, desde entonces, cuando deja a sus hijos en la escuela, acostumbra a alzar la vista para comprobar si hay novedades en lo que otro tiempo fue el nido de amor. Hace una semana que, en vez del cartel, cuelgan unos ropajes: inequívoca señal de que nuevos inquilinos ocupan la morada. Aquel piso embargado tras una dolorosa separación después de once años de convivencia, queda por fin relegado. "Para qué voy a decir lo contrario, sí que sientes que parte de tu vida se ha acabado", confiesa.
Crespo, de 43 años, vive ahora en una habitación alquilada, una suerte de salvavidas en su actual situación. Duerme en un colchón sobre el suelo, y cuando puede gozar del régimen de visitas de sus hijos, de cuatro y siete años, extiende otro jergón a su lado, en el que duermen los pequeños, ajenos al trasfondo de la situación. "Se lo toman como un juego", precisa con cierta ternura, mientras muestra en su móvil la foto de la txiki de la familia.
Si Crespo, mal que bien, cuenta con un techo, es porque le brindó la oportunidad un antiguo compañero de trabajo, que le abrió las puertas de su casa para alquilarle una habitación, por la que abona 300 euros. Al menos tiene empleo y un cobijo, pero no siempre ocurre lo mismo para un colectivo que empieza a vivir situaciones rayanas con la exclusión social.
Encontrar una vivienda más o menos digna tras un proceso de separación en Gipuzkoa se ha convertido en un calvario. El año pasado, la asociación de Padres y Madres Separados y Divorciados del territorio, Agipase, atendió a 500 personas, la mitad de las cuales eran varones con serios problemas para dar con una vivienda donde reiniciar su maltrecha vida sentimental. Más de 200 separados en la cuerda floja, a los que se une otros tantos que ya habían dejado su relación de pareja con anterioridad y que ya eran atendidos pero que, con la crisis, padecen ahora una caótica situación.
La propia asociación cuenta con una comisión de vivienda orientada a buscar salidas a todas estas personas. Trabaja para ello con varias inmobiliarias. "Verse abocado a alquilar una habitación es de lo más normal hoy en día", constata el presidente de la asociación, Justo Sáenz, a la vista de lo que viene ocurriendo en los tiempos más recientes. Que el progenitor no custodio abandone el otrora hogar familiar es algo que ocurre por norma, pero "la situación se ha agravado durante 2009", alerta el presidente.
Y lo ha hecho de tal manera que el problema ha acabado por saltar a los despachos de las instituciones. En los últimos meses, se han celebrado tres reuniones entre el Gobierno Vasco, la Asociación de Municipios Vascos, Eudel, y la Federación de Euskadi de Padres y Madres separados, Kidetza. Encuentros en los que se ha puesto sobre la mesa la necesidad de dar un espaldarazo a las viviendas de alquiler social, así como a los apartamentos dotacionales -por cinco años- para aquellas personas que no tienen donde alojarse. Así, la agrupación ha sido incluida en la ronda de contactos que está teniendo lugar para confeccionar el Plan de Vivienda Social en Euskadi, en el cual se dará respuesta a este creciente problema. En esta fase previa de encuentros se está dando cita también a otros muchos agentes, como constructores y representantes de urbanismo de los Consistorios, encargados de diseñar las líneas básicas del plan.
"Es lo que estamos negociando en estos momentos, y hay algunos ayuntamientos, como Errenteria e Irun, que esperamos saquen sus viviendas en los próximos meses", adelanta Sáenz, en lo que será un sistema de funcionamiento mixto por el cual los consistorios sacarán a mercado los pisos siendo financiados parte de ellos por el Gobierno Vasco. A modo de ejemplo, la localidad alavesa de Nanclares de la Oca acaba de dar un paso en ese sentido.
Sea como fuere, hasta ahora, el catálogo de recursos no parece que fuera el más amplio de los posibles. Prego, el irundarra separado, lo conoce de primera mano. Cuando el año pasado se vio obligado a buscar un techo, además de preguntar por varios pisos cuyo precio le resultaba inasumible, acudió a la Delegación de Vivienda del Gobierno Vasco. "Les conté mi caso, pero dijeron que no había ninguna ayuda destinada al perfil", lamenta.
HORAS EXTRAS El hombre, que trabaja como vigilante de Seguridad, tiene un sueldo base que ronda los mil euros, y que consigue estirar hasta los 1.300-1.400 a base de meter unas 60 horas extras al mes. De este montante, destina 400 euros a la pensión alimenticia de sus hijos (200 por cada uno de ellos). Otros 300 se lleva el pago de la habitación y 300 más el de un crédito personal -"me acompañará hasta el 31 de septiembre de 2019", suelta con media sonrisa"-. Se vio abocado a él para afrontar la hipoteca de un piso que finalmente no pudo afrontar.
Así, en torno a mil euros, se van en gastos inaplazables, a los que hay que sumar la gasolina, la alimentación y otras muchas partidas, "siempre tocando madera para que no salga ningún imprevisto". Es evidente que la falta de medios es la que le aboca a alojarse en la habitación. "Me llevo bien con la persona que me abrió sus puertas, pero me gustaría tener mi piso, donde guardar mis cosas, las catorce cajas de pertenencias que ahora están en un guardamuebles", confiesa.
Este tipo de situaciones no dejan de registrarse en el territorio. Agipase constante diferentes casuísticas. Cada vez hay más casos de parejas que, a pesar de haber roto su relación, continúan compartiendo piso porque no queda más remedio. "Yo lo hice con mi pareja durante un año", reconoce Crespo. Otros regresan a casa de sus padres ante la imposibilidad de pagar un nuevo piso, y una tercera vía que cuenta con un número creciente de adeptos es la de aquellas parejas que liquidan gananciales y con ese dinero buscan un local donde rehacer su vida. Crespo, a pesar de todos los pesares, consciente de que hay muchas situaciones peores a la suya, tiende a decir: "Virgencita, que me quede como estoy".



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