Él y su hermana fueron víctimas de un lavado de cerebro por parte del cónyuge que se queda con la custodia del hijo o hijos (SAP). Les hacen creer que su padre es un monstruo, como nos pasó a mi hermana y a mí, ya que nuestra madre biológica nos decía que era un homosexual malvado y arruinó nuestra relación con él”.
´El cansancio empieza a hacer mella´Una semana sin comer y tres kilos menos, pero José Antonio Braojos no desfallece en su lucha “para que se haga justicia”
RAQUEL GALÁN. PALMA. La protesta de José Antonio Braojos pasa desapercibida a todos los pasajeros que transitan por el aeropuerto. Critica que el director de Son Sant Joan le impide colgar el cartel en el que puede leerse: ´En huelga de hambre. Condenado por haber nacido´. “Como no soy Aminatou Haidar, no tengo tanta importancia”, lamenta. Sin embargo, sigue su lucha “para que se haga justicia” contra una sentencia que obliga a él y a su hermana a pagar una pensión a su madre, a pesar de que les maltrataba cuando eran niños y hace casi dos décadas que no la han vuelto a ver, como asegura.
Después de toda la semana de Navidad sin comer nada –”con lo que me gusta el turrón”, dice–, José Antonio nota que “el cansancio empieza a hacer mella”, aunque los primeros días fueron “mucho mejor de lo que esperaba”. Ha perdido tres kilos y ahora tiene somnolencia a menudo, pero ningún otro síntoma destacable.
Su huelga de hambre comenzó el 19 de diciembre y no tiene fecha de fin, “hasta que se solucione”. Estos primeros días ha recibido las visitas y el apoyo de amigos, compañeros de trabajo y, principalmente, de su hermana. “Pasé la Nochebuena con ella y en Navidad vinieron a darme ánimos los de la Asociación de Padres de Familias Separadas”. La relación entre ellos y José Antonio es que ven en él y su historia “la figura del niño maltratado y el conocido como Síndrome de Alienación Parental, es decir, el sufrido por víctimas de un lavado de cerebro por parte del cónyuge que se queda con la custodia del hijo o hijos. Les hacen creer que su padre es un monstruo, como nos pasó a mi hermana y a mí, ya que nuestra madre biológica nos decía que era un homosexual malvado y arruinó nuestra relación con él”, cuenta.
La sentencia de la Audiencia de Palma, que les condena a pagar 400 euros al mes cada uno, no se puede recurrir, por lo que “la única solución es que ella acepte la propuesta de mi abogado de acogerse a la pensión no contributiva del Estado, ya que tiene derecho a ella y es casi la misma cantidad que nuestra condena”.
Si la mujer no acepta, José Antonio no está dispuesto a cumplir la pena. “Sé que me puede caer otra condena por ello, pero no la cumpliré, porque me volvería loco. Una persona con dignidad no puede pagar una mensualidad a quien le maltrató”. Mientras espera acontecimientos, continúa en el aeropuerto, sin comer y leyendo los libros y revistas que le traen los amigos.
Su huelga de hambre comenzó el 19 de diciembre y no tiene fecha de fin, “hasta que se solucione”. Estos primeros días ha recibido las visitas y el apoyo de amigos, compañeros de trabajo y, principalmente, de su hermana. “Pasé la Nochebuena con ella y en Navidad vinieron a darme ánimos los de la Asociación de Padres de Familias Separadas”. La relación entre ellos y José Antonio es que ven en él y su historia “la figura del niño maltratado y el conocido como Síndrome de Alienación Parental, es decir, el sufrido por víctimas de un lavado de cerebro por parte del cónyuge que se queda con la custodia del hijo o hijos. Les hacen creer que su padre es un monstruo, como nos pasó a mi hermana y a mí, ya que nuestra madre biológica nos decía que era un homosexual malvado y arruinó nuestra relación con él”, cuenta.
La sentencia de la Audiencia de Palma, que les condena a pagar 400 euros al mes cada uno, no se puede recurrir, por lo que “la única solución es que ella acepte la propuesta de mi abogado de acogerse a la pensión no contributiva del Estado, ya que tiene derecho a ella y es casi la misma cantidad que nuestra condena”.
Si la mujer no acepta, José Antonio no está dispuesto a cumplir la pena. “Sé que me puede caer otra condena por ello, pero no la cumpliré, porque me volvería loco. Una persona con dignidad no puede pagar una mensualidad a quien le maltrató”. Mientras espera acontecimientos, continúa en el aeropuerto, sin comer y leyendo los libros y revistas que le traen los amigos.
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