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lunes, 24 de septiembre de 2012

Síndrome de alienación parental

Lunes, 24 de Septiembre, 2012
Salvador Crossa Ramírez
En 1985, ante el requerimiento cada vez más acuciante de los tribunales de EEUU, Richard Gardner, (1931-2003) popularizó el término para diferenciar aquellos casos en los que el niño insulta y desprecia a uno de sus progenitores instigado por el otro y sin causa justificada de aquellos otros en los que tras vivir experiencias de maltrato o abuso sexual un menor desarrolla sentimientos hostiles y comprensibles hacia su maltratador, ya sea su padre, su madre o cualquier otra persona. En ambas circunstancias estaríamos ante un menor maltratado, pero el abordaje y las necesidades del menor en cada situación son diferentes.
El Síndrome de Alienación Parental es el resultado de una forma muy sutil de maltrato que uno de los progenitores e incluso ambos profieren de una forma indirecta y a veces poco consciente a uno o a varios de sus hijos. El maltrato va dirigido no contra el menor sino contra el cónyuge o ex cónyuge, y consiste en atacar esa relación afectiva que el menor mantiene con su padre o con su madre para dañar los sentimientos del adulto, sin tener en cuenta que esta relación que se trata de deteriorar es determinante para el desarrollo psicosocial del niño. Se trata por tanto de un daño colateral nacido de un desencuentro de pareja, un maltrato indirecto, no intencionado tal vez, pero mucho más lesivo que el daño directo e intencionado que se trata de infringir al adulto maduro con estas actuaciones. Es el resultado de la venganza de uno de los progenitores o de ambos al tratar de que el hijo en común rompa las relaciones afectivas con el otro. El deterioro de la imagen del progenitor cuando la alienación parental se hace efectiva es causante de daños irreversibles en la psique del menor. Se trata de un tipo de maltrato frecuente y de difícil valoración salvo por sus secuelas a largo plazo, que pueden ser muy graves.
El ataque dirigido contra la relación afectiva suele comenzar con una propaganda a veces muy tenaz dirigida hacia el niño contra la imagen de su padre o de su madre. A edades muy tempranas de la vida estas sentencias degradantes se suelen asumir por el menor como verdades inamovibles ante las cuales apenas si puede articular defensas psíquicas para mitigar el dolor que le causan tales convicciones. Esta información negativa, constante y programada que recibe el niño contra el adulto le enfrenta a un conflicto psíquico entre su necesidad de amarle y la lógica de odiarle. La necesidad de certidumbre se acrecienta también por el hecho de que dudar de esa información que está recibiendo le llevaría a debilitar los lazos de dependencia y de idealización que necesita tener con su progenitor alienante y con quien habitualmente vive. De una forma progresiva esta información malintencionada va haciendo su trabajo en la mente infantil hasta desembocar en un debilitamiento de deseo de relación con su progenitor mal famado tras un doloroso y lento proceso de duelo. Pero el alienador necesita casi siempre resultados rápidos, y perfecciona su técnica de adoctrinamiento y emplea cada vez métodos más resolutivos.
Con frecuencia el maltratador le hace creer al hijo que es estúpido y despreciable por no haber entendido la inconveniencia de su relación con el padre o la madre vilipendiados, es decir, le coacciona y le amenaza con su desprecio, sus regaños e incluso con castigos si no adopta una actitud fría con él o ella, si no demuestra con palabras y con hechos su desamor. El menor que aún no ha tenido tiempo de romper estos lazos afectivos comprende n que el amor que hasta ahora le había profesado a su padre o a su madre es ahora un amor inconveniente para su persona porque de continuarlo podría quedarse sin el aprecio de ambos progenitores. A partir de aquí el menor suele sentir angustia al comunicarse con el adulto y trata de establecer o en otros casos fingir distancia con él en presencia del otro y demostrarle en algunos casos su afecto hacia él o ella en secreto. El maltratador ha transformado con su trabajo de manipulación una relación triangular normal de familia en una relación perversa de pareja, en una relación incestuosa con notables dosis de autoritarismo, infidelidad y culpa que puede durar y repetirse en sus rasgos más característicos durante toda la vida y en todas las relaciones. Crecer en la insinceridad no es buena cosa, la personalidad del menor se impregna de resentimientos, de disposición para el engaño, de desconfianza hacia los demás, de sentido falso y pesimista de la vida, pero muchos menores aceptan esta solución de compromiso para mantener las relaciones con su progenitor.
Otra forma de evolución que he observado ocurre cuando el menor decide superar el duelo por su progenitor perdido y rompe sus relaciones con él para toda la vida, quedándose con un sentimiento de culpa que jamás se le borrará y que dañará tanto la relación como su vida para siempre. Su decisión de matar en el mundo de sus sentimientos a uno de sus padres para conseguir la seguridad y el aprecio del otro produce adultos tristes, culposos, desconfiados y cobardes para afrontar los problemas cotidianos, con baja autoestima y poca asertividad. Este tipo de evolución ocurre con más frecuencia cuando el menor alienado es de corta edad. La alienación parental antes de los cinco o seis años de vida causa efectos depresivos irreversibles en la víctima infantil. Muchas personas en su madurez aún recuerdan las injusticias que le causaron a su padre o madre por sus decisiones infantiles.
Las formas leves de alienación parental son muy frecuentes. Muchas parejas usan a sus hijos para dañar al otro, manifiestan celos y se desacreditan mutuamente delante de los niños, se insulta e incluso se agreden. Las relaciones de pareja que vivirán estos niños cuando sean adultos estarán con mucha probabilidad marcada por estas mismas deficiencias.
La alienación parental es una forma de maltrato que en la mayoría de los casos pasa desapercibida y genera en el niño trastornos muy duraderos, incluso de por vida, y de difícil solución ya que los padres alienadores, ofuscados en proferir daño a su pareja, no suelen tener en cuenta el daño que le hacen a sus hijos. Es importante que nos sensibilicemos ante este problema social cuyas causas y consecuencias son tan difíciles de objetivar pero de tan graves efectos en el desarrollo vital de las personas.
Salvador Crossa Ramírez

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