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miércoles, 21 de septiembre de 2011

La crianza compartida

Domingo 22 de noviembre de 2009, por Ingrid
Por Gabriela Baby
El padre ya no es una presencia lejana y apenas nocturna encargada de poner disciplina en la mesa, otorgar permisos y marcar autoridad. Los papás de ahora comparten tareas domésticas con las madres, se encargan de pañales y boletines escolares, son más afectuosos y demostrativos de sus sentimientos. Pero, ¿implican estos cambios, vinculados a una masculinidad distinta, que se haya modificado el rol de padre en la crianza? ¿Puede hablarse de una nueva paternidad? Dinámicas posibles para el juego de la vida familiar.
Papá lava los platos, hace las compras, cocina. Papá ayuda a hacer la tarea, va a reuniones escolares, comparte juegos, diversión y compras con sus hijos. La sociedad urbana de clase media genera entre sus prácticas un nuevo perfil de padre: el que se involucra con la vida doméstica y está afectivamente cerca de sus hijos. Un nuevo padre -no tan nuevo, en ciertos casos-, siempre distinto a su propio padre que casi no sabía demostrar sus sentimientos y mucho menos cambiar pañales. Una investigación de mercado de Nickelodeon, titulada “Mamás a la oficina, papás a la cocina”, define “el nuevo significado de ser papá”: se trata de hombres que “disfrutan más de la experiencia de tener una familia, se muestran muy cariñosos con sus hijos y se involucran al 100% en su educación y desarrollo, dando como resultado nuevas dinámicas familiares”. El relevamiento revela que la mayor parte de los padres último modelo “faltan al trabajo para cuidar a sus hijos, hacen la comida, los ayudan con la tarea, se ocupan de las tareas domésticas, los llevan al médico, los acompañan en actividades recreativas y les dedican el mayor tiempo posible”.Este nuevo modelo de padre se conjuga con una madre contemporánea. La que trabaja fuera de casa, provee dinero al hogar y desarrolla una vida profesional. Ambos configuran una nueva familia en la que el reparto de roles y tareas es menos esquemática que en décadas pasadas.
¿Te ayudo?
Dicho funcionamiento familiar, sin embargo, tiene sus matices. No todos los padres y madres se suman del mismo modo a esta corriente. Eduardo Gosende, psicólogo, especialista en temas de género y masculinidad describe el panorama: “En la ciudad de Buenos Aires, en la clase media, existen diversos tipos de organización familiar: monoparentales, ensambladas, homoparentales. Pero la familia tradicional -en la que el papá trabaja fuera de la casa y la madre trabaja dentro de la casa, ocupándose del hogar, de los hijos y de la alimentación del grupo- aún es mayoría”.
Si bien los datos de la encuesta de Nickelodeon contradicen la perspectiva del psicólogo, ambos análisis coinciden en señalar un cambio de dinámica con respecto a la de la familia tradicional. Gosende explica: “Existen otras familias en las que esta división clásica de roles se modificó porque la mujer ha salido al ámbito laboral, tiene un empleo o una profesión, es proveedora en lo económico y tiene autonomía en el espacio público. En algunos casos esto significó que los padres comiencen a estar más presentes en el espacio privado, compartiendo tareas de cuidado y crianza de los hijos. Sin embargo, tanto las investigaciones como la cotidianeidad de la vida familiar, nos muestra que los varones suelen ‘ayudar’ a sus parejas con estas tareas, ya que este ámbito sigue siendo asignado por definición o por decisión a las madres”.
Esto significa que si un papá se hace cargo de la cocina, es un hecho eventual, más o menos infrecuente, según el caso, porque se trata de una ayuda y no de un rol asumido como propio. Analía Mitar, responsable de Family Hold, una terapeuta que propone un método de observación e intervención en contacto directo con la cotidianeidad de las familias, señala: “Tanto para las mujeres como para los varones las dinámicas hogareñas están en proceso de cambio, se están redefiniendo. A ambos les cuesta asumir que hoy se están desdibujando los roles femeninos y masculinos dentro y fuera del hogar. Una ayuda o colaboración por parte del padre no significa que éste asuma tareas que siguen siendo esencialmente de las madres. Y esa puja entre ayudar y asumir responsabilidades, muchas veces lleva a la pareja a la confrontación”.
De su experiencia en diversos hogares con hijos pequeños, la psicóloga saca una conclusión: “Las madres siguen estando a cargo de la tarea hogareña, aunque trabajen fuera de la casa. El padre, en cambio, llega y descansa. Y luego, quizá, ayuda. La madre continúa sin parar de una tarea a otra”.
El rol del padre
Colaboración o reparto de responsabilidades: más allá de la distribución de la pesada carga doméstica, la pregunta es por el cambio en la calidad de los vínculos. ¿Cambia la calidad de la paternidad si un papá cocina, hace las compras o va a las reuniones escolares? Para Miguel Espeche, psicólogo, coordinador general de los talleres del Hospital Pirovano y autor de Criar sin miedo (Ed. Aguilar) el reparto de tareas no tiene que ver necesariamente con el ejercicio de la paternidad. “No considero que la ‘nueva paternidad’ sea mucho mejor que la anterior. Siempre hubo buenos y no tan buenos padres, independientemente de cómo sea su estilo. En todo caso, creo que ahora hay mejores maridos, porque ayudan a sus esposas en las tareas de la casa y en la toma de decisiones cotidianas respecto de los hijos. En ese sentido, muchas mujeres creen que un buen padre es lo más parecido a una madre que puede haber… pero no es así. El rol del padre es complejo y tiene como elemento fundamental el ser una puerta de entrada del hijo al ‘mundo externo’, en un sentido concreto y simbólico a la vez”.En este sentido, es interesante revisitar la definición clásica del rol del padre. Fernando Osorio autor de ¿Qué función cumplen los padres de un niño? (Ed. Novedades Educativas) opina: “Sin duda ha cambiado la rigidez que tenían los roles de padre y de madre. En la actualidad hay padres maternalizados y madres mucho más comprometidas con aspectos ajenos a la maternidad. No obstante, es importante no perder de vista que el varón y la mujer tienen una singularidad en su función. En el caso del varón, debe lograr que la mujer no se apropie de los niños y desconozca su presencia para la crianza; y, al mismo tiempo, no debe permitir que los niños se ubiquen en ese lugar de ‘objetos’ para la satisfacción de sus madres. Del mismo modo, la mujer debe poder aceptar esa intermediación para separarse de sus hijos y reconocer a ese varón como el hombre que le da apoyo para criarlos. Este rol parental sólo puede desarrollarse si en la pareja hay amor”, define el psicólogo.
¿Padre o amigo?
Por iniciativa propia o invitado a participar, el padre va al supermercado con su hijo o cocina esos platos especiales que sólo él sabe hacer. O van juntos al cine y se generan situaciones de compinchismo: eligen la peli, el lugar para tomar la merienda y el menú (¡y no importa si es comida chatarra!).
Algunos dicen que en estas escenas el padre se hace amigo del hijo. Otros opinan que si es amigo deja al hijo huérfano. El psicólogo Fernando Osorio señala: “Nada más perjudicial para un niño que sus padres se hagan amigos de ellos. Eso demuestra una necesidad de desresponsabilizarse de su función como padre. Vivimos una época -la posmodernidad- en la que se cuestionan roles que no deberían cuestionarse. Padres e hijos no son pares, no son amigos, y en la permanencia y vigencia del rol de cada uno se funda el amor y el respeto por el otro. Para que un niño se críe sano mentalmente debe poder recibir un contexto estable, seguro y con autoridad”.
Con mayor o menor énfasis, los especialistas coinciden en lo positivo de compartir juegos, salidas o partidos de fútbol pero sin perder de vista el ejercicio del rol y la mirada de autoridad.
Miguel Espeche, que tiene horas de vuelo en el Sindicato para Padres del Hospital Pirovano, dice que “suele ocurrir que en nombre de los hijos, se realizan actividades que son sólo de interés de los padres. El problema es que se diga que es ‘por ellos’ sin reconocer que es uno el que se quiere dar el gusto. También ocurre que se habla mucho con los hijos, pero hablar mucho no es sinónimo de tener buena comunicación. Ser comprensivo con el ‘pobre’ chico, tampoco. Dar muchos permisos a veces prohíbe a los hijos ejercer su capacidad de bancarse las frustraciones y los hace esclavos de sus propios caprichos. Los padres, dando o no dando permiso según nuestro criterio, liberamos a los hijos de esa esclavitud”.
En el juego de participar de las mismas salidas puede haber comunicación o simplemente consumo de a dos, formas de llenar el tiempo. Espeche marca la diferencia: “Todos sabemos qué es una vivencia de intimidad y cercanía. Funcionar no es lo mismo que vivir una experiencia. Hay momentos de comunión dentro de la familia que no se encuentran en recetas sino simplemente al abrirse afectivamente al presente compartido con los seres queridos”.
Para Fernando Osorio, estar, llegar al corazón del otro, es tan importante como mantener el rol de cada uno: “Estar con los hijos es más que acompañarlos. Estar implica un conocimiento de sus vidas, en el sentido de saber sobre sus intereses, su entorno, sus frustraciones, sus miedos, sus esperanzas, sus gustos y sus penas. Estar implica una puesta en común sobre los temas que se pueden tratar y los que no, entre padres e hijos. Estar implica también saber hasta dónde los padres pueden meterse en la vida de los hijos. Este modo de estar genera una gran confianza en los hijos y mantiene roles y distancias. Estar con los hijos no corrompe la estratégica asimetría que debe haber.”
Cambio de roles
Entonces, más allá de la cocina, el pañal o el boletín, ¿de dónde viene o hacia dónde va la nueva paternidad? ¿Se puede hablar de un nuevo rol de padre?
Para Eduardo Gosende, “el universo de género que organiza directamente a los roles parentales y a la familia tiene una historia muy extensa. Hay una herencia simbólica de sentidos, valores e imágenes que nos es transmitida por las generaciones previas, por los vínculos que hemos vivenciado con nuestros predecesores, y que constituye la realidad social y subjetiva que habitamos, y que nos determina conciente e inconscientemente. Vale decir que si nos llama la atención el comportamiento innovador, creativo, o el cambio que parece haber en uno o varios padres, deberíamos preguntarnos si en verdad se trata de un cambio. Tenemos que considerar diversos niveles que se superponen e interactúan. Por un lado, un imaginario cultural e histórico que constituye simbólicamente al lugar del padre, es decir, que nos marca cómo se concibe en nuestra cultura al padre. Por otro lado, se trata también del padre simbólico singular que cada uno ha construido, a partir de las experiencias vividas con la familia de origen y con otras familias, especialmente a lo largo de la infancia. A todo esto se superpone también el vínculo con el propio padre, y las transformaciones y elaboraciones que ha sufrido el mismo. Y a estas perspectivas se agrega el vínculo con la propia pareja: cuál es el lugar de padre y de madre que ambos se pueden otorgar mutuamente. En conclusión, y no es mi ánimo ser pesimista, si llegamos a encontrarnos con algo así como ‘nuevas paternidades’, esto va a venir de la mano de que algunos varones, hayamos o hayan podido advertir, analizar, elaborar, atravesar, deconstruir y modificar algo de estos cuatro niveles que acabo de señalar. Si no hemos hecho algo en este sentido, lo más probable es que se trate sólo de cambios aparentes, que tienen importancia, pero que fácilmente se pueden revertir y neutralizar, pues la influencia de las estructuras u organizaciones simbólicas y materiales, sociales y psíquicas, no ha sido modificada”.Desde este análisis, el participar de la cocina, las compras de supermercado o la visita al pediatra puede formar parte de lo superficial. O no. En cada caso, se pondrán en juego ciertos códigos, búsquedas e intensidades para que cada momento adquiera un sentido y sea espacio de encuentro real.
Yo, elijo
Lo innegable es que más allá de los cambios profundos o superficiales que las nuevas prácticas como padres supongan, hay en el hecho cotidiano de criar hijos un placer y un displacer. Y sin embargo, se trata de un ejercicio que muchos varones (y mujeres) eligen cada día. Y que vuelven a elegir con cada hijo que nace. ¿Por qué elegimos ser padres? ¿Qué es lo gozoso de la paternidad? Miguel Espeche tiene una mirada iluminadora: “Los hijos son quienes más nos liberan de nuestra tentación de ser hijos eternos. Nos convocan a desarrollar lo que somos y a liberarnos de la esclavitud del ‘ombliguismo’. Son una marca de nuestro coraje, de nuestra capacidad de salir a explorar más allá de nuestro propio ego. Podemos maldecir tener que levantarnos a la noche cuando un hijo llora, pero nos levantamos igual para consolarlo. Eso, al pasar el tiempo, nos devuelve una imagen de nosotros mismos interesante, a mi gusto mucho más interesante de la de quien, con tal de no desviarse de su propio y personal camino, nunca accede a descansar de sí mismo y entregarse como nos entregamos a nuestras responsabilidades como padres”.Ejercicio de crianza que supone placer y desafío, nuevos pactos de pareja, nuevas proyecciones de uno mismo, recorridos inimaginados de crecimiento. Una aventura.
Tomada de la sección Reflexiones de la revista Planetariohttp://www.revistaplanetario.com.ar...
http://www.padrescreciendo.com.ar/spip.php?article48

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