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domingo, 16 de junio de 2013

La excusa feminista

Domingo, 16 de Junio, 2013

Ramon Aguiló Hace una semana, Rubalcaba proponía, en nombre del PSOE, un cambio en la ley electoral para introducir el sistema de la cremallera en las listas electorales. Al número uno, si es un hombre, debería seguirle una mujer, o viceversa; y así, alternativamente, hasta completar la lista. Todo lo cual no sólo no cambia el sistema de listas cerradas y bloqueadas, sino que lo refuerza. Y después de haber afirmado, por activa y pasiva, estar dispuestos a modificar la ley para introducir, primero, las listas abiertas, después, un sistema mixto como el alemán „mayoritario por circunscripción uninominal y una lista cerrada por circunscripción única„. Van dando tumbos a golpe de ocurrencia.
Lo único cierto es que se encastillan en la defensa de sus privilegios, pues la lista cremallera sólo es viable si puede ser cocinada por el aparato partidario. Si la lista es abierta las preferencias de los votantes son incompatibles con el orden de cremallera. La cuestión es utilizar el eslogan políticamente correcto del feminismo para seguir hurtando a los ciudadanos el poder de decidir quiénes deben estar en la política. Analicémosla.
1º) Un aspecto esencial del funcionamiento de una democracia es la jerarquía de los valores. Todos los valores no son compatibles entre sí, aunque todos puedan ser encomiables. Hay que elegir. La primera cuestión que se plantea es si prevalece el valor de que los ciudadanos elijan a los que crean que son los mejores o el valor de que entre los que ejerzan la política existan igual número de hombres y de mujeres. Es tanto como plantearse si el objetivo al que se dirige el sistema de representación es favorecer al colectivo de toda la ciudadanía o al colectivo de los que están interesados en protagonizar la política institucional. Frente al supuesto "deber" de una participación igualitaria de los elegibles, prevalece, en mi opinión, "el deber" de una elección libre de los electores.
2º) En EE UU, el país donde mayor alcance ha tenido la discriminación positiva en el establecimiento de cupos para determinadas instancias, no han llegado al extremo de la cremallera electoral. Nadie discute allí el voto libre, en primarias partidarias o en elecciones para gobernador, al congreso, al senado o a presidenciales, al candidato que prefieran. Se invoca la discriminación positiva de la cremallera por razones de igualdad de género. Pero una cosa es luchar desde el Estado por conseguir la igualdad de trato como ciudadanos, aplicando discriminación positiva cuando se constata marginación en función del género, minoría racial o condición social „una beca es discriminación positiva„, y otra, que, para conseguirlo, se condicione o limite la libertad de voto para elegir a quien debe dirigir el Estado. Como hay más marginados además de la mujer, las listas también deberían incluir, lógicamente, pobres, algunos gitanos, algún negro y algún árabe. Se argumenta que es un paso transitorio hasta que se generalice la igualdad. También se justificaba en la Unión Soviética la dictadura del proletariado como etapa transitoria hasta la realización del comunismo. El sacrificio en el presente para la felicidad en el futuro, en otra vida. ¿Quiénes deciden sobre la duración de lo transitorio? Quienes monopolizan y se benefician del poder. La actual ley electoral se justificaba por la debilidad de los partidos en la Transición. Se ha convertido en eterna. Toda demora aceptada en la realización de nuestros derechos no es sino la aceptación de nuestro sumisión al poder de una minoría privilegiada que practica la ingeniería social con el único fin de perpetuarse.
3º) El feminismo del PSOE no es más que una excusa y una falsa bandera. Lo demostró este partido al pactar con un acosador sexual „caso Nevenka„ para conseguir la alcaldía de Ponferrada. Está muy bien la frase de que habrá igualdad en política cuando en puestos importantes haya tantas mujeres mediocres como hombres mediocres. Pero está mejor la de que habrá libertad en política cuando sean los ciudadanos los que decidan a quién situar, hombre o mujer, en puestos importantes, y no los partidos. Más importante que haya igual número de mediocres de uno y otro sexo, que es lo que se consigue con listas cremallera, es que los elegidos para representar a los ciudadanos sean aquéllos que éstos consideren mejores, sean hombres o mujeres, negros o blancos, Obama o Merkel, Thatcher o Miterrand. La cuestión es por qué debemos conformarnos con los mediocres cuando podemos aspirar a tener los mejores. La disyuntiva insoslayable es: partidos fuertes y ciudadanos débiles o viceversa. Cuanto más fuertes los partidos „en el extremo, el antiguo PCUS y el actual PCCh„, más débiles los ciudadanos, peor democracia.
Aznar ha apostado en su conferencia del lunes en el club Siglo XXI por los partidos fuertes, sinónimos, para él, de estabilidad. En efecto, estabilidad? y corrupción, presente en la boda de su propia hija. En EE UU, con partidos débiles y ciudadanos fuertes, con estricta división de poderes, y con el sistema electoral mayoritario han conseguido estabilidad y liderar el mundo. Siempre se ha denunciado la baja participación electoral de los estadounidenses como prueba en contra de su sistema político. La realidad, como se ha encargado de demostrarnos cada competición de primarias o cada elección presidencial, es que los ciudadanos americanos participan activamente en la política. La realidad, en España, es la nula participación ciudadana en la vida política. Las listas cerradas son las cartas marcadas de las oligarquías partidarias; con cremallera, más abrigadas.
http://www.diariodemallorca.es/opinion/2013/06/14/excusa-feminista/852877.html

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