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lunes, 4 de noviembre de 2013

Padres separados: cómo organizar las idas y venidas de los hijos


Lunes, 4 de Noviembre, 2013
Un fin de semana con papá y otro con mamá; es lo que tiene ser hijo de padres separados. Para los adultos, este trajín es fuente habitual de estrés y conflictos, pero ambos efectos pueden y deben reducirse al máximo. Estas son las pautas para lograrlo.
1. Respetar el régimen de visitas. Cada vez que un progenitor incumple el régimen de visitas pactado o establecido por un juez durante el proceso de separación, el caos está servido. Por el contrario, al mantener los acuerdos:
  • Nadie altera el ritmo de nadie. Horarios, planes, rutinas… muchas cosas se trastocan cuando uno de los padres es impuntual al recoger o dejar a los niños. Es imprescindible evitar este tipo de actitudes, igual que llamar a última hora para desconvocar el encuentro (“Hoy no me viene bien que le veas”) o presentarse por sorpresa (“Estaba cerca y quería verle un rato”). Estos comportamientos contribuyen al desorden.
  • Se reducen las disputas.No respetar el régimen de visitas sin una causa justificada es motivo habitual de discusión entre las parejas separadas. El estrés que esto genera, también perjudica la organización familiar.
  • Se evitan recelos.Ser poco formal en cuanto a los horarios y periodos de visita, provoca en los hijos desconfianza hacia el progenitor que no cumple los acuerdos.

2. Todo por escrito. Convertir a los hijos en mensajeros de sus padres no es lo más operativo. Resulta más práctico llevar una agenda con las anotaciones importantes que les afectan (citas médicas, tomas y dosis de medicamentos, tutorías, días no lectivos, pagos pendientes…) y entregar el cuaderno a la ex pareja en el momento de intercambio de los niños. Cuando ambos padres se comprometen a reflejar en una hoja de control las cuestiones más relevantes:
  • Ganan tiempo.Con la información delante es más fácil organizarse sin depender tanto del teléfono o de la memoria.
  • Disminuyen los malentendidos.Usar a los hijos como mensajeros es exponerse a que la información no llegue al otro adulto o que la reciba distorsionada.
  • Ambos padres son figuras de autoridad.Involucrar a los hijos en temas de adultos les coloca en una posición incómoda, pues se exponen a escuchar una retahíla de reproches que no deberían oír. Además, presenciar escenas en las que un padre desacredita o contradice al otro, les empuja a tomar partido por uno de los dos, cuando ambos deben tener la misma autoridad.

 3. Cuantas menos cosas lleven, mejor. Los niños deben tener en sus dos casas un espacio para dormir, jugar, una zona de estudio, ropa, libros, productos de aseo… ¿Las razones?
El intercambio es más dinámico. Permite desarrollar el régimen de visitas de forma más flexible y rápida. También se reducen los desajustes que provocan los olvidos de una casa a otra.
Les aporta seguridad. La separación de los padres genera en los hijos un sentimiento de inseguridad. Encontrarse en ambas casas “como en casa” es fundamental para que se diluya esa inestabilidad.

4. Seguir unas rutinas similares. La hora de comer, de volver a casa o de dormir no pueden depender de si los niños están con papá o con mamá. Los padres deben acordar las rutinas que más benefician a sus hijos y mantenerlas tanto en una casa como en la otra. Para establecer esos ritmos, deben tener en cuenta la edad y las necesidades de los pequeños, pero también han de valorar en qué ocasiones hay que ser más flexible (la celebración de un cumpleaños, un periodo vacacional largo…). En cualquier caso, las rutinas son favorables para:
  • La organización de los padres.Al mantener (siempre que sea posible) unos horarios estables en cuanto a alimentación, sueño, higiene, juego y estudio se facilitan mutuamente el día a día.
  • El clima familiar. Las rutinas generan orden y el orden reduce el estrés tanto en la relación de los padres entre sí, como con sus hijos.
  • El desarrollo del niño.Los horarios fijos le ayudan a entender “qué va a pasar después”. Una agenda ordenada, le aporta confianza y estimula su autonomía.

5. Acordar las normas básicas. Cuanto más similares sean los criterios educativos de los padres y mayor coherencia haya entre ambas casas, mejor. Lo ideal es que: lo que prohíbe uno, tampoco lo permite hacer el otro. Estos son los principales motivos:
  • Se reducen los rifirrafes con los hijos. Mantener unas normas similares evita que la organización se altere con frases del tipo: “Pues mamá me deja hacerlo” o “papá me ha dicho lo contrario”.
  • Favorece su educación. A través de los límites claros y no contradictorios los hijos aprenden “hasta dónde pueden llegar” y qué conductas son las adecuadas. Las normas también les proporcionan seguridad física y emocional.

6. Establecer consecuencias. Cada norma debe ir acompañada de una consecuencia y los padres tienen que coordinarse a la hora de establecerlas. Es contraproducente mostrarse más o menos flexibles con las reglas en función del tiempo que se pasa con los hijos. No estudiar, llegar tarde o colaborar poco en casa, tiene que provocar los mismos efectos en papá y en mamá. Cuando esto sucede:
  • Es más fácil mantener el orden. Si los dos “tiran en la misma dirección”, la tarea de educar es más asequible.
  • Los hijos perciben coordinación entre sus padres. Es importante que escuchen cosas como: “Tu padre y yo estamos de acuerdo en que vuelvas a esta hora” o “si tu madre te ha castigado, es porque no has cumplido con tus responsabilidades”. Percibir que sus padres, con respecto a él, forman un equipo es el mejor estímulo para su desarrollo.

SIN DIÁLOGO NO PUEDE HABER ORGANIZACIÓN

 
Si a los padres que viven juntos les resulta complicado ponerse de acuerdo en aspectos relacionados con la educación de sus hijos, es fácil imaginar qué sucede cuando están separados. Entonces, las disputas se multiplican, alimentadas por el rencor. Sin embargo, para organizarse, no hay más remedio que verse y hablarse. Durante esas charlas es importante:
  • Centrarse en el bienestar del hijo. Éste es, probablemente, el único objetivo común que tienen y es lo suficientemente importante como para aparcar los reproches, controlar las emociones y permanecer en el tema como si fuera un asunto de trabajo.
  • Ser específico al hablar con el otro padre. Es el momento de hablar claro, comentar dudas, valorar puntos de vista diferentes…
  • Mantener el respeto. La manera en que se relacionan los padres afecta a los hijos más que la condición familiar que viven.
  • Manejar la misma información. Para asegurarse, uno de los padres puede encargarse de escribir lo acordado en la última reunión y enviar copia por e-mail al otro. También es importante que se localicen inmediatamente si surge alguna urgencia.
  • Decidir entre los adultos. Las grandes líneas educativas las marcan los padres, sin dotar de participación al hijo. A éste se le comunican los acuerdos en términos de: “Tu padre y yo hemos decidido que…”.
  • Coincidir en lo fundamental. No hay que consensuarlo todo ni ver quién establece más reglas. Se trata de acordar unas pautas básicas. ¿Cuáles? Las mejores para los hijos.
  • No detenerse en los detalles. Conviene aceptar que hay maneras diferentes de hacer las cosas y en esos casos plantearlo así: “Tu padre lo hace de este modo y cuando estés con él, lo tienes que respetar. Yo las hago de esta otra manera y cuando estés conmigo, las haremos así”. 

http://www.educaydisfruta.com/magazine/educacion/Como-organizar-las-idas-y-venidas-de-los-hijos/

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