Lunes, 2 de Noviembre, 2015
Una psicóloga aporta una serie de consejos a los menores y a los padres para enfrentar una separación o divorcio, Úrsula Perona.
La teoría es muy bonita, tras la lectura para alguien que no haya pasado por el proceso, ni haya tenido que ver con algún pariente o conocido en donde pueda haber observado varios aspectos que de forma general se producen después en vida diaria, puede suponer una tranquilidad si en un momento de su vida ha de plantearse enfrentarse a este proceso.
Pero para aquellos que viven de cerca, y en directo, la realidad, la visión es muy distinta, pues muchos de los consejos que aquí se ofrecen no son posibles de llevar a cabo. Para comenzar habría que puntualizar que a los menores nadie les tiene que describir algunas de las situaciones que van a sucederse, pues ellos mismo mejor que nadie, experimentan lo que algunos profesionales se empeñan en "contar" que sucede, y la realidad no es ni parecida siquiera. Un menor cuyos padres se ha separado, lo primero que experimenta es una sensación de abandono. Hablamos de la mayor parte de casos, pues los menores no entienden ni de sentencias, ni de leyes, pero si tienen sentimientos. El verse apartados de la noche a la mañana de la figura paterna es un hecho que para muchos menores repercute en su vida diaria de forma muy negativa, y sobre todo dependiendo de la edad. No es que por la edad sufran más o menos, sino que simplemente a una criatura de 1 ó 2 años de edad quien a pesar de su corta edad recibe una fuente de cariño de un padre y una madre que a diario representa en su día a día una fuente de cariño, de repente siente como uno de ellos desaparece de un día para otro, y dicha rutina se resquebraja porque sí. Esta criatura todavía no dispone de capacidad para al menos entender con palabras algo que en si mimos es incomprensible, solo percibe que hay una parte esencial en su vida que ha desparecido. Pero es que además cuando vuelve a restablecer el contacto con esa persona, de repente vuelve a desaparecer, y dicho hecho se convierte en una tónica quincenal. Quien ha sentido los brazos de su hijo aferrándose a su cuello, quien ha experimentado como una crío de 3 años cuando percibe que se encaminan a casa de la madre intenta girar la bicicleta hacía otro lugar distinto, no es necesario que nadie le cuente que el menor siente un deseo indescriptible de no alejarse de su lado. Quien no ha pasado por ello, por fortuna no sabe de que hablamos, quien lo ha experimentado ha sentido como sus hijos son enfrentados a una enfermedad legal que los profesionales si saben muy bien que acarreará consecuencias de por vida.
Es imposible ejercer el rol de padre desde la posición de visitante, es imposible mantener una relación con tus hijos "natural" con 4 días al mes, y es imposible que reciban y que sientan que son tus hijos al mismo nivel, cuando se dan circunstancias en donde ese padre apartado de sus hijos inicia una nueva convivencia con otra mujer que tiene a su vez hijos, y sienten y perciben que la relación de esos nuevos niños que aparecen en la vida de su padre se fortalece día a día por el contacto diario.
De visita no se es padre, y de visita, los primeros en percibir que la vida de su padre no esta presente en su día a día son los menores. Es muy bonito citar que deben hablar por teléfono con el progenitor más alejado, pero es muy triste ver las cantidad de demandas que se producen por los impedimentos del progenitor custodio a la hora de respetar siquiera los miserables tiempos dispuestos en sentencia para relacionarse el padre y los hijos.
Fuente:
http://www.elmundo.es/sapos-y-princesas/2015/11/02/563735cc22601dcc708b45a5.html
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