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sábado, 1 de junio de 2013

O jugamos todos…

Sábado, 1 de Junio, 2013
Enlace:
- Su mujer le dió la custodia de los hijos a cambio de la hipoteca - Tenemos que hablar (Rtve)
Por Rebeca Díaz-Bernardo
…o rompemos la baraja es uno de los refranes preferidos de mi madre y me viene genial para el tema de hoy, porque llevo días calentita con la cuestión de las custodias compartidas y me he hartado de leer opiniones subjetivas, algunas basadas en casos propios espeluznantes.
No me gusta hablar del pasado, menos del propio, pero no tengo más remedio en este caso, ya que yo misma viví uno de los divorcios más alucinantes de los que he tenido conocimiento, y es que el de mis padres, que fue uno de los primeros después de haberse aprobado la ley en 1981, fue tan rocambolesco como tremendo y lo recuerdo como una de las peores épocas de mi vida. Durante años hubo un tira y afloja por la custodia de mis hermanos y mía, reuniones con abogados y citaciones ante un juez para declarar con quién deseábamos vivir, preguntas que una niña de esa edad no entendía para nada y sin tener a mi madre delante para explicarme qué significaban palabras como pensión compensatoria, manutención, patria potestad… todas ellas ante un señor que no había visto en mi vida y que nunca más volví a ver, y separada de mis hermanos para que no pudiéramos apoyarnos o mirarnos entre nosotros buscando ayuda o consuelo.
Para terminar ya, mencionar que la sentencia de divorcio de mis progenitores, que he tenido que rescatar posteriormente para solicitudes de becas o similar, es totalmente ininteligible, parece que le echaron encima el agua de dos mares, y lo único que se puede entender es el último párrafo donde dice que mi madre, a cambio de la guarda y custodia (y casi por tener paz), renuncia a toda compensación económica futura por parte de mi padre, que por otro lado mantuvo su derecho a vernos durante los veranos. El resto del año, mi madre ejercía de poli bueno y poli malo, de padre y madre, de castigadora y benefactora, de tutora, cuidadora, educadora, asesora de imagen y de sentimientos, de profesora particular para hacer la tarea, de recogedora después de clase, de animadora en los eventos deportivos, de recibidora de regalo hecho en el colegio para el día del padre, de regaladora oficial el día de Navidad o cumpleaños y, si acaso, de secretaria tomadora de recados cuando mi padre llamaba completamente a deshoras para felicitar o dar mensajes.
Todo esto sin perder la sonrisa, trabajando también para sacarnos adelante (les recuerdo lo de la no pensión alimenticia), aplaudiendo nuestros logros y llorando nuestros desengaños, a solas durante años. ¿Que cómo lo hizo?, respuesta a lo juez Gómez Bermúdez: “¡Ah, y yo qué sé!”, pero lo hizo. Porque a todas estas, cada año, al regresar de las vacaciones con nuestro padre, había que volver a empezar porque regresábamos todos con kilos de más, con cortes de pelo de escándalo, con pintas de machangos, con el colesterol por las nubes y las defensas por los suelos de habernos pasado los meses comiendo lo que nos daba la gana y a cualquier hora y yendo de compras cuando nos daba la gana, levantándonos cuando nos daba la gana, viendo en la tele lo que nos daba la gana y acostándonos cuando nos venía en gana. Porque mi padre, “pa cuatro días que nos tenía con él, no iba a estar batallando con buenas formas, modales, modas, minifaldas demasiado cortas o pelos demasiado largos y comidas impropias para adolescentes”. Así mismo.
Sí, me crió una leona que a día de hoy no sé si hubiera tenido cataplines para haber repetido lo que hizo hace tantos años, ella misma a veces se sorprende de haber tomado la decisión que tomó para evitar que nos quitaran de su guarda y custodia y, honestamente, recordando precisamente esos veranos de cambio radical de tutelaje, pienso en lo que hubiera sido mi vida si aquel juez feo y machista que tanto me intimidaba hubiera decidido que viviéramos con mi padre en lugar de con mi madre.
Y como mi padre los hay a patadas, papás de fin de semana que luego se lavan las manos con lo que conlleva educar a una criatura; y como mi madre, también a patadas, luchadoras que prefieren echarse todo el mochuelo encima por tener la paz. Pero también hay lo contrario, tíos fantásticos responsables que quieren a sus hijos hasta límites insospechados y que pierden hasta la camisa por poder pagar a un abogado fiera que les consiga pasar con los niños el mayor tiempo posible y tener su custodia a medias, y por otro lado mamás jeta que viven del cuento a cambio de pensiones alimenticias dignas de un magnate por no querer compartir. Así que me reafirmo: si tan bien se lo pasaron “haciendo” a la criatura, pásenselo igual de bien con ella e igualmente a medias, que hacer que un hijo escoja entre vivir con papá o con mamá es una de las cosas más crueles por las que se puede hacer pasar a un menor. ¡He dicho!
http://www.diariodeavisos.com/jugamos-todos/

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