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viernes, 22 de abril de 2011

Indignación y dependencia

Crear dependencia, mantener en la dependencia y abusar de los dependientes es un maltrato estructural.
21/04/2011 JOSÉ Bada
En la última sesión del Seminario de Investigación para la Paz, que se ocupa este año de la violencia cotidiana, se abordó el maltrato de ancianos y niños. Después de analizar lo que viene al caso y hecho el diagnóstico, se indicó la mejor terapia a juicio de los expertos. Se propuso como remedio el jarabe de palo --la fuerza de la ley contra los maltratadores-- y la zanahoria de ayudas económicas a los cuidadores. Y se habló, obviamente, de educación. Castigar a los maltratadores, ayudar a los cuidadores, educar a las nuevas generaciones --a los niños-- y regenerar a los salvajes, es en efecto lo que cabe hacer en este mundo: es intervenir en él. Mientras que lo otro sería salirse de él para entrar en la conciencia, predicar en el desierto o darse contra la pared, a no ser que la indignación humana --sacando fuerzas de flaqueza y haciendo de tripas corazón-- empujara a intervenir contra él. Pero esto, que es políticamente incorrecto, ignoro si lo podemos hacer.
En un mundo dominado por el presente, los viejos apenas están y los niños todavía no. Antes de la escuela universal y obligatoria no había niños ni alumnos, sino zagales y aprendices a los que trataban los mayores como hombrecitos. Y así se les vestía, como puede verse aún en pintura y en alguna foto rescatada del baúl de los recuerdos. Hoy todos son niños y niñas menos los adultos que quieren serlo, a veces, o conservarse siempre como chavales. Hemos pasado de tratar a los niños como hombres a tratar como niños a los ancianos. Se amenaza a los primeros con el coco y aunque nadie los encierra en la bodega, se les mete en la escuela para que aprendan, se les niega un capricho cuando son "malos" y se les quita la "paga" que nunca han ganado. A los segundos, a los ancianos, se les trata cariñosamente, claro; pero con diminutivos que disminuyen su dignidad y su autoestima, y se les dice que si no se portan bien irán a una residencia. Se considera a unos y otros sujetos de cuidado, sujetos pasivos, y no se les trata normalmente como a personas normales.
Crear dependencia, mantener en la dependencia y abusar de los dependientes es un maltrato estructural en nuestro mundo. Se ha difundido recientemente como buena noticia el invento de una vacuna contra el tabaco. ¿Qué sentido tiene fomentar la adicción si hay que curarla? Ninguno, pero es un buen negocio para algunos --que lo doblan-- y una buena noticia para el Estado. Como el aumento del consumo para el mercado, aunque revienten de consumismo los clientes. O el incremento de alumnos para la escuela, que los gradúa con tal de que respondan al programa sin hacer preguntas y traguen lo que les echen. Comer y callar es la máxima para crear dependencia, mantener en la dependencia y abusar de los dependientes.
Se educa para la libertad: no para el capricho, para el consumo de chuches o para ser felices como niños, qué guay, sino para ser autónomos y responsables como personas. Ni para ser interrogados como súbditos, sino para responder y hacer preguntas como ciudadanos. Educar no es domesticar. Y sin embargo algo huele a podrido cuando se lleva a los tribunales un pleito sobre la custodia compartida de un caniche. ¿No es vergonzoso que se extienda el derecho de familia a los animales y se retenga a los hijos bajo custodia dándoles todos los caprichos y ninguna responsabilidad? Como si los perros fueran niños y éstos no pudieran ser personas.
La información que acompaña a los fármacos para curarse en salud los farmacéuticos; la de los bancos para ocultar lo que hacen con nuestro dinero; la de las cláusulas sibilinas en los contratos; la de los prospectos que hay que leer antes de aprender el manejo del aparato que ya te han vendido, esa que se escribe en inglés --y en todo caso en chino o en la jerga de los expertos-- y siempre en letra pequeña para mortificar a los viejos de vista cansada..., toda esa información es capciosa. Como lo es la publicidad en letra grande y la imagen que golpea especialmente a lo niños. Saber es poder, y un poder perverso cuando se esconde para estafar a los indefensos.
Reducir el horizonte hasta donde llegan las manos y la historia a corto plazo, es empequeñecer el mundo y encerrarlo en el agujero del egoísmo presente. Ojalá que abuelos y nietos --pasado y futuro, recuerdo y esperanza-- se indignen y se rebelen contra este mundo mezquino. Porque otro mundo es posible, si queremos salir. Y acaso tengan la llave los que están fuera.
Filósofo
http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=665115

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