MADRID, 22 Dic. (EUROPA PRESS) -
En las decisiones judiciales, como en las guerras, siempre hay vencedores y vencidos. Y la gran perdedora está siendo Lydia Bosch.
La Audiencia Provincial ha desestimado las acusaciones referentes a los delitos de abusos y maltrato atribuídos a su ex marido, Alberto Martín. Y ya es la tercera confirmación de la inocencia del arquitecto.
Primero fue el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 31 de Pozuelo de Alarcón el que dejó en libertad sin medidas cautelares a Martín tras prestar declaración y denegó a Bosch la orden de alejamiento que solicitaba en la denuncia que interpuso en esa localidad madrileña.
Lydia había denunciado en un informe psicológico que adjuntaba en la demanda de divorcio que presentó el pasado 15 de abril, que su marido es un hombre "frío, cruel, destructivo y perverso, bajo un disfraz de hombre recto, riguroso, familiar y socialmente reconocido", que le insultaba incluso delante de sus hijos.
Y también añade un informe pericial donde su hija Andrea (fruto de su relación con Micky Molina), relata los supuestos abusos que la joven habría sufrido por parte de su padrastro hace cinco años. Diez días después, la famosa denunciaba a su marido por abusos. Acusaba a Alberto de haberla maltratado psicológicamente y humillado no sólo durante el matrimonio, sino también durante las primeras fases de su noviazgo.
Pues bien, la juez de Pozuelo de Alarcón le dio un segundo palo al dictar un auto de sobreseimiento en el que afirmaba que no hay indicios de delito en la demanda. Y se apoyaba casi exclusivamente en el informe de los peritos, que en ningún momento acusan a la niña de mentir. Simplemente, no pueden demostrar que dice la verdad. Y ya se sabe que en los procesos judiciales, además de tener razón hay que demostrarlo.
Pero Lydia no se dio por vencida e interpuso un recurso de apelación a la Audiencia Provincial de Madrid. Ha sido esta instancia superior la que ratifica que la versión de la menor no es creíble, que sus distintas declaraciones prestadas resultan contradictorias y poco detalladas. Y que el conflicto familiar que estaba viviendo su madre con su padrastro había podido influir en la denuncia.
Es más, la Audiencia Provincial habría desestimado el informe de la psicóloga Gemma del Val que presentó Lydia Bosch, para hacer caso al informe de psicólogos del Tribunal Superior, según el cual no había habido ni maltrato ni abuso sexual.
¿Por qué ha dado más crédito a estos profesionales? Bien sencillo: porque "proviene de funcionarios públicos ajenos a los intereses ventilados en el procedimiento y porque están más habituados al examen de hechos como el que se investiga".
Y si no quieres caldo, dos tazas: "Tampoco resulta congruente- añade el auto- la explicación que ofrece sobre la tardanza en denunciar los hechos (5 años) ni las alegaciones sobre la falta de una relación paterno-filial afectiva y cariñosa, que no suele ser deseada por las víctimas de un delito de abuso sexual producido en el seno de dicha relación". Vamos, que casi casi asegura que la actriz ha dado crédito a una fantasía de su hija adolescente.
¿Puede haberle jugado una mala pasada el rencor que la actriz siente por su ex marido? ¿Se ha sentido ella verdaderamente maltratada desde el principio de su relación con el arquitecto? Si es así, ¿por qué contrajo nupcias en la iglesia de Santa María de Caná, en el año 2004, si ya habían celebrado su boda civil tres años antes? Ninguno de los dos era un chiquillo. Ambos tenían hijos de relaciones anteriores: ella, a Andrea y él a Alberto y Ricardo. Y juntos tuvieron a los mellizos Juan y Ana en el 2002...
Todo resulta bastante raro y escabroso. Y, mientras tanto, el ex matrimonio está pendiente del juicio de su divorcio. La guerra entre ellos se centra en el tema económico. El arquitecto quiere cobrar ahora y en el futuro el cincuenta por ciento de los derechos de imagen de la actriz, a través de la sociedad MABOQ 2001 creada por la pareja, por la que Lydia facturaba sus trabajos, sobre todo, publicitarios.
Mientras la batalla se mantiene, ellos ni se dirigen la palabra. Hace unos días pudimos verlos juntos (que no revueltos) en el colegio de los gemelos con motivo de la función de Navidad. Ni se miraron, ni se saludaron... Él, con su hermana. Ella, con sus amigos, papás de otros niños del cole. La imagen era desoladora.
La pareja es la pueba viviente de que del amor al odio sólo hay un paso.
http://www.europapress.es/chance/opinion/noticia-lydia-ex-amor-odio-20091222152515.html
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