Tal vez por su confesada afición a la literatura rusa, el
papa Francisco es consciente de que, como escribió León Tolstói en la primera frase de
Ana Karenina,
todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada
una a su manera. Así que, ante la celebración en octubre de 2014 de un
sínodo extraordinario sobre la familia, Jorge Mario Bergoglio ha
encargado una encuesta mundial –compuesta de 38 preguntas muy concretas—
para conocer de primera mano qué sufrimientos espirituales aquejan a
las familias católicas. No pregunta Francisco en su inédita iniciativa
por el sexo de los ángeles, sino por cuestiones muy concretas que
todavía hoy siguen siendo tabú en la Iglesia católica. Quiere saber el
Papa si los cristianos divorciados y vueltos a casar “se sienten
marginados y viven con sufrimiento la imposibilidad de recibir los
sacramentos”, o, por ejemplo, “qué atención pastoral sería posible
ofrecer a las parejas del mismo sexo” e incluso a los hijos por ellas
adoptados. Aunque los viejos guardianes de la fe se han apresurado a
bloquear de forma preventiva los intentos de Francisco por abrir la
Iglesia a las nuevas familias, basta leer la encuesta para sospechar que
la batalla será larga. Y tal vez cruenta.
El Vaticano cree “urgente” abordar estos desafíos para la evangelización
El documento, enviado a mediados del mes de octubre a todas las
conferencias episcopales por el arzobispo Lorenzo Baldisseri, secretario
del colegio cardenalicio y del sínodo de los obispos, deberá ser
distribuido entre toda la comunidad católica –con especial atención a
las parroquias— para obtener una fotografía en tiempo real de la
situación de las familias cristianas. En la introducción, monseñor
Baldisseri enumera las “problemáticas inéditas” surgidas en los últimos
años alrededor de la familia católica tradicional: aumento exponencial
de las parejas de hecho, “que no acceden al matrimonio y a veces
excluyen la idea”, uniones entre personas del mismo sexo, “a las que no
pocas veces se consiente la adopción de hijos”, familias monoparentales,
matrimonios interreligiosos y hasta “formas de feminismo hostiles a la
Iglesia…”. Un batallón de pecadores que, con las tablas de la ley en la
mano, estarían condenados a arder en el infierno, pero que Francisco —no
sin una fuerte oposición interna— quiere recuperar por la vía de la
misericordia.
Francisco pide consejo
• ¿Las parejas separadas o divorciadas y casadas de nuevo son una realidad pastoral en su Iglesia? ¿Cómo afrontarlo?
• ¿Podría una simplificación de la práctica canónica de reconocer la
nulidad del vínculo matrimonial contribuir a solucionar los problemas de
las personas afectadas?
• ¿Cuál es la actitud de las Iglesias locales y particulares hacia el
Estado como promotor de las uniones civiles entre personas del mismo
sexo y hacia los involucrados en estas? ¿Qué atención pastoral se puede
dar a estas personas?
• En el caso de las uniones de personas del mismo sexo que han
adoptado niños, ¿qué se puede hacer a nivel pastoral para transmitir la
fe? ¿Cómo se acercan a la Iglesia los padres que están en esta
situación? ¿Qué es lo que piden?
• ¿Saben los cristianos de hoy cómo evaluar moralmente los diferentes
métodos de planificación familiar? ¿Podrían sugerirse ideas pastorales?
• ¿Cómo puede promoverse una actitud hacia
la opción de tener hijos? ¿Y promoverse un aumento de la natalidad?
• ¿Qué otros retos o propuestas relacionadas con los temas de las preguntas anteriores cree urgente y útil tratar?
De hecho, en la introducción al cuestionario, monseñor Baldisseri
pone un ejemplo en el que queda reflejada una preocupación muy concreta
expresada por el Papa: “Si se considera solo el hecho de que en el
actual contexto muchos chicos y jóvenes, nacidos en matrimonios
irregulares, podrían no ver nunca a sus padres acercarse a los
sacramentos, se comprende cuán urgentes son los desafíos para la
evangelización de la situación actual. Esta realidad tiene una singular
conformidad en la vasta acogida que está teniendo en nuestros días la
enseñanza sobre la misericordia divina y su ternura para con las
personas heridas: las expectativas consecuentes sobre las decisiones
pastorales relacionadas con la familia son muy amplias”.
El párrafo anterior se las trae. No solo porque habla de amplias
expectativas pastorales sobre las familias —que tendrían que
materializarse en el sínodo extraordinario previsto para octubre de 2014
y, sobre todo, en el ordinario de 2015—, sino porque lo hace de forma
simultánea al extenso artículo publicado en
L’Osservatore Romano,
el periódico de la Santa Sede, por el arzobispo alemán Gerhard Ludwig
Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el
antiguo Santo Oficio. En el artículo, que ocupaba las dos páginas
centrales de la edición impresa y que fue traducido a varios idiomas en
la web, el arzobispo Ludwig Müller desactivaba como un artificiero
—cable a cable, argumento a argumento— la posibilidad abierta por el
papa Francisco de acoger en el seno de la Iglesia a los fieles
divorciados y vueltos a casar. En una alusión directa a Bergoglio, el
teólogo Müller llegaba a escribir: “Otra tendencia a favor de la
admisión a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar es la que
invoca el argumento de la misericordia. (…) Mediante una invocación
objetivamente falsa de la misericordia divina se corre el peligro de
banalizar la imagen de Dios, según la cual Dios no podría hacer otra
cosa que perdonar”. O sea, que no. Ni el guardián de la fe ni los
sectores más conservadores de la Iglesia de Roma parecen dispuestos a
que el Papa explore posibilidades —como el de las iglesias ortodoxas
para admitir algunos causas de divorcio— con la intención de recuperar a
los fieles heridos por las circunstancias —reales, no teóricas ni
celestiales— de la vida.
La batalla con los viejos guardianes de la fe se augura larga y cruenta
La encuesta, que tendrán que responder desde obispos a monjas,
incluyendo a laicos y a los fieles afectados, no solo pide datos sobre
todo aquello que preocupa a las nuevas familias —control de la
natalidad, uniones civiles, nulidad matrimonial, hijos adoptados por
parejas gais…—. También, o sobre todo, pide consejos. Jamás se había
visto a un Papa organizando una asamblea mundial para conocer la
situación real de su Iglesia. Durante su reciente visita a Cerdeña, al
escuchar la angustia sin esperanza de un hombre en paro, el papa
Francisco se guardó el discurso que llevaba escrito e improvisó otro,
dirigido exactamente al dolor de aquel trabajador. Ante el problema de
las familias, Bergoglio quiere hacer lo mismo. Jorge Mario Bergoglio
parece convencido de que la Iglesia de hoy, más que un Papa infalible,
necesita un Papa que escuche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario