La custodia compartida en caso de divorcio está cada vez más presente en nuestra sociedad, pero con frecuencia se olvida que su éxito requiere de grandes dosis de flexibilidad y consenso
Joan Corbella, médico y psiquiatra español
Sobre la custodia compartida de los hijos de padres separados como sistema universal, tengo algunos reparos no insignificantes, pero debo decir que sí se trata de un avance en la consolidación de los derechos de los hijos el hecho de poder gozar de la compañía de ambos padres cuando se dan las condiciones adecuadas. Afortunadamente, se ha terminado con la situación de inferioridad en la que solían quedar los padres cuando se producía una separación. Teníamos una ley en la que las madres gozaban, prácticamente de manera automática, de la tutela de los hijos y los padres tenían que negociar, casi regatear, espacios de tiempo para poder convivir con estos. Y todo era más grave cuando se trataba de niños pequeños, ya que se creía que solo las madres los podían atender con garantías. Así, una ley que contempla la posibilidad de equiparar la capacidad de atender a los hijos por igual es un avance.Cambio de mentalidadDesgraciadamente, tras la ruptura, un número excesivo de parejas quedan en una situación de litigio y confrontación continuados. La falta de costumbre de recurrir a la mediación en el proceso de ruptura es una de las causas: con ella se evitarían las situaciones de chantaje. Para algunos ex maridos, pedir la custodia compartida es una amenaza a la madre y para ellas, un peligro si no se avienen a ceder en otros aspectos del convenio de separación. Los hijos han sido utilizados, y aún lo son, como moneda de cambio. Ahora, la posibilidad de compartir custodia es vivida por un número importante de madres como una pérdida grave, para sus hijos y para ellas, aunque no debería ser así. Y mientras lo sea, la ejecución de la misma difícilmente será exitosa. Tampoco los padres deberían verlo como una victoria respecto de sus ex parejas.La ley es reciente y su aplicación, aunque va incrementándose de manera inexorable, tiene poco recorrido para que el conjunto de la sociedad la haya integrado como algo normal. Pero mientras este momento llega, hay que tener en cuenta el cumplimiento de unas condiciones básicas para que sea llevada a cabo con éxito.Una custodia compartida requiere un proceso previo que permita a ambos padres mentalizarse de la nueva situación que van a vivir. Una ruptura es una de las experiencias más agresoras por las que pasa el adulto, sobre todo si la iniciativa de la ruptura no es suya. Sentirse abandonado, sin dejar de admitir que quien abandona también pasa por una circunstancia vital ingrata, es muy doloroso. Teniendo en cuenta que se trata de dos personas en situación de crisis y que, en la mayoría de casos existe una confrontación de intereses, es importante conseguir establecer puentes de diálogo.Sin derrotas ni victoriasNi las medidas provisionales ni las sentencias deberían ser vistas como el resultado de una confrontación en la que uno gana y otro pierde. Los únicos que deben ser tenidos en cuenta son los hijos. Ellos, que de alguna manera han perdido el hogar al que estaban adaptados, deben ser atendidos de la mejor manera posible y el desarrollo de su personalidad debe contar con la presencia enriquecedora del padre y de la madre. El que compartan su custodia, que en la práctica supone la convivencia y, por lo tanto, el conocimiento de ambos, debe ser visto por ambos padres como una fuente de bienestar para ellos.Venimos de tiempos en los que, tras una separación matrimonial, en la inmensa mayoría de los casos los hijos convivían con la madre y el contacto con el padre era reducido a unas visitas. Por ello, el paso a equiparar la presencia de uno y otro ha sido vivido, como hemos comentado, como una pérdida por muchas madres y como una conquista por algunos padres.La creencia de que los padres son menos capaces de educar y convivir con los hijos está aún arraigada en nuestra sociedad. Debe pasar un tiempo en el que todos aquellos que trabajamos en relación con los conflictos matrimoniales procuremos acabar con estos prejuicios.Cuando los padres están separados, existe una tendencia a intentar demostrar ser mejor y más generoso que el otro. Pero lo cierto es que cuando se trata de una custodia compartida, es fundamental que exista una continuidad en el estilo de vida de los hijos. Se debe ser especialmente cuidadoso en no discrepar en el talante familiar, se deben seguir pautas semejantes, niveles de vida parejos y valorar las conductas con criterios unificados. Es cierto que ambos padres no pueden ser idénticos en sus personalidades, pero sí pueden intentar actuar de manera semejante a la hora de transmitir valores a sus hijos. De hecho, los detractores de la custodia compartida basan sus críticas en la dificultad que existe en conseguir un acuerdo a la hora de establecer unos valores educativos semejantes. De ahí la importancia de la mediación cuando se inicia una convivencia bajo este criterio.Además, también es importante que entre los padres exista una capacidad de comunicación destinada a flexibilizar las situaciones como cambios de horario, alargar plazos de estancias con un progenitor u otro, etcétera. Del mismo modo, sin flexibilidad no se pueden favorecer las actividades de los hijos, como deportes extraescolares, preparar los exámenes o, sencillamente, hacer los deberes. La prioridad es el bienestar de los hijos y eso requiere de un esfuerzo. Por ello, deben saber superar las cicatrices de rencor que deja una ruptura.Una custodia compartida no funcionará si es más importante el rencor que el deseo de procurar que los hijos estén lo mejor posible. La ley postula que el mayor bien a salvaguardar es su bienestar. Lamentablemente no siempre es esta la prioridad de los padres y, lo que es inadmisible, es utilizarlos para atacar al otro. Esto anula cualquier posibilidad de éxito.
http://www.diariovasco.com/20120929/mas-actualidad/salud/relaciones/nuevos-hijos-salomon-201209290352.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario