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sábado, 18 de julio de 2009

[Custodia Paterna, Noticias] EN NOMBRE DEL PADRE


La familia cambia, cada vez más velozmente. Alejada del modelo único y tradicional, se desdobla condicionada por el divorcio, los pocos hijos, las parentelas reducidas o las extensas, de muchas generaciones que conviven en una sola vivienda. Se transforma también bajo los dictados de las uniones libres, las madres solas, los hijos fuera del matrimonio y las nupcias sucesivas.

Hogares monoparentales y reconstituidos, mujeres que trabajan y ganan tanto o más que sus parejas y jóvenes que no se reconocen en el espejo de sus progenitores ponen en jaque los mandatos de la tradición, esos que definían al hombre como el proveedor económico por excelencia y a la mujer como encargada natural de la vida familiar y afectiva.

Pero, ¿cuánto de los viejos patrones subsiste hoy? ¿Hasta dónde cierta maternidad omnipresente y hasta exagerada continúa traspasando generaciones y dejando a los padres en segundo plano? ¿Cuántas personas no siguen repitiendo, convencidas incluso, de que madre hay una sola y padre es cualquiera?

«Estudios recientes evidencian que estamos siendo testigos, consciente o inconscientemente, de la transición de un modelo de paternidad patriarcal hegemónico hacia otros que se cuestionan al padre como la máxima autoridad de su familia, el proveedor principal en ella, el corrector por excelencia de las conductas ‘inadecuadas’ de sus miembros y, por tanto, a quien todos deben admiración, respeto y obediencia», señala la psicólga Magela Romero Almodóvar en su artículo «Padres: ¿victimarios o víctimas en la cultura patriarcal?»

Es lo que, de algún modo, el historiador Julio César González Pagés reconoce como haber puesto en crisis la paternidad o, al menos, el modelo más conocido, el hegemónico-patriarcal.

Si de tránsito se habla, entonces investigadores y especialistas identifican varias señales: hombres que viven y practican una paternidad más cercana y comprometida, participativos en la crianza de su descendencia y que, a la conocida manutención, agregan los actos de educar, instruir, guiar, comunicar y dar cariño. También los hay con una intervención sistemática en las tareas del hogar e incidencia en la satisfacción de necesidades cotidianas, como cocinar y brindar alimentos; o con una comunicación que no se centra solo en el control o el papel regulativo y profundiza en los afectos, las caricias y los intereses de hijas e hijos.

Igualmente salen a relucir la paternidad periférica, circunstancial; el padre ausente y desentendido; el que intenta «cumplir» con una pensión económica, suple así sus afectos y nunca da la cara; el que ni siquiera asume ese sustento; aquel otro que se aleja del hijo consanguíneo y se torna papá ejemplar para los adquiridos en una nueva familia; y hasta el que actúa así por presiones e incomprensiones en su nuevo hogar.

HALLAR OTROS MODELOS

Las discusiones sobre las relaciones con los hijos se han incluido, intencionalmente, en los talleres sobre masculinidad que, para reflexionar entre varones, ha promovido González Pagés. «Porque regularmente ese tema se asocia mucho al de la maternidad, al ámbito de las mujeres, y no se valora la paternidad como el origen de muchos otros problemas familiares», comenta.

«Emerge siempre la figura del padre ausente, personas que no lo tienen como referente», precisa. Se trata de un padre que no está, pero boicotea el papel de la madre; de un proveedor constante que, con sustento económico, distorsiona su propia imagen con la falsa aureola del «padre bueno». No está en el hogar para tomar decisiones y brindar afectos, pero aparece para entregas materiales. «Legitima la necesidad de los hombres de abandonar proyectos que tienen  que ver con la familia y el ámbito doméstico. Es un modelo que se reproduce rápidamente», alerta González Pagés.

En su criterio, este sigue siendo, todavía, un debate muy reducido a la academia y grupos específicos, que «naufraga frente al peso de la tradición cultural y educativa», apunta Julio César.

Consciente de que el reto es cambiar cómo educamos y cómo nuestra cultura transmite esos modelos, aboga por un padre que, sobre todo, se parezca al amigo: un modelo dialogante, en el que primen el intercambio afectivo, sistemático, la conversación en lugar de la imposición. «El tabú mayor tiene que ver con los afectos; hay que darles a los hijos más seguridad, menos represión y vigilancia y más cercanía, mejor diálogo, no reprimir tanto y sí conversar más».

Convencido de que la paternidad es uno de los ejes fundamentales de las relaciones de equidad entre los géneros, González Pagés considera que «a las mujeres les está dada la maternidad por biología y a los hombres no. Para ellos es como un pos grado, una maestría, un accesorio».

Optimista y a favor de que estos temas se discutan en la sociedad, por ser tan necesarios, cree que «al menos estas maestrías o post grados están sirviendo para acelerar un proceso: estamos en un estadio, pero el cambio tiene que ser mucho más profundo», asegura.

TAN BUENOS COMO MAMÁ

Aunque no es un hecho frecuente que los hijos queden a la guarda y cuidado de los padres, ese fue el tema sobre el cual indagaron Katia María Pérez Pacheco, Alina María Rivero Brito, Yolanda Díaz Castro, Anselmo Vázquez Vázquez y Juan Francisco Pérez Martín, autores de Paternidad pos divorcio. Desempeño del rol paterno en el hombre que asume la custodia de sus hijos.

Centrado en los que, luego de un divorcio o separación definitiva, asumen por diversas razones la custodia de sus hijos, el estudio exploró las experiencias de cuatro hombres entre 25 y 45  años, en Pinar del Río, con más de tres años de convivencia con su descendencia, sin la figura materna. Un tema que, a juicio de quienes lo investigaron, «genera una dinámica muy interesante, hasta cierto punto contracultural y que amerita una valorización social más justa».

Entre otras regularidades, hallaron que las expectativas de los padres sobre este desempeño, asumido por decisión propia, han sido favorables y exitosas. Padres presentes, activos, afectuosos y responsables son los calificativos con que identifican  a la totalidad de los casos estudiados.

Mientras más jóvenes sean los hijos en el momento de la custodia, los progenitores masculinos tienden a «maternalizar» más sus funciones y relaciones paternas, «lo que demuestra que los hombres pueden ser tan buenos padres como las madres», acotan los autores. La responsabilidad emerge y sustenta al resto de las dimensiones.


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