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martes, 12 de junio de 2012

Divorciados en Corpus por Cristina López Schlichting

Martes, 12 de Junio, 2012
Cristina L. Schlichting
Pocas cosas me resultan más impresionantes los domingos en la Iglesia que las personas divorciadas y casadas de nuevo, sentadas en los bancos durante la comunión. Ellos, ya lo saben, no pueden comulgar ni recibir la absolución. Adivino un mundo de sufrimiento. Qué amor no tendrán a la Iglesia católica que permanecen en ella y obedecen a costa de normas tan duras. Son un ejemplo de fidelidad apabullante. Tengo una pareja de amigos que se dan la mano en esos momentos. Ella casi siempre llora en silencio. Su dignidad y su entereza me hacen ser consciente de lo poco que valoro el Corpus Christi que celebramos hoy. A menudo los divorciados que se casan otra vez abandonan la práctica religiosa, afligidos de cierta soledad y vergüenza. Venimos, al menos en España, de una sociedad tan ranciamente ordenada en el pasado, que estas personas parecen haberse salido de la pista. No hace mucho pregunté a un sacerdote por el problema de estas parejas y me contestó: «Nosotros no tenemos problema alguno, lo tienen ellas». Curiosamente, apenas un año después vino con humildad a preguntarme cómo encaminarlas hacia los tribunales eclesiásticos, para ayudarlas en el proceso de nulidad. Todos hacemos un camino. Mi amigo Juan Manuel de Prada y yo, que hemos pasado por la anulación matrimonial, hemos compartido muchas confidencias sobre el sufrimiento que hemos tenido que atravesar. Ahora el Papa ha hablado de forma luminosa sobre los divorciados casados de nuevo y su indispensable aportación a la Iglesia. Ha sido en el reciente Encuentro de las Familias, en Milán. En una respuesta a la familia brasileña Araujo, Benedicto XVI ha señalado que hay que «hacer realmente todo lo posible para que se sientan amados, aceptados (…) y viviendo plenamente en la Iglesia». El Santo Padre les anima a disfrutar de la Palabra de Dios y la comunión de la Iglesia y, de forma muy práctica, reconoce que, aunque no puedan comulgar físicamente, sí pueden «espiritualmente» y les recomienda una guía espiritual permanente con un sacerdote. Puede que a algunos lectores este artículo les resulte teológicamente técnico, pero les aseguro que, para un grupo cada vez más amplio de fieles, es crucial. Por eso me permito reproducir el final de la intervención del Papa, que nos pone verdaderamente de rodillas ante los divorciados: «Sus sufrimientos son un don para la Iglesia porque sirven también a todos los demás para defender la estabilidad del amor, es un sufrir en la comunidad por el bien de los grandes valores de nuestra fe. Deben saberlo, que precisamente así sirven a la Iglesia, están en el corazón de la Iglesia». Durante años hemos pensado erróneamente que sólo son buenos cristianos los que cumplen y comulgan puntualmente. Ahora empezamos a comprender que el ser humano es un simple pecador y que una persona que nosotros relegamos al «final de la fila» puede ser colocada por su Señor en el centro de la comunidad, para que todos aprendamos de ella.
http://www.larazon.es/noticia/8961-divorciados-en-corpus-por-cristina-lopez-schlichting

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