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jueves, 7 de abril de 2011

El cuento del maltrato infantil

Autor: Álvaro González Uribe
4 de Febrero de 2006
Un gran escollo que encuentra la lucha contra la violencia es el desconocimiento de la víctima de estar siendo violentada en varias formas. Es lo que llaman “violencias ocultas”, no porque permanezcan escondidas, sino porque la víctima misma no sabe que lo es, en especial, debido a atavismos culturales.
Con la violencia física sucede mucho en mujeres y niños. Hoy opinaré sobre el maltrato infantil, tristemente célebre por estos días, en cuyo caso la violencia oculta se refiere tanto a los niños como a sus victimarios. La forma cómo fuimos educados los adultos, y ver cuáles eran los cuentos que nos narraban para entretenernos, algo nos explica.
Pulgarcito y sus hermanitos fueron abandonados en el bosque por sus padres debido a que no tenían cómo alimentarlos; luego el ogro se los quería comer a todos.
La Cenicienta (al parecer, no mayor de edad), era maltratada por su madrastra y hermanastras, obligada a trabajar y constantemente insultada por éstas. Hansel y Gretel también fueron abandonados por sus padres en el bosque, y allí apresados por una bruja quien obligó a la niña a trabajos forzados y al niño lo encerró para engordarlo y luego comérselos a ambos.
Blancanieves, otra adolescente menor, ante celos de belleza de su madrastra fue enviada al bosque por ésta para que un siervo la matara.
Los tres cerditos eran “cerditos”, es decir, menores de edad, y el lobo se los quería comer, previamente destruyendo sus viviendas y obligando al desplazamiento forzado de dos de ellos. También el lobo, que en estos cuentos era humano, engañó a Caperucita Roja, se comió a su abuelita y luego a la misma niña (por desobedecer a su mamá, al quedarse jugando con los animalitos del bosque...); y al Patito Feo, recién nacido, lo abandonó su madre por feo…
¡Válgame Dios! Y aunque siempre los niños salían ganando por arte de magia, el solo proceso al que eran sometidos era atroz.
Todo se fue grabando en mentes de niños y adultos, y hasta nos relajaban con el “dulce” susurro de dichos cuentos para dormirnos, ¡qué tal! Eso ayudó a incorporar la violencia a nuestra cultura.
Entonces el maltrato infantil es de vieja data, sin que ello lo justifique nunca. Muchos pueblos indígenas mataban niños para ofrendárselos a sus dioses, y hasta Abraham iba a sacrificar con un cuchillo a su único hijo, Isaac. El rey Salomón expresó la “salomónica” idea de partir un niño por la mitad para averiguar cuál era su verdadera madre. Y eso para no hablar de Herodes, ni de la mamá de Moisés que lo abandonó en el caudaloso Nilo dentro de una canasta.
Maltratar niños me parece el delito más atroz posible y sobre el tema he escrito desde hace años. Pero sí es de pensar mucho que en el último mes no haya noticiero que no comience con al menos dos casos de maltrato infantil en cualquier lugar del país.
No creo que los colombianos de un momento a otro (en un mes), nos hubiéramos vuelto heródeses: o ya lo éramos y se callaba, o se desató un tsunami infame contra los niños. No sé cuál de las dos realidades sea más cruel: si esa historia no contada de maltrato infantil, o esa epidemia o ataque colectivo repentino contra la infancia.
Los cuentos que nos narraban de niños se recrean hoy en la vida real y aparecen en titulares de prensa, incluso con mayores perversidades a las imaginadas por Perrault y los hermanos Grimm. Y, a veces, es como una competencia entre noticieros para ver cuál muestra más historias sobre maltrato infantil. Sea lo que fuere, exagerando o no, está sucediendo, y hay que denunciar y actuar contra estos ogros y ogras modernos.
Sé que no son cuentos, pero ya se deja entrever en algunos medios (no en todos) cierto amarillismo, cierta liviandad y superficialidad que no convienen al periodismo ni al país ni mucho menos a los niños, por cuanto esto ya está pareciendo como una especie de apología, ante esa propensión extraña de algunas mentes a copiar las conductas -buenas y malas- que ven en las noticias repetidamente, en especial en una sociedad muy confundida en sus valores. No pido que se censuren estos hechos, pero sí mayor cuidado al darlos a conocer.
Por eso me gusta la conducta de un noticiero de televisión: sin ocultar los crímenes contra los niños, también divulga lo que se hace en Colombia a favor de éstos por parte de personas, obras u organizaciones. Colombia tampoco es que sea una sala de torturas infantil, también es una guardería de colores a pesar de sus problemas y de lo que muchos hagan o digan.
http://www.elmundo.com/portal/resultados/detalles/?idx=9886

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