Familia. Al no clausurar sentimentalmente los lazos, se evidencian confusiones y problemas que afectan todo el entorno afectivo
Santiago
Aunque la norma indica que una pareja divorciada debe darse el permiso de emprender caminos distintos, por diferentes razones, hay personas que deciden separarse legalmente y seguir respirando en el mismo techo con aquel o aquella que antes fue su “media naranja”.
Vivir “juntos, pero no revueltos”, padeciendo un distanciamiento emocional, conyugal y afectivo, puede darse, apunta la orientadora Nancy Manzur, porque las personas no quieren enfrentar la separación de bienes, por costumbre, apego a hijos e hijas o por egoísmo de parte de uno de los actores del matrimonio.
Declara que son más comunes las parejas que aparentan llevar una vida normal que aquellas que toman la decisión de separarse y compartir el mismo techo aunque ya no les unan los lazos del corazón.
Las familias que tienen mayor cantidad de bienes por repartir son las que encabezan la lista de hogares de gente distanciada compartiendo la misma sala.
A juicio de Manzur, tiende a ser más frecuente en familias de un alto nivel económico debido a que no llegan a un acuerdo con relación a la separación de los bienes o por conveniencia social de uno de los dos. Deja claro que la sociedad actual pone delante el interés y la comodidad que los valores que cimientan la familia como núcleo fundamental.
ACCIONES AFECTAN EL ENTORNO FAMILIAR
Es bueno saber: Los matrimonios que toman la decisión de divorciarse y seguir viviendo en la misma casa, de por sí ya eran disfuncionales y en ellos cada quien “tomaba decisiones sin tomar en cuenta a la pareja”.
Consecuencias: En el plano emocional, al no clausurar sentimentalmente los lazos, se evidencian confusiones y problemas que afectan todo el entorno afectivo de los actores del matrimonio separado.
Los traumas de una separación
Hace más de 20 años que los sentimientos que unieron a Emilio Vargas y Annette Lora (nombres ficticios, caso real) se extinguieron en la antorcha de la rutina y el desamor. Ambos son profesionales en distintas áreas y padres de cinco hijas talentosísimas. No han firmado el divorcio y tampoco formado tienda aparte. Vargas y Lora siguen viviendo en el mismo apartamento con su prole. Ninguno cita razones de la decisión, pero el miedo a “dividir” aflora entre las causas.
“En la mayoría de los casos, el dinero o los bienes son las causas de mayor influencia. La situación es más común en familias de altos recursos que deciden sacrificar una vida entera sin emprender nuevos vuelos afectando a todos los actores del sistema familiar por una posición o estatus social o simplemente por comodidad o no enfrentarse a los cambios que pueda esto ocasionar”, revela la especialista Nancy Manzur.
El fallo asumido por la pareja frecuentemente no toma en cuenta al círculo de personas que se verán afectadas con la decisión. Y tampoco los dolores de cabeza que enfrentarán los mismos adultos protagonistas de la unión. En el caso de matrimonios disueltos emocionalmente, pero cuyo roce es constante por entrar y salir de la misma casa, la orientadora del Espacio Psicológico, Nancy Manzur, refiere que al quedarse “juntos, pero no revueltos”, ambos “se sienten con autoridad uno sobre otro tendiendo a prohibir o a rezagar el desarrollo personal de cada uno”.
Además, comenta la psicóloga, muchas veces el hombre hace su vida en la calle y la mujer se desgasta ya que no tiene libertad para emprender una nueva vida, porque siempre tendrá el ojo del exmarido encima y la lupa de los familiares que por cultura machista dan permiso al hombre, pero a ella la multan si decide abrir sus alas.
Los hijos
Para la descendencia, el asunto puede rozar la línea del trauma, pues los hijos e hijas deben enfrentar (a veces sin tener la edad ni la madurez) a un padre o madre con doble vida, saliendo con otras personas, asumiendo su propia libertad en una sociedad que le ve como persona casada. Según la experta, ahí aflora la reflexión y las preguntas: ¿Qué concepto puede tener ese o esa joven de una familia estructurada y sólida? ¿Qué ejemplo le modelan esos padres a sus hijos? ¿Con qué propiedad exigen un noviazgo estable fomentado en valores?
Por estas y otras razones, Manzur recomienda concluir con todas las de la ley el rompimiento, pues la estabilidad emocional de hijos e hijas depende de qué tan clara y saludable sea la relación de los padres.
“Cuando un vínculo afectivo se rompe por la razón que sea, debe de tener un espacio donde cada miembro de la familia pueda vivir el dolor”, propone la psicóloga.
TODOS EN LA FAMILIA SE VEN AFECTADOS
Consecuencias para los adultos:
Se confunden roles, el hombre hace su vida en la calle en detrimento de la mujer que sigue aferrada al seguimiento de la familia por la cultura machista; surge el irrespeto y la desconsideración. Además se desgasta el sistema familiar.
Consecuencias para hijos e hijas:
Comienzan a vivir de forma confusa haciéndose planteamientos acerca de la decisión tomada sin concluir el proceso. Se desestabilizan emocionalmente y se enfrentan a la sociedad que les cuestiona sobre “salidas” de su padre o madre con otras personas, aún teniendo el mismo domicilio. Además, se les inculca la señal de que el dinero es lo más importante.
Los padres tienden:
En una especie de familia “pantalla”, establece la psicóloga Nancy Manzur, se vive una desintegración disimulada hacia fuera que sufren los hijos e hijas en carne propia al sentirse en el medio de situaciones incómodas y de tensión porque al unirles un vínculo afectivo tanto al padre como a la madre, muchas veces “se ven triangulizados ya que los mismos padres les utilizan como medio de resolución de sus problemas e inconscientemente los ponen a asumir cargas que no les corresponden”.
http://www.listindiario.com.do/la-vida/2011/8/29/201594/Divorciados-en-el-mismo-techo
Declara que son más comunes las parejas que aparentan llevar una vida normal que aquellas que toman la decisión de separarse y compartir el mismo techo aunque ya no les unan los lazos del corazón.
Las familias que tienen mayor cantidad de bienes por repartir son las que encabezan la lista de hogares de gente distanciada compartiendo la misma sala.
A juicio de Manzur, tiende a ser más frecuente en familias de un alto nivel económico debido a que no llegan a un acuerdo con relación a la separación de los bienes o por conveniencia social de uno de los dos. Deja claro que la sociedad actual pone delante el interés y la comodidad que los valores que cimientan la familia como núcleo fundamental.
ACCIONES AFECTAN EL ENTORNO FAMILIAR
Es bueno saber: Los matrimonios que toman la decisión de divorciarse y seguir viviendo en la misma casa, de por sí ya eran disfuncionales y en ellos cada quien “tomaba decisiones sin tomar en cuenta a la pareja”.
Consecuencias: En el plano emocional, al no clausurar sentimentalmente los lazos, se evidencian confusiones y problemas que afectan todo el entorno afectivo de los actores del matrimonio separado.
Los traumas de una separación
Hace más de 20 años que los sentimientos que unieron a Emilio Vargas y Annette Lora (nombres ficticios, caso real) se extinguieron en la antorcha de la rutina y el desamor. Ambos son profesionales en distintas áreas y padres de cinco hijas talentosísimas. No han firmado el divorcio y tampoco formado tienda aparte. Vargas y Lora siguen viviendo en el mismo apartamento con su prole. Ninguno cita razones de la decisión, pero el miedo a “dividir” aflora entre las causas.
“En la mayoría de los casos, el dinero o los bienes son las causas de mayor influencia. La situación es más común en familias de altos recursos que deciden sacrificar una vida entera sin emprender nuevos vuelos afectando a todos los actores del sistema familiar por una posición o estatus social o simplemente por comodidad o no enfrentarse a los cambios que pueda esto ocasionar”, revela la especialista Nancy Manzur.
El fallo asumido por la pareja frecuentemente no toma en cuenta al círculo de personas que se verán afectadas con la decisión. Y tampoco los dolores de cabeza que enfrentarán los mismos adultos protagonistas de la unión. En el caso de matrimonios disueltos emocionalmente, pero cuyo roce es constante por entrar y salir de la misma casa, la orientadora del Espacio Psicológico, Nancy Manzur, refiere que al quedarse “juntos, pero no revueltos”, ambos “se sienten con autoridad uno sobre otro tendiendo a prohibir o a rezagar el desarrollo personal de cada uno”.
Además, comenta la psicóloga, muchas veces el hombre hace su vida en la calle y la mujer se desgasta ya que no tiene libertad para emprender una nueva vida, porque siempre tendrá el ojo del exmarido encima y la lupa de los familiares que por cultura machista dan permiso al hombre, pero a ella la multan si decide abrir sus alas.
Los hijos
Para la descendencia, el asunto puede rozar la línea del trauma, pues los hijos e hijas deben enfrentar (a veces sin tener la edad ni la madurez) a un padre o madre con doble vida, saliendo con otras personas, asumiendo su propia libertad en una sociedad que le ve como persona casada. Según la experta, ahí aflora la reflexión y las preguntas: ¿Qué concepto puede tener ese o esa joven de una familia estructurada y sólida? ¿Qué ejemplo le modelan esos padres a sus hijos? ¿Con qué propiedad exigen un noviazgo estable fomentado en valores?
Por estas y otras razones, Manzur recomienda concluir con todas las de la ley el rompimiento, pues la estabilidad emocional de hijos e hijas depende de qué tan clara y saludable sea la relación de los padres.
“Cuando un vínculo afectivo se rompe por la razón que sea, debe de tener un espacio donde cada miembro de la familia pueda vivir el dolor”, propone la psicóloga.
TODOS EN LA FAMILIA SE VEN AFECTADOS
Consecuencias para los adultos:
Se confunden roles, el hombre hace su vida en la calle en detrimento de la mujer que sigue aferrada al seguimiento de la familia por la cultura machista; surge el irrespeto y la desconsideración. Además se desgasta el sistema familiar.
Consecuencias para hijos e hijas:
Comienzan a vivir de forma confusa haciéndose planteamientos acerca de la decisión tomada sin concluir el proceso. Se desestabilizan emocionalmente y se enfrentan a la sociedad que les cuestiona sobre “salidas” de su padre o madre con otras personas, aún teniendo el mismo domicilio. Además, se les inculca la señal de que el dinero es lo más importante.
Los padres tienden:
En una especie de familia “pantalla”, establece la psicóloga Nancy Manzur, se vive una desintegración disimulada hacia fuera que sufren los hijos e hijas en carne propia al sentirse en el medio de situaciones incómodas y de tensión porque al unirles un vínculo afectivo tanto al padre como a la madre, muchas veces “se ven triangulizados ya que los mismos padres les utilizan como medio de resolución de sus problemas e inconscientemente los ponen a asumir cargas que no les corresponden”.
http://www.listindiario.com.do/la-vida/2011/8/29/201594/Divorciados-en-el-mismo-techo
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