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martes, 16 de octubre de 2012

Conozca en Panoramadiario.com las 20 lecciones que deja el divorcio

Martes, 16 de Octubre, 2012
No permitir la inercia, dar otra oportunidad, no pensar que el llanto arregla las cosas y no aceptar la falta de cariño. A través de más de 100 encuestas y entrevistas, los divorciados dan cuenta de los errores que marcaron su matrimonio y que no volverían a repetir.
Los divorciados, especialmente los que buscan una nueva relación, son uno de los mejores grupos a los que pedirles consejo sobre la fórmula de un matrimonio feliz. Claro, parece una ironía, más que una buena recomendación, pero a esa conclusión llegó Terri Orbuch, investigadora de la Universidad de Michigan, después de seguir por 25 años a 373 parejas de recién casados.
El trabajo se llama “Marriage Proyect”, comenzó en 1986 Y sigue la vida de 373 parejas recién casadas, muchas de ellas consiguieron una relación exitosa; muchas otras terminaron divorciadas.
Con todo el material de tantos años de seguimiento, Orbuch se propuso buscar la fórmula del matrimonio feliz acudiendo a las parejas del estudio. Así descubrió que eran dos los grupos que entregaban los mejores consejos: las parejas que reportaban mayor felicidad y las que vivían con el fracaso a cuestas. “Los consejos de ambos grupos eran iguales”, cuenta Orbuch a La Tercera.
De esa manera, llegó a la conclusión de que los divorciados son un grupo apto para dar lecciones de felicidad. ¿Por qué? Porque pasaron por la experiencia y saben con claridad qué errores no repetirían en la siguiente relación. Y no eran pocos los divorciados: el 46% del grupo de 1986. Es más, el 70% tenía nuevas relaciones y el 40% se había vuelto a casar... tratando de no caer en eso que los llevó a su primer quiebre.
Con esa premisa, salimos a la calle a buscar la misma fórmula en boca de los divorciados chilenos. Y la encontramos. Detrás de estos 20 consejos hay historias de vida de personas que hoy lo haríaN mejor que ayer.
[LECCION 1]
La relación no es de a uno
Me casé por primera vez a los 23 años. Creí que a esa edad estaba listo, que era un hombre hecho y derecho. Pero no le puse corazón a esa relación. Yo creía que sí, pero al final, la vida me pasó la cuenta: era demasiado el esfuerzo. Trabajé mucho por esa relación, pero a los 13 años no pude más. Al final, me sentí soportándola.
Me casé por segunda vez a los 40. Esta vez sí me sentí en un buen momento para formar algo... Y a mí no me faltó corazón, pero a ella sí. Cometí un error y no pudo perdonarme. Más que infidelidad fue una transgresión. La infide lidad conlleva amor y esto fue una canita al aire. ¿Sabes? Yo la enamoré todos los días durante esos 14 años que estuvimos juntos. No hubo día que no la enamorara. Desde que me despertaba. La miraba en la ducha, le pasaba la toalla, la miraba cuando se vestía... Sabía todo de ella, todo lo que le gustaba y, más importante que eso, todo lo que no le gustaba. Sabía encantarla. Y siento que le faltó corazón para perdonarme. Y no se perdona cuando no hay corazón. ¿Si me casaría de nuevo? No está en mis planes por ahora. Estoy bien como estoy… pero no me cierro a nada.
Rodrigo Pérez de Tudela (53)
[LECCION 2]
No me dejaría influenciar
“No quiero fracasados de vuelta en mi casa”, me decía mi papá. Su palabra era un mandato. Y me la repetía cada vez que le contaba a él y a mi mamá sobre los problemas que tenía con mi marido. Eso me dolía. Lo único que yo tenía en la vida era a mis papás. Me casé a los 16 años con mi primer pololo porque quedé embarazada y mi matrimonio fue complicado desde el principio. Y cuando mi papá me decía eso, sentía que me ponía la lápida. ¿Mi mamá? Ella decía que no podía hacer nada porque, si no, se echaba encima a mi papá. Pero con los años me fui convenciendo de que tenía que terminar con un matrimonio que ya era una pesadilla: él era un marido ausente. Un papá ausente. Tenía inmadurez crónica.
Por muchos años, cada vez que recordaba esa frase de mi papá, me dolía el pecho. Me sentía sin salida. Hasta que me ascendieron en mi trabajo, sentí el impulso para tomar la decisión que quisiera. Y se acabó. A los siete años me anulé. Fue como dejar una mochila en el suelo. Desde ahí comencé a mirar las relaciones que llegaran como oportunidad de algo mejor, más que como una condena que uno tiene que arrastrar en su vida.
Me casé por segunda vez a los 29 años. Llevamos 20 años juntos. De la experiencia anterior aprendí que las relaciones funcionan de a dos, y solo de a dos. Que no hay que dejar que el resto se meta, te diga cómo hacer las cosas y te haga ruido.
(Carola Toro, 50 años)
[LECCION 3]
Las cosas no se arreglan llorando
El nunca me levantó la mano, pero me levantaba la voz y eso me asustaba. Yo me repetía: “No he sido mala mujer… Me gustaría que me traten mejor”. Me casé en 1955 y desde un principio no debí aceptar que me tratara así, ni reaccionar con llanto. Llegó un momento en que siempre me relacionaba con él llorando. Recuerdo una vez que pasó 17 días sin dirigirme la palabra: ni “hola” ni “buenos días”. Ni una sola palabra. Y después me mandó al sicólogo. “Ana María, su marido es muy inteligente, pero no tiene inteligencia emocional. No llore más, porque mientras más llora usted, más feliz es él”.
No tenía que llorar, las cosas no se arreglan llorando. Hay que llorar sola. Cuando él no está, llore todo lo que quiera. El 1 de enero de 1977 me dijo “me voy”. Yo creí que se iba a ver alguna cosa o a hacer alguna diligencia, pero me dijo que ya no me amaba y que se iba. Fue la vez que más lloré, pero fue la última. De volver el tiempo atrás, con la experiencia de ahora, no dejaría que el llanto me la gane. Porque con el llanto no se soluciona nada.
Ana MarIa Escobar (76)
[LECCION 4]
No aceptar la falta de cariño
Me gusta que me abracen a pito de nada. Que, de repente, me lleven el desayuno a la cama o que me hagan un cariñito a la pasada. No me gusta quedarme con la sensación de que lo están haciendo porque quieren terminar en la cama... y eso fue lo que sentí en mi matrimonio. Estuve 12 años casada y al año me di cuenta de que las cosas que vi en el pololeo ya no estaban. Me acuerdo que él me iba a buscar a mi trabajo sin avisarme: me encantaba que me sorprendiera así. En los 12 años de casados, nunca lo hizo. Me sentía ignorada; sentía que yo podía no estar y no hubiera importado. El era mi pareja, se supone que me amaba, pero yo podía no estar. Y cuando sentí que él tampoco era necesario, me separé.
Ahora llevo un año y medio pololeando. Cuando lo conocí, él me tocó el pelo. Era la primera vez que me hacían cariño en el pelo. Nunca lo pensé hasta ese momento. Y me gustó, porque lo encontré dulce, desinteresado. Genuino, esa es la palabra. Muy genuino. Cuando empezamos, puse mis expectativas sobre la mesa. Y me gusta como estamos. Nos vamos a ir a vivir juntos muy luego.
Paola Carrasco (40)
[LECCION 5]
47%“Ser papás fue lo mejor que nos pasó. Pero nos dedicamos demasiado a los hijos. Descuidamos la pareja: nuestro tiempo de calidad. Los hijos llenaron todos los espacios y no crecimos como matrimonio”.
[LECCION 6]
68% “Hubo palabras de más. Frases hirientes. Gestos que no ayudaban a bajar los momentos de tensión. Uno no se da cuenta, pero cuando deja salir el primer grito o la primera palabra que hiere, van saliendo más y más… y al final se vuelven casi habituales. Se perdió el respeto”.
[LECCION 7]
66% “En algún momento, uno se da cuenta de que la relación se empieza a hacer rutinaria. Que no hay sorpresa. Que dejamos que la cosa avance como esté. Y fue un error no decir nada ni hacer algo para cambiarlo”.
[LECCION 8]
53% “Siempre había algo más importante que yo: familia, trabajo, amigos... Creo que no fui valiente para pelear el lugar que me correspondía en la relación”.
[LECCION 9]
29% “Me equivoqué al no imponer a mi gente. Cuando partió la relación sentí que todo funcionaba tan bien, que no valía la pena insistirle en que tomara en cuenta a mi familia y me equivoqué, ya que nunca los vio como algo que venía conmigo en el paquete, por añadidura. Es algo que nunca debí haber transado”.
[LECCION 10]
No dejar lugar a la inercia
A mi ex mujer la conocí en 1996. Entramos a estudiar juntos ingeniería, en Viña. Nos pusimos a pololear y cuando egresamos, me salió una oferta de trabajo en Santiago. El paso lógico fue venirme y ella se vino conmigo. Nos instalamos en un departamento, juntamos plata, compramos un auto, viajamos a Argentina, Brasil, México. Dimos todos los pasos lógicos que hacen las parejas. En un momento, dijimos: Si estamos juntos, ¿por qué no nos casamos? Y otra vez dimos el paso que tenía que venir.
Pero debajo de esa estructura que fuimos armando, éramos dos amigos viviendo juntos. No había pasión. ¿Amor? No sé. Había cariño. Eramos dos personas que tenían un proyecto juntos perfectamente estructurado, pero sin ser pareja. Nos preocupamos de hacerlo todo bien. Pero nunca me pregunté si estaba en eso porque había amor.
No tengo claro si cambié en mi actual relación o me cambiaron. Pero aprendí a chasconearme; a no dar los pasos tan lógicos. Mira, yo estaba sin trabajo y mi actual pareja quedó embarazada. Mi hijo llegó de sorpresa, sin planificarlo. ¡Y no pasó nada!
Reinaldo González (35)
[LECCION 11]
Mostrarme tal cual
Cuando conocí a mi segundo marido tenía 28 años. Con él me mostré como una mujer independiente, afectivamente y económicamente. Y al principio era bueno, porque yo sentía que él me admiraba por esa manera de ser... Era mi segundo matrimonio y yo quería que funcionara. Pero después fue difícil sostener ese rol y cuando fui tal cual era, sentí su desencanto, al punto que él cambió su forma de ser conmigo. Ese hombre atento y cariñoso se convirtió en una persona irascible y fría. Y distante, muy distante. Reconozco que por mi falta de tolerancia e inmadurez no pudimos hacer puente. Tampoco lo hablamos. No creamos un “nosotros” de verdad. Estuvimos siete años juntos.
Nunca más jugaría al personaje. Después de eso aprendí que había que ser honesta desde el principio. Así soy ahora. Por mi experiencia anterior, con mi pareja actual tenemos un trato: si nos pasa algo, lo hablamos sí o sí. Sabemos conversar y sabemos enojarnos: los enojos duran poco de esa manera. Así llevamos cinco años juntos. Y es como seguir pololeando.
Carmen Melo (49)
[LECCION 12]
“¿Qué error de mi matrimonio no volvería a repetir en la siguiente relación? Tratar de suplir con dinero el cariño y la preocupación”.Ricardo Maturana, 42 años.
[LECCION 13]
“Me arrepiento de haber trabajado mucho. De dedicarles más tiempo a otras cosas que no eran parte de la relación”. Patricia Escobar, 51 años.
[LECCION 14]
“Si lo hubiera valorado más, adulado, admirado más, él habría sido más feliz y podría haber llegado a ser un tremendo marido”. Amaya Galvez, 35 años.
[LECCION 15]
“Podría haber sido mejor esposo si hubiera entendido que las mujeres no dicen lo que piensan; que hay que descubrirlo”. Antonio, 60 años.
[LECCION 16]
“Un error de mi matrimonio que no volvería a repetir en otra relación es haber perdonado una infidelidad”. Andrea Arias, 38 años.
[LECCION 17]
No dije: “No me alcanza”
No me gusta hablar de plata. Más allá de que tengo absolutamente claro cuánto puedo o no gastar, no lo ando diciendo. Y ese tema complicó mi matrimonio. Quizás por eso alcanzamos a durar solo un año casados. Ella es abogada, y los dos teníamos buenos sueldos, pero de todas maneras empezamos a pelear por los gastos. Yo, después de pagar las cuentas, sabía cuánto me quedaba para salir los fines de semana, ir al estadio a ver a la Católica o invitarla un fin de semana a Viña. Me organizaba. Pero contaba con que me llegaran los gastos sorpresa. No sé, ella veía un florero y lo compraba sin preguntarme. En ocasiones lo hacía con plata que le había pasado para pagar cuentas. Eso me desordenaba. Ella me decía “pero si tú tienes plata”, pero muchas veces yo no tenía. Debí haber sido más transparente y firme para decir “mira, tengo estas lucas de aquí a fin de mes y eso nomás”. Ahora veo que si bien todos tenemos gastos extras, las platas de la casa no deben mezclarse con la de los gastos personales. Se producen desconfianzas que después se traspasan a otras áreas de la relación. Partes con la plata y después no sabes en que confiar.
José Andrés Silva (38)
[LECCION 18]
Me faltó decirle las cosas
Estuvimos 14 años juntos y nos separamos hace tres meses. Fue raro, nos conocíamos súper bien y todas las noches nos preguntábamos después de acostarnos: ¿Cómo estuvo tu día? ¿Los niños? ¿La casa? Pero no hablábamos de otras cosas. En un minuto él empezó a confundir mis malos días. Debí contarle mis cosas; los problemas que tenía. Me di cuenta de que empecé a conversar con amigos hombres las cosas que antes hablaba con él; mis proyectos personales o a preguntar si estaba bonita. Ahora, con el tiempo, me doy cuenta de que él interpretó mis silencios y mal humor como rechazo. Y yo también. Creía que no me quería, pero el día que nos separamos me di cuenta de que no era así. Lo vi sufrir, decirme que me amaba. Ahí volví a ver lo que echaba de menos: que me mostrara afecto. Entonces volvió a mostrar que le importaba, me regaloneó y me dijo que me quería. El es de las personas que no demuestran, pero aun así lo hizo. Hay cosas que nunca están demás decir.
Paula Sarabia (35)
[LECCION 19]
No debí ser la mamá de mi pareja
No volvería a ser tan controladora. Empezamos a vivir juntos en 2002 , nuestro hijo nació en 2005 y nos separamos en 2008. Creo que tuvo mucho que ver que no lo dejara ejercer su rol de hombre. No le permitía tomar decisiones, dar ideas, ser el proveedor. El era poco peleador y me dejaba decidir. Y la situción se terminó volviendo cómoda para los dos. Pero él no era así, yo lo fui llevando a esa situación. Funcionábamos bien hasta que apareció mi hijo y me di cuenta de que tenía dos hijos. Cuando eres una mujer en puestos de jefatura tienes que estar conteniendo a otros siempre, pero al final del día esperas contención en la casa. Y yo no me lo permitía. En ese tiempo no lograba períodos de descanso y colapsé. Dije “no quiero más”. El año anterior a la separación tuvimos una tremenda pelea y él se fue de la casa. Yo entré en estado de shock, pero igual le dije que no lo quería ver. Pasaron dos semanas y un domingo él volvió. Llegó, me miró y dijo: “Vengo porque quiero; porque ésta también es mi casa. Te guste o no”. Me enojé pero, a la vez, me encantó que golpeara la mesa. Fue la única vez, en siete años, que admiré algo de él. Quería que él fuera el dueño de casa, el que roncara, pero nunca lo volví a ver así. Hoy él sigue siendo un niño, pero no es mi niño. En las nuevas relaciones que tengo he tratado de, entre comillas, dejarme dominar y dejar que el hombre tome su rol. Ya no le pregunto si se tomó el remedio o le recuerdo en cuántas horas más le toca el Paracetamol. Para eso tiene a su mamá.
Amaya Gálvez (35)
[LECCION 20]
Debí haberle dado más oportunidade
Nosotros llevábamos tres meses pololeando cuando me embaracé. Estábamos en la universidad, pero decidimos vivir juntos y formar una familia. Yo sabía que no estaba enamorada de él. Cuando nació mi hijo no equilibré bien las cosas. Trabajaba, lo cuidaba, limpiaba, cocinaba... Sentía que no tenía tiempo para nada. Me fui dejando botada y eso afectó la relación con el papá de mi hijo. Me sentía sola con mi pareja, pero yo misma me fui aislando. El me decía “salgamos”, “hagamos cosas juntos” y yo no quería.
Hoy lo haría distinto. Me daría el tiempo para dedicarlo a nosotros. Lo abandoné y no le di espacio para estar juntos. Una no puede conocer a nadie si no se da el tiempo de hacerlo.
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