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domingo, 26 de febrero de 2012

Deportadas sin sus hijos

Domingo, 26 de Febrero, 2012
Deportadas sin sus hijos
El drama de miles de padres y madres centroamericanos expulsados de EE UU tras ser obligados a separarse de sus niños nacidos en este país y, por tanto, con ciudadanía norteamericana
Encarnación María Bail, en una ceremonia en una iglesia de Carthage (Misuri), en 2009 / Mark Schiefelbein
Miles de mujeres acorraladas por la miseria y abandonadas por sus parejas han cruzado México y Centroamérica durante el último decenio en busca de una vida mejor en Estados Unidos. Han arriesgado sus vidas, se han sometido o enfrentado a todo tipo de depredadores (los mareros y sus pandillas, los coyotes que las pasaban de un país al otro por dinero o sexo, los oficiales de inmigración que sacaban su tajada). Después, muchas de ellas han acabado siendo detenidas y repatriadas a la fuerza, tras ser obligadas a dejar en Estados Unidos a sus hijos nacidos en este país porque así lo han decidido los jueces.
Estos miles de mujeres han soportado cuanto había que soportar o escaparon de lo que pudieron escapar para atravesar la frontera y el desierto hasta llenar fábricas y talleres de ciudades del interior de Estados Unidos. Se han convertido así en miembros de una sacrificada legión que alimentaba a sus familias con remesas de dólares extraídos de sus magros salarios.
Pese a que se hicieron invisibles, muchas de estas mujeres cayeron en las redadas de la policía inmigratoria y fueron encarceladas. Algunas, condenadas por delitos federales, cumplieron penas de prisión; otras fueron llevadas a la frontera y terminaron de vuelta en el país del que habían partido, más desposeídas que al comienzo de la travesía.


Pese a que se hicieron 'invisibles', muchas cayeron en manos de la policía inmigratoria y fueron encarceladas
Al final solo cargaban los traumas y las deudas con los coyotes. Pero eso no era lo peor. La deportación les había sustraído algo más valioso: a sus hijos, nacidos en Estados Unidos y ciudadanos legítimos de ese país. Jueces norteamericanos de varios Estados habían concluido que esas madres latinoamericanas eran malas madres y que los niños estarían mejor con una buena familia norteamericana, se los habían quitado y los habían entregado en adopción.
No eran pocas y, se temía, serían muchas más. Una estimación — “conservadora”, según sus autores— del Applied Research Center (ARC), un centro que abogaba por la justicia racial, afirmaba que al menos 5.100 niños vivían en 2011 en hogares sustitutos porque sus padres estaban detenidos o han sido deportados. De acuerdo con sus proyecciones, podría haber otros 15.000 niños en la misma situación en los próximos cinco años. Un estudio nacional conjunto del Urban Institute y el Consejo Nacional de la Raza de 2009 reveló que “por cada dos inmigrantes detenidos, un niño es dejado atrás”. Alrededor de cinco millones de niños residentes en Estados Unidos tenían al menos un padre indocumentado, según detalló el Urban Institute.
El poder norteamericano, republicano o demócrata, parecía indiferente a su suerte. Aunque el Gobierno de Barak Obama puso fin a las redadas masivas que se hicieron costumbre durante el mandato de George W. Bush (2000-2008), el número de deportaciones continuaba en aumento. En 2011 hubo un récord de 397.000 inmigrantes deportados y una cifra similar de detenidos. En los primeros seis meses, el Gobierno federal echó a más de 46.000 madres y padres de niños con ciudadanía norteamericana, según el ARC.

María Luis dio a luz a Angélica en el desierto de Arizona. La niña llegó enferma a Grand Island, tres semanas más tarde
Pero no estaban completamente solas. Dos mujeres guatemaltecas, María Luis y Encarnación Bail Romero, se convirtieron en casos emblemáticos, por cuyos derechos peleaba una alianza de activistas y abogados, muy consciente de que estaba en juego la suerte de decenas de miles.
María Luis y Encarnación provenían de distintas regiones del país más peligroso.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/02/24/actualidad/1330097049_712668.html

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