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- Chamizo pide a Educación que redefina el concepto de "familia monoparental" de cara a nuevos procesos de escolarización
PERPETUO guardián de las esencias más sociales del sistema -pronto será reelegido para un nuevo mandato, el último-, José Chamizo acaba de dar la voz de alarma sobre la aparición de un nuevo tipo de menor maltratador de su familia: el mal acostumbrado a un bienestar que se evapora por culpa de la crisis.http://www.diariodesevilla.es/article/opinion/1269433/ninos/malcriados.html
Hasta ahora la tipología clásica del niño que maltrata psicológica y/o físicamente a sus padres recogía tres especímenes: el que sufre algún tipo de adicción desequilibradora, el que es víctima de un trastorno grave de la personalidad y el educado en un ambiente de máxima permisividad, desconocedor de los límites de conducta e incapaz de soportar la frustración.
Aunque el informe de Chamizo, en su condición de Defensor del Menor, pone el énfasis en el deterioro que la crisis está provocando en los mecanismos de protección de los menores en desamparo y tutelados por la Junta o en acogimiento familiar -por no hablar de la pobreza creciente que se ceba con la infancia-, lo más llamativo de su Memoria del año 2011 ha sido la incidencia de este colectivo nuevo de maltratadores que no responden al patrón tradicional de patologías muy conocidas y estudiadas (aunque menos eficazmente combatidas).
No se trata de un fenómeno masivo, pero sí creciente. Cada vez son más las criaturas habituadas a llevar un nivel de vida confortable y a disfrutar de una serie de comodidades que, al reducirse los ingresos familiares por culpa de la crisis, no se adaptan a la austeridad obligada y se revuelven contra sus padres, incluso con violencia. Como si éstos se hubieran encaprichado en quitarles a ellos eso mismo, los caprichos, cuando en realidad no les queda más remedio que bajarles sus pagas, controlarles el gasto del móvil o ralentizarles la compra de cacharros.
Hace años tuve una vecina, ama de casa sin más ingresos que los que su marido traía de la fábrica, que tenía que bregar con un adolescente de vocación parasitaria, y recuerdo las broncas que le montaba a la madre cuando no podía satisfacer sus exigencias consumistas. "¡Marca, marca, te he dicho mil veces que quiero ropa de marca!", le chillaba mientras tiraba al suelo las prendas que la madre le había podido adquirir amorosamente. No sé qué habrá sido de él, pero está claro que fue un adelantado a su tiempo, un precursor de esta caterva de chicos y niños a los que nunca les han negado nada y que cuando al fin se les niega algo -generalmente, la vida misma lo hace, aunque ahora está siendo la crisis- son capaces de pegarle a su padre por no comprarles unas zapatillas (de marca, claro).
Claro que son los progenitores los que los han consentido. Antes esta (mala) educación recibida daba la cara más tarde y en la calle. Ahora la da en el acto y se vuelve contra quienes la dan.
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