ANTE la abrumadora publicidad y oferta existente en los centros comerciales y jugueterías, los padres se enfrentan confundidos al dilema de cuál será el mejor regalo para sus hijos, porque una cosa es regalar los juguetes que creemos que son adecuados para ellos y otra, muy distinta, es que gocen de sus preferencias.
Desde siempre, los niños y las niñas de todas las épocas y todos los pueblos han jugado respondiendo a la necesidad de actividad que tienen. Necesidad de moverse, curiosear; de coger los objetos que les son próximos, manipulando y experimentando con ellos. Necesidad de crear, de relacionarse, expresarse, intercambiar vivencias, acciones, pensamientos, sentimientos, etc. Y esto lo han logrado, bien con juguetes comercializados, o más aún con aquellos fabricados por ellos mismos con materiales de fácil obtención y su ilimitada imaginación.
Conforme el niño/a va creciendo, el juego y el juguete preferido van cambiando. Al principio es muy elemental y le sirve para desarrollar sus habilidades motoras y tomar contacto con la realidad manipulando los objetos que tiene a su alcance. Más adelante, el niño/a sustituirá la acción real por la acción imaginaria, creando un mundo a su medida, que va entre su imaginación y el mundo de los adultos que lo rodea, al cual quiere pertenecer pero no puede; sin embargo, con el juego el niño/a podrá expresarse y comunicarse libremente. Conforme ellos crecen, adaptarán su juego a los otros/as tomando reglas comunes. Reglas que respetarán, ejercitando su capacidad de autocontrol y autonomía. Desde este enfoque, el juego, además de ser la actividad que más placer da al niño/a, lo ayuda a desarrollar todas sus funciones psíquicas, físicas y sociales, permitiéndole conocer mejor el mundo exterior y tomar conciencia del papel que interpretará y forjará su propia personalidad.
Nos preocupan los roles y los modos de relación que fomentan los juguetes. Por un lado, observamos que tanto las niñas como los niños juegan con muñecos, aunque de un modo diferente: mientras ellas reproducen tareas relacionadas con la maternidad, el cuidado de los demás y de su apariencia física, ellos reproducen enfrentamientos bélicos o trabajos asignados a su género. De alguna forma es a través de la reproducción de esos roles y formas de relación que los niños/as se van preparando psíquicamente para el desarrollo de dichas tareas en la vida adulta, y aquí entramos en el terreno de los juguetes sexistas y belicistas.
Efectivamente. Hay tres razones que se suelen utilizar para defender los juguetes sexistas y bélicos, que son: 1) En la realidad existen diferencias de clase y de género, violencia, guerras, competitividad? y los niños/as tienen que conocer la realidad y aprender a vivir con ella porque no se les puede tener apartados en un mundo ideal inexistente. 2) Los juguetes bélicos canalizan la agresividad de los niños; los sexistas, los instintos? 3) Son los juguetes que los niños y niñas piden espontáneamente. Los tres argumentos adolecen de falta de peso y de justificación pedagógica.
Veamos por qué. En primer lugar, lo que se les presenta a los niños/as es una realidad simplificada y estereotipada en buenos y malos; desvirtuada en héroes; parcializada, ya que sólo presenta una parte muy concreta de la realidad. Así, por ejemplo, de la violencia, sólo aparece la violencia física, dejando oculta la estructural, que es en la que radican las verdaderas causas por las que la primera aparece, las que deberían conocer (desigualdades, explotación, racismo, etc.). Con respecto a los juguetes sexistas, en los que todo gira en torno al embellecimiento de las mujeres, se obvia el hecho de que cuando estas niñas crezcan tendrán dificultad para estar satisfechas con su propia imagen, puesto que ésta nunca se acercará a los cánones de la moda.
En segundo lugar, se argumenta que estos juguetes (sexistas, bélicos) canalizan los instintos (maternidad, agresividad). Si enseñamos a los niños a canalizar su agresividad a través de juguetes bélicos, cuando sean adultos, si no han aprendido otras formas, tal vez lo hagan a través de las armas. Por lo tanto, hay que impulsar modos creativos de canalizar esta agresividad Por su parte, decir que los juguetes sexistas canalizan los instintos es un error, puesto que lo que hacen no es potenciar instintos, sino limitar posibilidades de desarrollo futuro.
En tercer lugar, los niños/as piden muñecas y pistolas porque esto es lo que ven en la TV, de hecho la mayoría de las veces lo piden con su nombre comercial.
http://www.eldia.es/2009-12-31/CRITERIOS/17-Juguetes-ninos.htm
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