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miércoles, 26 de enero de 2011

Atrapado entre sus padres

Paul, el menor rumano que llegó a Euskadi secuestrado por su madre, padece la batalla enconada de sus progenitores
Verónica Orac posa con su hijo Paul, de 15 años, en una localidad de la Margen Derecha antes de desaparecer
26.01.11 - TXEMA IZAGUIRRE ,GETXO
Paul está en paradero desconocido después de que su madre, Verónica Orac, reconociera a EL CORREO a finales del año pasado haberlo secuestrado para alejarlo de su padre, Valeriu Orsan, quien tiene la custodia legal y quiere llevárselo de vuelta a Rumanía. La de los progenitores de este adolescente de 15 años que recaló en Euskadi es una historia de amor y odio que culminó en separación, aunque encierra un mar de fondo que se traduce en detenciones de ambos por robos y un cruce enconado de denuncias y acusaciones mutuas. Sobre la madre pesan trece actuaciones policiales por hurto y sobre el padre, ocho.
A la Fiscalía de Menores le tocará lidiar ahora en un espinoso asunto que se cierne como una malla sobre Paul. Su intrincada historia pegó un giro radical el pasado mes de octubre. Verónica Orsan dice que el niño se encontraba a disgusto en Rumanía, en casa de su padre. Según la versión materna, el chaval le llamó por teléfono y le dijo que aprovechase un viaje a Italia para sacarle de allí y regresar a Bilbao. Así que Verónica viajó en coche hasta el país transalpino y, cuando recibió un SMS de su hijo, fue al lugar indicado y se lo trajo de vuelta el 29 de octubre.
El propio menor confirmó que todo lo narrado por quien le trajo a este mundo es verdad. Verónica era consciente de que, por segunda vez en su vida, secuestraba a su hijo. En la primera sólo le multaron. Ahora, según confesó a este periódico, no le importa ir a la cárcel con tal de que el niño no esté con su exmarido. Hasta prefiere que las instituciones asuman la tutoría de Paul si así lo alejan de la influencia paterna en Rumanía.

Para cobrar ayudas sociales

Las últimas palabras de Verónica Orac fueron un aviso de que estaría en paradero desconocido ante la inminente llegada del padre a Vizcaya para denunciar el caso: «No quiero que me localice nadie. Tenemos que irnos y volveremos para el día de la cita con la Fiscalía del Menor». Según afirma, el padre «necesita al niño para cobrar las ayudas sociales». Claro que Valeriu no da crédito a lo ocurrido y exige que se le escuche porque los derechos de custodia de Paul aún son suyos. «No siento odio por la madre, pero tengo que poner fin a todo esto», advierte en tono desesperado.
Este hombre invidente proclama que Verónica supone una mala influencia para el joven. «Ha estado con el niño lavándole el cerebro», clama. A Valeriu le han recomendado los abogados rumanos que busque la figura de «un ejecutor judicial en España, porque hay una sentencia que dice que la custodia me corresponde a mí». Y recalca que es falso eso de que le den ayudas por tener bajo su responsabilidad al crío, pues «los ciegos ya tenemos buenas ayudas en Rumanía y yo las cobro porque he trabajado el tiempo que exigen para pagártelas».
A juicio del tutor, «Paul estaba contento» en aquel país, aunque a este periódico le confesase lo contrario el propio chaval. «Mi padre me ha hecho cosas malas», lanzó. Pero por respeto a su corta edad había que dejar en manos de especialistas cualquier otra pregunta con el ánimo de obtener una versión más detallada que pudiera resultar traumática para el menor.
Valeriu está convencido de que la reacción del chaval obedece «a la manipulación de su madre». «Claro que se vive mejor en España, porque allí el niño puede aprovecharse de las habilidades de su madre», a la que califica de «una experta ladrona». A continuación exhibe su dedicación al niño, al que enseñaba «todos los días media hora de italiano por lo menos», al que llevaba a un «colegio «exquisito, como el Liceo Dimitri Cuclin», y se erige en el impulsor del «saneamiento moral» de Paul y el suyo mismo. El padre se aferra a arreglar el desbarajuste por la vía legal. «El 26 de octubre de 2009 pedí la custodia al tribunal y me la concedieron. Ella tiene que respetar lo que dice la ley», advierte.

«Nos dedicábamos a robar»

Algunas grandes superficies y perfumerías vascas conocen bien las andanzas de este matrimonio. Ambos, en su particular guerra por la custodia de Paul, se atrincheran y lanzan fuego cruzado en forma de acusaciones mutuas mientras admiten que, aparte de sus trabajos como traductores o limpiando casas, se dedicaron varios años a apropiarse de lo ajeno.
Al plantarles semejante currículo sus reacciones son bien dispares y sólo tienen el denominador común de que admiten sus correrías. La diferencia es que el culpable siempre es el otro. «Sí, nos dedicábamos a robar», reconoce Valeriu, para puntualizar luego que «ella cogía paquetes de comida, alimentos, carne… Verónica iba conmigo por las tiendas para servirle de mampara, porque yo soy ciego y para mí robar es imposible».
Pero la ya exmujer defiende que quien aparcó aquellos hábitos era ella. «En aquella época yo trabajaba de traductora y ganaba bien. Nos dedicábamos a robar porque él me obligaba a hacer cosas que no quería. Iba a robar conmigo de la mano, pero él era el cerebro».
El caso es que de 2000 a 2007 ambos hicieron gala de sus 'habilidades'. Las actuaciones policiales por hurto fueron más frecuentes en Vizcaya, en localidades como Bilbao, Sestao o Portugalete. Pero el rastro de robos dejado por los dos también alcanzó al centro comercial donostiarra de Garbera o al alavés de Gorbeia. En medio de todo, Paul, atrapado entre sus padres.
http://www.elcorreo.com/alava/v/20110126/pvasco-espana/atrapado-entre-padres-20110126.html

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