Jueves, 28 de Octubre, 2010
FERNANDO PERELLÓ (*) Encontré a mi amigo sueco de Estocolmo en su casa intentando situar en orden cronológico las soluciones al famoso problema de Aquiles y la tortuga.
Te veo muy atareado, le comenté.
Sí, es que con el otoño se me van acortando los días, me contestó.
Me está fallando la memoria, viniendo además a cuento, le insinué.
No somos como Ciro, aquel rey de los persas que sabia llamar a todos sus soldados por sus nombres, me indicó. Y tampoco como Mititrades Eupator que administraba justicia en los veintidós idiomas de su imperio. Fueron casos de memoria prodigiosa.
Claro que nuestro problema no es la memoria, pensé, sino su ubicación histórica al convertirla en senil.
Hurgáis todo el tiempo debajo de las piedras para buscar evidencias crónicas de lo tramposos que eran los demás. Al tiempo no tratáis ni siquiera de indagar lo mal que lo pasan los hombres de vuestro país en la actualidad al aplicar una política feminista de género por decreto, fuera de control, particularmente en las televisiones, tanto públicas como privadas, que os culpabiliza de todo y no os exime de nada. Sois el único país, donde la mujer cuando se casa conserva automáticamente su apellido. Sois el único país donde los hijos llevan aparejados el apellido del padre con el de la madre cuando en los demás países occidentales la esposa pasa a perder su apellido para reemplazarlo por el del marido y los hijos no llevan otro apellido que el del padre.
En los demás países occidentales las mujeres, salvo demanda judicial expresa, no pueden conservar su identidad. Sólo pueden invocar su origen pero no pueden evocarlo de manera identitaria en su propia realidad conyugal.
Y ya para terminar sois uno de los países con menos lacra de violencia de género, a pesar de su repercusión mediática (57 mujeres asesinadas en el 2009) de la Unión Europea.
Tampoco es eso, le dije, porque personalmente considero que la violencia de género está muy insuficientemente penada y deficientemente protegida, aunque en los demás países de la UE se le preste menos atención.
La paradoja de esta situación, me comentó mi amigo, es que en España sufrís el síndrome de la irrealidad al dejar de lado la constatación que en vuestro país se suicidan nueve personas cada día de las cuales nadie habla y que las muertes por suicidio (3.421) en el 2008 son superiores a las muertes por accidente de tráfico (3.021) de las cuales se habla profusamente a diario. Y se da la circunstancia que los hombres se suicidan tres veces más que las mujeres.
Ya veo, le dije, que somos un país de hombres difíciles de redimir. Y creo saber que sólo en China se suicidan más mujeres que hombres.
En realidad, me contestó sin darse por enterado, en Suecia la tasa de suicidios es muy elevada al igual que la violencia de género, aunque no tanto como en los países Bálticos o en Rusia. El paso de la economía marxista a la de libre mercado fue traumática.
¿Y en qué nivel estamos nosotros en la tasa de suicidios en relación a la UE? le pregunté.
Los países mediterráneos tienen un menor nivel de suicidios que los países nórdicos, me comentó, al igual que Estados Unidos y Canadá con los países sudamericanos. Y curiosamente en vuestro país la diferencia, según el Instituto Nacional de Estadística, entre las distintas comunidades autónomas es considerable. Así, sobre la cifra de 10.000 ciudadanos la incidencia en Balears es del 0,55%, cuando en Navarra es del 0,38% y en la Comunidad de Madrid del 0,12%.
Creo que nos conviene cambiar de tercio, le sugerí a mi amigo sueco de Estocolmo, ya que nosotros no somos muy devotos de la tristeza y creo recordar que hubo un tiempo en que los árabes eran muy felices, como en las mil y una noches, y enamoraban de oídas a las mujeres, cuyo andar, según cuenta Borges, avergonzaba a los antílopes y provocaba la desesperación de los sauces. Actualmente ya del arte árabe sólo nos quedan las figuras geométricas y de la cultura musulmana cierto encono religioso.
Tal vez por ello, me espetó mi amigo sueco de Estocolmo, en Alemania ya luchan por la recuperación de la identidad nacional. En Austria, Holanda y otros países nórdicos la aparición de partidos de extrema derecha es constante, exigiendo que la adecuación a la proporción de las masas exógenas sea proporcional a la velocidad de crucero de su integración.
Esta situación, le dije, tan actual que me parece como un infinito juego de azares, me recuerda lo que dicen los ingleses: You may lead a horse to the water, but you cannot make it drink.
http://www.diariodemallorca.es/opinion/2010/10/27/defensa-propia/614466.html
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