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lunes, 6 de agosto de 2012

Soledad Platero

Lunes, 6 de Agosto, 2012
La imagen pertenece al enlace:
- Los obispos creen que en las parejas tradicionales hay menos maltrato
En los años setenta, una información sorprendente llegó a mis manos: una mujer que antes había sido hombre reclamaba su derecho a competir profesionalmente como tenista en las categorías femeninas.
Lo que más me sorprendía en esa época -yo era niña- era saber que antes de convertirse en mujer y empezar a llamarse Renée Richards, la tenista había sido un hombre casado y padre de un hijo. Me resultaba difícil imaginar que en alguna parte había un niño que tenía un padre que ahora era una mujer. ¿La seguiría llamando papá? ¿Qué les diría a los demás niños cuando le preguntaran quién era esa señora tan alta?
Es increíble cómo nos cambia el mero paso del tiempo y de la Historia. Hoy no cruzaría por mi cabeza que algo así pudiera ser un problema. No se me ocurriría pensar que un niño pudiera tener conflictos serios por tener dos madres, o dos padres, así como creo que no los tendría en caso de ser criado por los abuelos, o por la hermana, o por una madre soltera. En cualquier caso, supongo, un niño es capaz de asimilar con naturalidad el mundo en el que vive, y no habría por qué pensar que una familia conformada de modo distinto a la de la mayoría va a afectarlo de manera dramática.
Sin embargo, mucha gente parece seguir razonando tal como yo razonaba hace más de treinta años. Mucha gente parece creer que la familia normal para cualquier niño debe estar constituida por un padre y una madre de distinto sexo. Que esa formación es la única que garantiza el crecimiento de seres felices, sanos y orientados a lo bueno y lo productivo de la vida.
En los años setenta también era muy común oír que los hijos de padres divorciados tenían problemas. Cualquier dificultad, cualquier rasgo preocupante del carácter de una criatura (comerse las uñas, ser tímido, tirarles del pelo a las compañeritas) quedaba explicado por el divorcio de los padres. Los "hijos del divorcio" eran un tópico común en las revistas femeninas, siempre atentas a los temores del ama de casa burguesa.
Pero los preocupantes hijos de divorciados de los años setenta son personas adultas del siglo XXI, y es posible pensar que la mayoría sobrevivió al horrible trauma sin haber caído en la psicosis ni en el terrorismo. Y lo mismo ocurrirá con los hijos de dos padres o de dos madres.
Sin embargo, hay todavía muchas personas que no pueden digerir la idea de que una pareja conformada por personas del mismo sexo pueda criar, cuidar y educar a un niño. No pueden aceptarlo, aunque la vida haya probado que es posible. No pueden aceptarlo, a pesar de tantas infancias infelices transcurridas en hogares tradicionales. En el Uruguay los argumentos naturalistas superan ampliamente a los religiosos (lo mismo ocurre en el caso del aborto) pero el peso de la convicción sostenida en nombre de las leyes naturales es tan poderoso como el peso de un dogma.
En estos últimos días, una pareja de hombres y otra de mujeres lograron la legitimidad para sus hijos. Son los primeros, pero habrá otros. Y seguramente abundarán los debates televisivos en torno al asunto, se multiplicarán los testimonios y las historias de vida, y finalmente todos nos acostumbraremos a aceptar una realidad que existe, como existe la del divorcio, y ya no le llamará la atención a nadie que una criatura tenga dos padres o dos madres. Es el camino inexorable de la naturalización de facto.
Más difícil será recorrer el camino inverso para tratar de desnaturalizar la pobreza. Para intentar acabar con la mendicidad y la prostitución infantil sin llenar los refugios de niños aquietados con ritalina. Para enfrentar de una vez por todas el hecho de que hay un planeta en el que los niños no tienen padres, aunque los tengan. Y para dejar de jugar el juego delirante, pero totalmente naturalizado, de tratar de castigar a los padres por los delitos de los niños, como si categorías tales como "padre", "niño" y "delito" pudieran ser trasladadas de manera aproblemática a ese planeta de abandono y supervivencia en el que algunos tienen que vivir.
http://www.uypress.net/uc_31081_1.html

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