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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Esto tiene que acabar ya, Sr. presidente

MARTES 22 DE NOVIEMBRE DE 2011
El titulo no se lo he puesto yo, tampoco el texto, pero el espacio editorial que es mío se lo cedo hoy a un hombre para que, desde el sentido común escriba, lo que pensamos muchos desde hace demasiado tiempo. Este sentido parece perdido en la maraña de contradicciones a las que la virulencia feminista nos ha conducido hasta perder el rumbo de lo verdaderamente importante. La igualdad ante la ley y las obligaciones.
Hombres y mujeres somos iguales y diferentes, la terminación de una palabra en femenino o masculino no resta derechos, con el artículo es suficiente para indicar si se refiere a una mujer o a un hombre; todo lo demás -como dice el articulista- son falacias que le hacen pensar a uno en el tiempo perdido en el estudio de la gramática, con sus artículos, pronombres, etc.
La estupidez humana no tiene límites y si por si sola llega muy lejos, cuando se institucionaliza puede llegar a la barbaridad de la manipulación social. Ni más ni menos que en esto consiste la ley de violencia de género. Ley que de un plumazo resalta lo masculino, ya sin el artículo pero con etiqueta de malo sin excepciones y a las féminas como víctimas potenciales.
El caso es que la sociedad manipulada por las campañas mediáticas está sumergida en un estado de excepción, en el que las hembras tenemos que meternos al refugio cuando la campana del feminismo anodino, pero cargado de maldad, toca a rebato.
No, señoras y señores, defensores sectarios aprovechados de la sensibilidad social que ustedes mismos han potenciado. El sueño de los inocentes algún día terminará y cuando los descendientes de las víctimas asesinadas o los padres perdidos por ley, les pregunten y reclamen como víctimas de esta cruel falacia ¿Qué explicación convincente les darán?
Les adjunto algún vídeo que argumenta mis palabras y proclama "esto tiene que cambiar" señor presidente restaure el sentido común y comience su mandato recortando prebendas al Instituto de la Mujer aunque el Sr. Lorente Acosta, director del mismo, recomiende que no se haga, seguro que con los millones de euros donados a este organismo, los derechos sociales de todos no necesitarán tantos recortes.
Projusticia. Juicio sumarísimo a Francisco Zugasti. 04-15

Y si hablamos de sexista, que me explique la señora Ana María Pérez del Campo cómo se tiene que clasificar la expresión que utiliza despectivamente en este vídeo, "los pobrecitos hombres", durante un juicio. El altercado que lo motivó sucedió durante un curso feminista en el Escorial, cómo no, patrocinado por el Instituto de la Mujer con dinero público.
Projusticia. Juicio agresión feministas 12-18

Por cierto, les dejo otro enlace en el que pueden comprobar los méritos que esta señora tiene en su haber para representar los derechos de la mujer. ¿De qué mujer? A mí,
desde luego que no.
Lenguaje no sexista y otras falacias relativas al género
Por José María
En los últimos años se ha impuesto desde las administraciones públicas el uso del llamado lenguaje “no sexista”. Desde mi trabajo en un ayuntamiento, me veo con frecuencia torturado con textos prácticamente ilegibles, en el que el uso del doble género el/la, los/las, as/os etc...
Convierte el escrito en engorroso, feo, distante y poco realista con los usos de la población en su conjunto. Los textos administrativos se convierten en un conglomerado de artificios lingüísticos para que resulten políticamente correctos, aunque nada tengan que ver con el sentir y la forma de expresarse de la población, ni de quienes lo emplean, distanciándonos de los ciudadanos y provocando en muchos casos la crítica, el rechazo, la ironía, cuando no directamente la risa, por otro lado, bien justificada.
 Todavía es peor cuando al escuchar hablar a alguien de nuestra administración en un medio público, lo vemos forzando el lenguaje hasta llegar al auténtico esperpento, todos recordamos la palabra “miembra” utilizada por cierta servidora pública.
En cuestión de pocos años el uso hasta ahora usual del lenguaje, ese lenguaje que hablamos todos o casi todos, se ha convertido en algo políticamente incorrecto.
Emplear términos como “alumnos” o “ciudadanos” en lugar de “el alumnado” o “la ciudadanía” es considerado expresiones de un lenguaje sexista, no dudando, los impositores de esta nueva forma de expresión, en calificar de machistas a aquellos que las usan, a pesar de ser ellos los primeros, quienes por regla general, se ven incapaces de utilizarlo en su vida cotidiana.

El gorila macho se escribe con A, y sigue siendo feliz.
Quizá porque además le encanta estar con sus crías
Esta grave acusación, la de “machista”, desde mi punto de vista es tan grave como la de
“fascista”, “estalinista”, “homófobo”, “racista” o “xenófobo” y junto a estos términos lo considero un insulto inaceptable cuando la acusación no está bien fundamentada, siendo un claro atentado contra la dignidad del agraviado.
Continuando con los ejemplos anteriores, en el lenguaje “no sexista” el alumnado no es masculino a pesar de utilizar el artículo “el” y tener el morfema flexivo “o” definitorio en muchas palabras del género masculino, en cambio, “los alumnos” si es considerado una palabra sexista, a pesar de que emplee el mismo artículo y el mismo morfema, esta vez en plural.
 La palabra “ciudadanos” es considerado dentro de esta nueva forma de expresión también como parte de un lenguaje sexista, ya que se alega de esta palabra que tiene connotaciones masculinas, pero la expresión “la ciudadanía” que podría tener connotaciones femeninas siguiendo la misma regla de tres, al emplear el artículo femenino y el morfema “a”, resulta que es neutro desde esta nueva perspectiva. ¿Quién ha inventado todo esto?, ¿quién decide lo que es correcto y lo que no lo es? ¿Lo que es igualitario y lo que es sexista?
 Pero, ¿es realmente igualitario el lenguaje no sexista? ¿Cumple con sus objetivos?
Permítanme que bordee el razonamiento con otras cuestiones que aparentemente tienen poco que ver.
 Vivimos en una sociedad donde lo masculino está devaluado claramente, si preguntamos a alguien por aquellos valores que podemos atribuir al sexo femenino, enseguida escuchamos un listado de calificativos amables y llenos de admiración, cuando no de fuerte carga reivindicativa y de orgullo por el ser y el sentir de lo femenino, pero ¿y si preguntamos por los valores masculinos?
 Si alguien es tan poco lúcido de comenzar con adjetivos que puedan considerarse positivos, atribuibles especialmente al sexo masculino, se encontrará rápidamente con el desacuerdo de sus interlocutores, porque esos atributos seguro que también serán femeninos igualmente, o serán atributos, que en todo caso, podrán ser cuestionados como verdaderamente buenos, “¿son realmente positivos?”.
Inmediatamente, el osado, caerán bajo sospecha de ser machista cuando no, acusado directamente de ello. Sí, lo masculino está devaluado, y por tanto es susceptible de ser ridiculizado sin oposición ni crítica alguna.

El policía y la policía se escriben igual: y puede prestar servicios en Lisboa,
que también termina en A sin que nadie, afortunadamente, proteste
Recordarán todos el anuncio televisivo donde una mujer a la que se le estropea el lavavajillas llama al técnico para que se lleve al “trasto”, pero el “trasto” era su propio compañero y no el electrodoméstico, el cual era agarrado de los brazos por los empleados para sacarlo de la casa. Se equiparaba, por tanto, al hombre con el cacharro inservible, el cual daba problemas a su propietaria. Todos nos reímos al verlo, era sin duda ingenioso.
Imaginemos que a alguien se le hubiera ocurrido la misma situación invirtiendo a los protagonistas del spot, y a quien se llevan es a la mujer. ¿Se imaginan la lluvia de críticas, que con razón, se hubieran originado?
Efectivamente, lo masculino está devaluado, la ley integral contra la violencia de género es una prueba de ello. Esta ley es un verdadero atentando contra principios básicos democráticos de igualdad y no discriminación por cuestiones de sexo y ha sido aceptada sin que nadie pestañee.
Es lógico, el pestañeo en esta materia origina todo tipo de críticas furibundas al que se atreve a pronunciarse en esta dirección, quedando estigmatizado y acusado gravemente de machista, esto incluye algún juez, que actualmente está pasando por un verdadero calvario por manifestarse crítico ante esta ley claramente injusta y sexista.
La ley apuesta por la llamada “discriminación positiva” un término eufemístico que legitima que ante un mismo delito se castigue de forma diferente al que lo comete en función de su sexo o que se acabe con la presunción de inocencia en caso de que el hombre sea acusado de maltrato, ordenando rápidamente su alejamiento de su domicilio familiar y por tanto de sus hijos, algo muy provechoso cuando está abierto un proceso de divorcio.
 El hombre acusado de este delito, claramente deleznable, podrá quedar alejado de sus hijos e hijas de un modo indefinido hasta que no se celebre juicio, juicio que puede retrasarse meses o incluso más, ¿se imaginan verse apartado de sus hijos durante años, perdiendo no solo su infancia sino su afecto, por una denuncia, sin que haya sido necesario que se demuestre su culpabilidad? ¿Y si luego es declarado inocente? ¿Se imaginan ustedes, mujeres y hombres en esa situación? Esta situación es el pan nuestro de cada día para miles de hombres en España.
Analicemos las campañas contra la violencia de género ¿qué mensaje dan a los jóvenes? ¿qué le estamos contando a la sociedad? En el fondo del mensaje yace una nueva falacia: el hombre es intrínsicamente malo, un agresor, un potencial criminal y asesino, la mujer, en cambio, es una víctima, una persona que podría engrosar aun más las abultadas listas de mujeres asesinadas a manos de sus exparejas o parejas actuales, todos los hombres, por tanto, nos convertimos en sospechosos, en potenciales agresores.
En 2010 se produjeron las muertes de más de 20 hombres asesinados a manos de sus compañeras, curiosamente son noticias que por lo general aparecen en prensa local, y rara vez en las de tirada nacional, esto supone alrededor un tercio de las víctimas de estas terribles estadísticas.
Sin embargo, el hombre no tiene un teléfono que lo atienda en caso de violencia de género, ni sicólogos que lo apoyen, ni policía especializada o sensibilizada ante su problemática. La violencia de género solo es considerada así, cuando es el hombre quien la ejerce contra la mujer, no reconociéndose ni aceptándose socialmente la violencia de la mujer en contra del hombre.
Tampoco se reconoce la violencia que la mujer ejerce contra sus hijos, la mayoría de niños asesinados a manos de sus progenitores, lo son a manos de su madre o en todo caso a mano de sus cuidadoras, sin que nadie mueva un dedo para prevenir esta barbarie.
¿Quién conoce la cifra del incremento de hombres, víctimas de suicidio tras una separación matrimonial, desde que se aprobó la ley contra la violencia de género? ¿Lo han leído en alguna estadística? ¿Forma parte de algún escándalo informativo? Esa cifra es de 600 personas, de 600 seres humanos cada año. ¿Quién da apoyo económico, psicológico o social a un hombre que se separa, pierde su casa, sus hijos y en muchas ocasiones su círculo de amistades?

¿Igualdad?

El hombre no tiene los mismos derechos en una separación, al no tener los mismos derechos sobre los hijos, lo más preciado y amado que puede tener un ser humano, ni tampoco sobre el uso de las posesiones materiales generadas en el matrimonio como es el caso de la vivienda.
El hombre de hecho en una separación puede pasar en poco tiempo de ser un ejemplo de buen padre, cariñoso y abnegado por sus hijos, a ser un verdadero estorbo al que hay que apartar, siendo lo único que se requiere de él, que pague las pensiones que se le hayan impuesto, sin importar en muchos casos cuales sean sus circunstancias económicas o su nueva realidad social tras la separación.
 Debo decir que me parece verdaderamente denigrante e indignante que se denomine
“régimen de visitas” al tiempo que un padre pasa con sus hijos, término que nos hace tener una idea del valor que se le da al hombre a raíz de la separación matrimonial, en el papel que debe jugar con sus hijos.
Hace poco me encontré, después de muchos años, a un compañero de colegio, habían pasado 30 años desde la última vez que lo vi, se había separado hacía dos años. Me contó entre lágrimas que vivía en un coche, el coche ya no le arrancaba, pero le servía de refugio cada noche. No es el único caso, los camping cuentan entre sus inquilinos invernales a multitud de hombres que no pueden permitirse el lujo de rehacer sus vidas ¿dentro de qué planes de ayuda están incluidos?
Nos perdemos en las formas y no vamos a los fondos. La forma es que con las leyes aprobadas para defender a la mujer se obtiene gran rentabilidad política y multitud de subvenciones, el fondo es que no se ha conseguido frenar la violencia machista, y aunque no lo queramos reconocer así, tampoco se ha frenado, ni siquiera reconocido, la violencia hembrista.
Indudablemente, la Ley Integral contra la Violencia de Género, es una ley que ha creado más desigualdad, más injusticias y por si fuera poco más asesinatos y suicidios.
Por tanto no es que sea una ley inútil en cuanto a sus objetivos, es que en sí misma es origen del agravamiento del problema. La desigualdad no genera igualdad, esto es simplemente falso.
El lenguaje sexista es la punta del iceberg, forma parte una política que exacerba lo femenino frente a lo masculino, que potencia lo femenino y denuesta lo masculino. El llamado lenguaje no sexista se mantiene sobre una falsa suposición, que en ningún caso ha sido demostrada: “a través de la modificación del lenguaje cambiaremos nuestras actitudes, respetaremos más y consideraremos más a la mujer, evitando situaciones de desigualdad”. Es decir se sustenta sobre una hipótesis poco realista.

La medicina no cura a todos. Y la humanidad nos engloba a hombre y mujeres: el género no tiene ideología, la estupidez tampoco.

¿Lenguaje sexista?

De nuevo, lo masculino, sin duda, está devaluado, y esta devaluación se manifiesta como no, en el lenguaje, donde el compartir el artículo masculino con el neutro se hace insoportable por parte de aquellos que no ven nada bueno en lo masculino.
Los detractores del castellano usual, lo acusan de ser una lengua intrínsecamente machista, expresiones como “es un coñazo”, o “es cojonudo” les apoyan en esta afirmación, ya que se considera que lo asociado a lo femenino es maltratado por la lengua mientras que lo masculino tiene el trato contrario, pero los que afirman esto olvidan lo que es “pásaselo teta” o lo que supone que a uno lo “manden al carajo”. ¡Basta ya de estupideces fruto del victimismo más insoportable!, ¡por favor!
El lenguaje es patrimonio de los pueblos, es uno de los aspectos identitarios que lo cohesionan y lo diferencian del resto. Cuando se ha intentado reprimir una lengua en nuestro país las reacciones no se han hecho esperar, estando en el fondo de mucho de los conflictos políticos y territoriales. Como funcionario me veo coartado en la utilización de la expresión de mi lengua, el castellano que usamos en nuestra vida diaria todos.
Desde la administración el funcionario que haga uso de la lengua desde la perspectiva de la corrección lingüística, que no de la política, es susceptible de ser inmediatamente corregido, cuando no adoctrinado, por aquellos que se yerguen como defensores de “la igualdad”.
El lenguaje “no sexista” emplea términos que los políticos nos han impuesto presionado por el movimiento feminista, hoy más próximo al hembrismo, que al igualitarismo. Es una nueva forma de expresión artificial que no nace del sentir del pueblo, que acaba con la belleza del lenguaje, sin que responda a una lógica evolución de la lengua.
El lenguaje “no sexista” es simplemente inasumible por la población, pues lo vuelve poco práctico, y establece continuamente una separación entre hombres y mujeres más allá de su condición común de seres humanos.
Déjenme que me atreva a comenzar la lista de valores positivos de lo masculino con uno que es característico de nuestra lengua: lo masculino es integrador. Comparte su género con el género neutro, no teniendo un género específico en sí, como es el caso del género femenino.
¿Qué es un lenguaje no sexista? No lo sé, no creo que el lenguaje sea sexista, en todo caso lo pueden ser las personas que hagan uso de él, la lengua es un bien inmaterial, es patrimonio de todos, convertirla en algo feo, distante, y engorroso no la convierte en igualitaria.
Igualdad es respeto por los seres humanos sea cual sea su condición sexual. Igualdad de oportunidades para todos, igualdad de derechos, igualdad de deberes. Lo contrario es totalitarismo, dogmatismo, sustentado en falsas creencias, en falsos principios. El feminismo actual, supone una traición a todos los que hemos creído y apoyado este movimiento, que creíamos trabajaba por la igualdad efectiva entre los sexos, como de hecho ha sido así hasta hace pocos años.
El feminismo actual, trágicamente plantea una visión deformada y sectaria de lo que supone ser iguales, llegando al punto de lo grosero, a afirmaciones como que para ser iguales tenemos que apostar por una discriminación a favor de la mujer, para que pretendidamente, se nivele la balanza.
 Lo cierto es que la desigualdad y las leyes injustas solo pueden conseguir generar más desigualdad y más violencia. Los resultados obtenidos tras varios años de realizar políticas como las referidas, avalan mi afirmación.
La sociedad la formamos todos, ambos sexos están imbricados, interrelacionados, lo que perjudica a uno, termina perjudicando al otro también. El trato injusto que la justicia da a muchos hombres ante una separación podrá ser igualmente doloroso para el resto de mujeres de su entorno, madres, hermanas, nuevas parejas....
Si no atajamos la verdadera raíz de la violencia sea quien sea quien la ejerza, perdemos todos. La verdadera raíz de la violencia no es el hombre, es la educación y en la base de la educación no podemos imprimir que haya dos tipos de seres humanos, los hombres, malos y las mujeres, víctimas.
 Para concluir quiero manifestar que creo firmemente en la igualdad, pero que definitivamente, ésta, no pasa por volver ilegible los textos procedentes de la administración, ni porque nos expresemos en público como jamás lo haríamos en privado, ni por participar en esta mentira porque es lo que toca, porque es lo políticamente correcto, aunque en el fondo la mayoría de los que emplean el lenguaje “no sexista” piensen que esta forma de hablar, simplemente es… una chorrada.
¿Lenguaje no sexista? permítanme que me exprese libremente desde el respeto y el sentido común.
http://www.eldigitaldemadrid.es/articulo_c/general/2569/esto-tiene-que-acabar-ya-sr-presidente?mid=5361

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