Su fin no es sólo controlar el poder, sino la mente y el corazón de las personas, por eso el sueño prohibido de todo totalitarismo es convertirse en una religión.
Una característica común al nuevo y viejo totalitarismo es su vocación de regular desde el Estado las relaciones intrafamiliares, judicializarlas, facilitando la intervención sistemática del Estado. Por ejemplo, si ustedes han seguido con atención la obra legislativa y la actuación de este gobierno, y de algunas CCAA, como Andalucía y Cataluña, constatarán cómo existe un proceso continuado que pretende convertir a los padres en simples proveedores de bienes materiales de sus hijos, mientras que es el Estado quien se reserva un papel creciente en su educación moral y ética.Pero existe otro nuevo totalitarismo postmoderno, “soft”, blando de apariencia. Su referencia no es el acero sino la ameba, ese ser unicelular, plástico, adaptativo, de apariencia incluso inofensiva pero tremendamente eficaz y voraz, que rodea a su presa sin contundencia aparente pero de manera inexorable, la abraza melosamente.
El nuevo totalitarismo metaboliza, digiere a sus víctimas. Como sus límites son borrosos, como lo es el marco de referencia que lo acoge, la postmodernidad, los nuevos totalitarismos, reciben diversos nombres, porque es visto de manera un tanto distinta según el observador, y esa es una de sus fuerzas. Se mimetiza con el entorno. Aparece a veces como justiciero de nuevos derechos aunque por poco que reflexionemos sobre ello, no se diferencia del totalitarismo clásico.
La ideología de género, habitualmente denominada “perspectiva de género” o generismo, es pues la expresión del nuevo totalitarismo, ya que en términos políticos constituye el estadio superior de la desvinculación.
La perspectiva de género eleva una idea a la categoría de absoluto que debe impregnarlo todo, leyes, instituciones públicas -como lo está consiguiendo en España- y privadas; más allá incluso, tiene la pretensión de redefinir la condición humana en unos términos más radicales que los propios de la raza o la clase. Propugna el género como definitorio de la condición humana sustituyendo a la diferenciación sexual. El género sería una construcción cultural y por lo tanto, modificable como explican algunos textos de Educación para la Ciudadanía: los niños no nacen niño o niña, sino que son seres indiferenciados que después los padres construyen sexualmente. La persona no sería el resultado de la diferenciación biológica causada por el genotipo y fenotipo masculino y femenino, que pasarían a tener una importancia marginal, sino una construcción social. El hombre y la mujer pierden todo sentido dado que hombre y masculino pueden significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino y al revés.
Según la ideología de género, la humanidad no se diferencia entre hombres y mujeres, sino entre homosexuales, heterosexuales, bisexuales, transexuales, y “queers”.
(Por el Hble. Sr. D. Josep Miró i Ardèvol en “Los nuevos totalitarismos”).
http://www.ministeriodeequilibrio.com/viewtopic.php?f=14&p=39606#p39606
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