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miércoles, 15 de julio de 2009

Liderazgo en igualdad

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Ignacio Gómez Álvarez

Asociación por la Custodia Compartida y la Igualdad en Castilla-La Mancha.

Por fin los medios de comunicación encontraron el documento que buscaban para escuchar a los hombres que denunciaban la existencia de denuncias falsas referidas a violencia de género. José Antonio S.B. recibió ocho denuncias de ese tipo de su exmujer y pasó 11 meses en la cárcel. Los forenses del juzgado estimaron que no debió de pasar ni tan sólo un día. Antes al contrario, la maltratadora era ella.
Se proclama que nuestro país lidera la política social en igualdad. Se exporta y se anuncia como bandera de la presidencia europea en el semestre siguiente. A ella se dedican millones, y cada vez más. Pero sigue sin haber razón alguna para establecer una pedagogía social culpando y condenando a inocentes. No son un «coste social aceptable», como postuló el ministro de Justicia con el que se aprobó la Ley contra la Violencia de Género (LVG), Juan Fernando López-Aguilar. El mismo coste social que procede de las mujeres maltratadas es el que procede de los hombres maltratados con la ley en la mano, de los hijos maltratados con la ley en la mano. No es un coste social neutro, ni para cada caso particular ni en conjunto. Y la Justicia debería ser capaz de detectar quién está en cada lado y las leyes proteger a quien esté en cada lado. Pero sigue habiendo una zona indeterminada que se coloca bajo las brumas de la intimidad, en la que todo hombre es culpable hasta que no demuestre que es inocente de ese maltrato que le crece en cuanto se propone convivir con una mujer según la ley vigente, maltrato inherente a sus caracteres genéticos (art. 1, LVG). Eso es peligrosamente sexista. Sexista en el mismo sentido que racista. Y las discriminaciones positivas, por raza o por sexo, no pueden sino engendrar, pasado cierto punto, el mismo daño a la inversa que pretendían atenuar. Con un presidente negro en los EE.UU., empiezan a aparecer fisuras en la justificación de la discriminación positiva en la misma cima hispana de su sistema de Justicia, no se vuelva mera revancha. El feminismo de género español -con vocación mundial, como los de otros estados- aún no da síntomas de haberse apercibido de ello y sigue su marcha incardinado en las instituciones. El Gobierno que intentó servirse de él terminó siendo su rehén: «Somos rehenes de grupos minoritarios, de feministas muy radicales, de gente a la izquierda del PSOE» (Gregorio Peces-Barba, El País, 6 de julio de 2009), reconocen cada vez más destacados del socialismo. Hay rehenes de esos grupos y hay detenidos por esos grupos. Cuando eso ocurre en un Estado de Derecho, empezamos a descubrir que los rasgos que analizó Hannah Arendt indagando sobre los orígenes del totalitarismo están presentes, y que tienen voluntad de permanencia y de difusión. Dentro del feminismo surgieron voces críticas: por mal camino. Entre tanto, la voz masculina no es que no esté definida, es que o está ahogada o no se plantea toda su realidad bajo el filtro estrecho del género. Si hay que agradecer que hombres de cualquier edad se depilen sin arrobo y se liberen de la corbata, si los varones atienden a sus hijos hasta cambiar en ocasiones de sexo la maternidad, sinceramente gracias. Tal vez el mérito fue de unas madres decididas, tal vez de unas circunstancias que requerían nuevas respuestas. En cualquier caso, gracias. Pero el agradecimiento no puede ir hasta la sumisión. A fin de cuentas proclamamos que vivimos en un país libre, en el que las opciones de vida pueden ser libremente elegidas. Basta la declaración de voluntad. De ella no deberían derivarse derechos sobre otros.
¿Por qué nuestro país? ¿Por qué España lidera semejante política de esta manera? Tal vez sean nuestros niveles educativos no correspondientes con el nivel de renta, incluidos los que afectan al interés por lo político y los de atomización social, tal vez una televisión con iguales grados de importancia y control, tal vez la asunción de ideales (o no ideales) poscapitalistas, o tal vez que el atavismo también era femenino. La respuesta puede ser compleja y será digna de los mejores intelectos. Mientras, vemos los resultados y escuchamos las opiniones más sabias. Puede que este país fuera redomadamente machista. Seguramente lo era y conserve su estrato de apoyo. Pero no todos los hombres de este país lo son ni sólo ellos ejercen la violencia en casa. Y hay quien, sin embargo, se aprovecha de aquello. Ese es el límite que no encuentra la legislación, con el que no dio ni da. Y sigue existiendo un terreno fundamental que con la LVG en la mano y con el código civil y el penal en la misma, y en la otra la inercia de las mentalidades, es feudo triunfante de esa desigualdad: el de la Justicia en el ámbito de familia.

http://www.latribunadeguadalajara.es/noticia.cfm/Opini%C3%B3n/20090714/liderazgo/igualdad/74A6BD62-1A64-968D-595128ECDED843C7



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