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sábado, 20 de octubre de 2012

Cuando un compañero se quita la vida

Sábado, 20 de Octubre, 2012
Enlaces:
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La Ley Integral contra la Violencia de Género (LIVG) entró en vigor con el inicio de 2005
De los suicidios no se habla. Los suicidios no se cuentan. En la facultad nos enseñan que no so noticia, son tabú. Tabú como, ¿recordáis? cuando el cáncer no era cáncer sino "esa enfermedad maldita".  
Se teme el efecto llamada.  
Pero cuando el número de personas que se quitan la vida es superior al que mueren en accidentes de tráfico, algo estamos haciendo mal, muy mal. Y quizá es momento ahora de poner luz sobre el drama colectivo que supone que tantas personas decidan prescindir de su vida.   
Aquí en España se quitan la vida diez personas cada día. 3.500 al año. Casos detectados, porque tras algunos accidentes de tráfico se esconden también suicidios. De hecho, el suicidio es la primera causa de muerte de mujeres entre 30 y 34 años.  
La Organización Mundial de la Salud advierte que los suicidios se están convirtiendo en un problema grave de salud pública, e insta a los gobiernos a que adopten medidas preventivas.
Ésta es la teoría. Los números a gran escala. Los datos más o menos fríos, como la cifra de accidentes de tráfico que cada fin de semana lanza la DGT.  Pero tras cada número, tras cada muerte, hay una familia rota para siempre, fragmentada en el dolor constante y la culpabilidad imborrable.  
Una de esas diez muertes de un día cualquiera del mes de septiembre fue la de un compañero. Un freelance (terrible eufemismo y todavía peor forma de contratación laboral: tienen más derechos las empleadas del hogar por horas que miles de periodistas obligados a depender de encargos más o menos caprichosos y pasajeros) que llevaba muchos meses sin trabajar. Como tantos otros compañeros de los medios de comunicación, sobre todo de la prensa escrita, tuvo que hacerse autónomo (y pagar religiosamente cada mes sus impuestos) y depender de encargos fortuítos y mal pagados. Tenía mujer y dos hijos.  
Imposible imaginar lo que pasó por su cabeza para dejarlos solos. Lo desesperado que se debió encontrar.  
Porque, insisto, cuando mueren más personas por actos de suicido que en accidentes de tráfico es quizá hora ya de visibilizarlos y de empezar a tomar medidas. No vale una visita a urgencias con un psiquiatra saturado que recete las mismas pastillas. Hay que fortalecer el sistema de salud pública mental. Hay que quitar el estigma sobre los suicidios. Hay que educar a los ciudadanos para aprender a detectar los síntomas en las personas de su entorno (igual que nos enseñan a saber si un adolescente sufre bulimia o acoso escolar).  
Porque como sociedad, cada suicido es un fracaso terrible.
http://noticias.es.msn.com/blog/carme-chaparro/post.aspx?post=469317c8-c1d6-47e1-a25b-24deecf28ce1

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